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domingo 22 de diciembre de 2024
México-Revolución-Tren

De Siria a México: Una Historia Impresionante

Enlace Judío – Al Jajam Shaul Jasqui, quien vivía en Alepo “Jalab”, y que a su vez era el Rosh Hashojatim “líder del matarife”, le había nacido “Aslan”, su primer hijo, mientras su esposa falleció en el parto.

Tiempo después, el Jajam Shaúl se volvió a casar con otra joven mujer, con quien tuvo otros hijos. Pero sucedió que, entre el niño Aslan y su madrastra, no había una buena relación, ya que, por supuesto, no era el trato normal de una madre a su hijo, puesto que no lo era. Eso provocó problemas en su matrimonio, por lo que, tras su Bar Mitzvá, su papa decidió enviar a Aslan a México con un pariente. Para eso, le dio 20 dólares, y una Meguilá envuelta dentro de una caja de cartón, para que Aslan pudiera leer allí la Meguilá, y obtener de ahí un pequeño sustento.

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En el mismo barco que había zarpado de Siria, viajaba el señor Abud Elo con sus cinco hijas, porque le habían dicho que en América podría casar más fácil a sus hijas, ya que allí había muchos jóvenes judíos sirios y pocas mujeres.

Una vez en México, al joven Aslan lo contrataron como Jazán, y para leer la Torá. Mientras que el Señor Elo, había comenzado a casar a sus hijas. Luego de unos años, en 1919, el joven Aslan Jasqui se casó con Farida, una de las hijas de Abud Elo, a quien había conocido en el barco de camino a México. Entonces, Aslan se unió a sus dos cuñados para trabajar con su suegro, además del trabajo que ya tenía como Jazán y la lectura de la Torá.

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Ellos viajaban a los ingenios de azúcar en Oaxtepec, Morelos, donde compraban los costales de azúcar a 1 centenario, para luego traerlos y venderlos en la ciudad de México. Luego de unos meses, su suegro le pidió a Aslan que al siguiente día se presente a las 8:00 am en la estación Buena Vista, de donde saldría en el tren a Oaxtepec junto con sus cuñados, a comprar y traer costales de azúcar para vender en la ciudad.

Aquellos eran tiempos difíciles, era la época de la revolución mexicana, en la que peleaban Madero y Zapata. Sin embargo, como al otro día Aslan no llegó a la cita a la hora indicada, sus cuñados se subieron al tren y se fueron solos, mientras que su suegro se quedó esperando en la estación a Aslan, quien llegó diez minutos tarde, después de que el tren había partido. Entonces Aslan se disculpó con su suegro, alegando que ese día era Rosh Jodesh, y no había quien leyera la Torá, y se tuvo que quedar a terminar el rezo que era más largo de lo normal. Por lo que ambos se regresaron a la casa. Pero al cabo de unas horas, la radio informó que los zapatistas había dinamitaron el puente por donde justo pasaba el tren que había salido de la ciudad de México hacia Oaxtepec, cayendo al precipicio desde una altura de 50 mts, sin que hubiera sobrevivientes.

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La familia entonces se dirigió con el Jajam Selim Lobatón, quién les dijo que tenía que ir al lugar para reconocer y rescatar los cuerpos. Por lo tanto, el señor Elo quedó con su yerno Aslan que, al siguiente día lo acompañara al lugar de la tragedia, para reconocer y rescatar los cuerpos de sus otros dos yernos. Sin embargo, al día siguiente Aslan tampoco llegó puntual a la cita con su suegro, y como el tren ya salía, no le quedó otra al Señor Elo que irse solo. Diez minutos más tarde, cuando por fin el joven Aslan de 19 años llegó a la estación, se encontró con que el tren ya había partido. Entonces regresó a la casa de su suegra, y ante el arduo reclamo por parte de sus cuñadas y de su misma suegra por su impuntualidad, él les explicó que se había demorado porque era el segundo día de Rosh Jodesh, y también tuvo que leer el Sefer Torá. Entonces la radio informó que los zapatistas nuevamente dinamitaron el tren, sin que hubiera sobrevivientes.

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Incluso, dentro de los 30 días de duelo, Aslan y Farida tuvieron a su primer hijo, al que lo llamaron Abud, en honor a su suegro. Luego, Aslan se fue con su esposa a vivir a Jalapa, Veracruz, porque allí vivían unas 40 familias de judíos, como la familia Hanono, Shamosh, Cheja, etc, y necesitaban un Jazán y quien leyera el Sefer Torá, y a su vez alguien quien pudiera enseñarles a los niños a leer y a estudiar.

Farida y Aslan entonces tuvieron 12 hijos, todos hombres, más uno que desgraciadamente se lo robaron en la Cruz Roja de Jalapa, alegando que el bebe había muerto. A raíz de este hecho, se mudaron a León, Guanajuato, donde tuvieron otras dos niñas. Años más tarde, uno de sus hijos, Salomón, conoció a una joven que también vivía en León, Guanajuato, hija de Yusef Amiga, y se casó con ella.

Por otro lado, el Jajam Shelomo Lobatón, quien había llegado a México en 1909, al ver que no había una sinagoga de su comunidad Jalebi, se dispuso a organizar los rezos diarios, así como de Shabat, en la sala de su casa, la cual adaptó como sinagoga, en una de las vecindades del centro de la ciudad de México.

Jajam Shelomo Lobaton-México

La alegría fue muy grande cuando en 1913, el primer niño varón nacido en México dentro de la comunidad Jalebi, fue llamado Yehosua Lobatón. Pero también eran momentos muy difíciles, ya que los Yehudim que llegaban de Siria escapando de la guerra, se encontraban ahora con la Revolución Mexicana.

En 1913, durante la Revolución Mexicana, un proyectil que habían disparