Jorge Rozemblum / Judíos de León

Enlace Judío México e Israel – León es una ciudad española al noroeste de la capital, Madrid, capital de la provincia del mismo nombre y parte también del nombre de la comunidad autónoma de Castilla y León que cuenta con unos 122 mil habitantes. Tiene su fecha de fundación en el año 29 antes de la era común, cuando nace como campamento militar romano de la VIª legión Victrix, aunque un siglo después se asienta allí la VIIª legión Gemina.

Con la conquista musulmana en el siglo VIII la urbe quedó prácticamente despoblada, aunque tras la reconquista renació con fuerza formando parte del reino de Asturias. Poco después se convertiría en cabeza de su propio reino en el año 910, participando activamente en la lucha contra los musulmanes. Uno de sus principales hitos históricos es ser sede de las primeras cortes (una especie de congreso de nobles) de toda Europa ya en el año 1188, cuando reinaba Alfonso IX, gracias a lo cual en 2011 fue proclamada por la UNESCO y por la junta de Castilla y León como Cuna del Parlamentarismo. Años después, sin embargo, perdió protagonismo al integrarse en 1301 de forma definitiva en el reino de Castilla.

Durante la época de la dominación romana de la Península Ibérica (o incluso antes) la ladera sur del cerro de la Mota, a las afueras de la actual ciudad, ya poseía una ciudadela conocida como Castrum Iudeorum o Puente Castro, donde se han hallado incluso restos de un castillo, posiblemente del siglo X, bajo cuya protección se debió de instalar durante los dos siglos siguientes un importante núcleo judío, que desarrolló su cultura y su modo de vida basado en la tradición hebraica.

Muy bien relacionados comercialmente con la vecina ciudad de León, los judíos de Puente Castro impulsaron una próspera aljama (un barrio que hoy llamaríamos “étnico”) de mercaderes y artesanos, célebres por sus trabajos con el cuero y con la plata, a los que el fuero (dictámenes jurídicos) de 1090 reconocía también su derecho a ser propietarios de huertas y viñedos. El museo de León, la catedral leonesa y el museo sefardí de Toledo se reparten actualmente algunas de las valiosas lápidas encontradas en las excavaciones de esta zona.

En el concilio de León de 1020, celebrado bajo la autoridad del rey Alfonso V, se reconocía la igualdad entre judíos y cristianos, el permiso para comprar casas y tierras, sobre todo tras el traslado de la corte a la ciudad por el rey Ordoño II. Otro fuero anterior al antes mencionado estipulaba ya que, si un hombre libre poseía una casa construida en el solar de otro y deseaba venderla, el precio habían de fijarlo cuatro tasadores, dos cristianos y dos judíos. En esa época, los judíos eran numerosos en Puente Castro, como se deduce de las sumas que pagaban en distintos impuestos.

Sin embargo, esa etapa de esplendor para los judíos de Puente Castro se vio truncada a finales del siglo siguiente con el estallido de una guerra entre el reino de León y los reinos cristianos vecinos, cuando las huestes de Pedro II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla sitiaron el castro y lo atacaron. La batalla empezó el día 23 de julio de 1196, y los judíos combatieron valientemente hasta el 25, día en que las tropas castellanas y aragonesas rompieron la fortificación, entraron en la judería y la destruyeron. El 27 de julio los judíos que no habían huido o muerto fueron hechos esclavos. Los supervivientes que consiguieron huir por el lado del río se instalaron en la ciudad de León, en el barrio de Santa Ana, dentro de las murallas. Allí prosperaron practicando el comercio, la artesanía e incluso la agricultura, hasta finales del siglo XIII, pero su población nunca llegó a ser muy numerosa ni importante.

La destrucción de Puente Castro fue tan contundente, que el lugar permaneció prácticamente deshabitado hasta el siglo XV.

En cuanto a los judíos que se instalaron en León, la mayoría lo hicieron junto a lo que hoy día es la parroquia de San Martín y el eje que arranca de la puerta de Arco de Rege, Cal de Moros, continuando por Cal Silvana hasta Santa Ana, donde se encontraba el mercado mayor. La actual calle de Santa Ana, antes Calle Silvana, debía su nombre a la importante familia judía, los Silván, poseedora de casas y huertas. En la calle Rodezneros poseyeron también los judíos casas y terrenos en propiedad. Hasta entrado el año 1293, en el reinado de Sancho IV, los judíos de León gozaron de tranquilidad, salvo esporádicos brotes de violencia, promovidos por aquellos a los que convenía romper la convivencia para dejar de pagar algún préstamo o alzarse con alguna ganancia.

En 1293, el rey prohibió a los judíos de León tener tierras de labranza: fue el inicio de una época de dificultades, porque dos décadas más tarde fueron obligados a llevar un distintivo amarillo que los señalara. En 1365, los judíos fueron obligados a pagar las mismas alcabalas (un tributo que el vendedor pagaba al fisco en una compraventa, y ambos contratantes en una permuta) e impuestos que los musulmanes.

A principios del siglo XV, ya como parte de la corona de Castilla, esta última dicta un ordenamiento, dirigido a la ciudad de León y a todas las villas y lugares de su obispado, para encerrar a los judíos en un lugar apartado de los cristianos. Tal orden no llegó a cumplirse en la ciudad, ni se configuró como gueto o barrio cerrado. El único asalto que sufre la aljama leonesa se produce el 25 de mayo de 1449, impulsado por las familias de los Quiñones y los Lorenzana. Más tarde, la inestabilidad y la inseguridad se apoderaron de la judería con el apartamiento de los judíos de León en 1481, ordenado por los reyes católicos, y la expulsión definitiva, once años más tarde.

En el último cuarto del siglo XV el núcleo judío urbano se encontraba agrupado entre las calles Cal de Rodezneros y Pequeñina. Esto lo conocemos gracias a un acta del 20 de julio de 1481 recogida por el cabildo catedralicio. Sobre la mudanza de los judíos, que fue presentada a requerimiento de los reyes católicos por motivo de Ruy López de Ayala, pesquisidor y contador real de León. Lo que revela este documento es el deseo de:

Apartar los judíos desta Ciudad e encerrarlos según lo mandan los dichos Reyes nuestros señores en la comisión que sobre ello le dieron e se contiene; e porque el parecer de algunos es el que los dichos judíos estén e moren en las calles de Cal de Moros e la Revilla donde agora moran o están de atrás, e que los pasen a la calle de Rodezneros a la Cal Pequennina dejen las dichas calles de Cal do Moros e la Revilla.

Estas medidas no son bien recibidas por la comunidad judía, tal como se deduce de una carta fechada el 11 de abril de 1488 en la que los reyes católicos comunican al corregidor en la ciudad de León, Alonso de Valderrábano:

Que el aljama e omnes buenos judíos de la dicha cibdad nos enbiaron faser relación disiendo que, al tiempo quel apartamiento de la judería desa cibdad se fiso, ellos fueron apartados e que es tan estrecho el dicho apartamiento de manera que en las casas ay dos o tres vecinos, e que muchos se vernían a biuir a esa cibdad sy ouiese lugar donde podiesen estar […] mandándoles alargar el dicho sytio.

Parece ser que los judíos consiguen ampliar la zona de la judería, según la disposición de los reyes católicos, tres años más tarde, en 1491. Mientras tanto, la población judía había crecido alrededor de un 20 por ciento. Según los repartimientos fiscales, en 1488, 1489 y 1491, las cantidades que correspondió pagar a los judíos fueron 37.262 maravedíes, 39.760 maravedíes y 44.870 maravedíes respectivamente. No les dio tiempo a crecer más.

Un año más tarde, los judíos leoneses, al igual que todos los judíos de los reinos de Castilla, León y Aragón, son requeridos para que se conviertan al cristianismo. Aunque algunos judíos regresaron después de la expulsión (los llamados tornadizos), a partir de 1499 sólo se admiten aquellos que fueron bautizados (los conversos). Con el decreto de expulsión se cerró en León un período de convivencia de, al menos, cinco siglos.

En cuanto a los restos de esta historia, se sabe que la sinagoga de León había estado situada en la calle de Santa Cruz y no ha faltado quien la emplazara en la calle de Fernández Cadórniga. Justiniano Rodríguez Fernández en su trabajo, la judería de la ciudad de León, rebatió tales opiniones y demostró que en 1344 (y quizá setenta años antes) la sinagoga de los judíos lindaba con casas que daban a la calle que iba de Cal de Moros (actual calle de Misericordia) al Misteo. Las actas capitulares de la catedral leonesa comprueban que por enero de 1423 el cabildo gestionaba el trueque de casas suyas con otras que el escribano Alonso Fernández poseía en la Cal de Moros, en la cual los judíos tenían la sinagoga. Ésta se encontraba en la calle Cal de Moros y allí seguía el 27 de octubre de 1375 según un documento de esa fecha que nos habla de la casa de oración de los judíos en dicha ubicación.

Tras la expulsión, la sinagoga fue donada por documento del 14 de septiembre de 1495, por los reyes católicos, al monasterio de San Isidro y debió ser convertida en la ermita del Santo Cristo.

Entre los personajes judíos más importantes que nacieron o residieron allí destaca el sabio cabalista Moshé de León. Otro nombre nos ha llegado por una razón muy distinta, al descubrirse un antiguo cementerio judío en unas obras de construcción de una carretera en 1982, cuando se descubrió la estela de Mar Selomó, una pieza rectangular de estructura trapezoidal, lisa en la cara de la inscripción, que comprende 16 líneas de texto y con unas dimensiones de 38 por 29,7 a 30,4 cm y 4 a 6,5 cm de grosor, con caracteres de escritura cuadrada, algunos en cursiva, que menciona a Selomó bar David ben Parnaj, fallecido a la edad de cuarenta años, el miércoles día 3 de ab de 4857, que corresponde al 15 de julio de 1097 y con la siguiente inscripción:

Esta es la sepultura de mar Selomó bar
mar David ben Parnaj fallecido
a la edad de cuarenta años el miércoles
día 3 del mes de ab, año
cuatro mil ochocientos
cincuenta y siete de la Creación
del mundo según el cómputo de la ciudad de León el Santo bendito sea
le levante y le despierte a la vida del mundo
venidero y le otorgue su parte con los justos
y cumpla en él el pasaje bíblico donde está escrito
Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán
despertad y exultad, los que yacen en el polvo, pues
rocío de luz es tu rocío y la tierra
muertos parirá, mas tú ve
al fin y descansa y te levantarás para tu suerte
al fin de los días

Ésta estela está considerada la mejor pieza epigráfica leonesa descubierta hasta el momento de las doce catalogadas en León.

Otro rastro, esta vez iconográfico, de la presencia judía en la ciudad lo encontramos en una girola (un pasillo estrecho que rodea la parte trasera del altar mayor de algunas iglesias o catedrales) poligonal en la que se abren cinco capillas en las que se encuentran las espléndidas pinturas murales del maestro Nicolás Francés que representan a un grupo de judíos, ataviados a la usanza del siglo XV. Estas pinturas son sin duda, una de las curiosidades de la catedral, pero también una ilustración perfecta del último tramo de la presencia de los judíos en León. Limitados seriamente sus derechos a partir del siglo XIV.

Mucho más reciente es el monolito inaugurado en 1997 en un recinto ajardinado que recibió el nombre de aljama en memoria de los judíos que habitaron Puente Castro. El entonces alcalde de León y la escritura israelí de ascendencia judía leonesa Margalit Matitiahu, presidieron el acto en recuerdo de los que tuvieron que dejar la ciudad. En uno de los lados se grabaron las fechas de la destrucción física de la aljama (1197) y de la construcción del monumento (1997), y la inscripción ‘Puente Castro al Pueblo Hebreo’. En la cara opuesta figuran unos versos de Margalit escritos en judeoespañol, que dicen:

Estonses, muestros nombres
se van a grabar en los caminos del secreto
y van a abrir las puertas de unión.

El autor es Director de Radio Sefarad


 

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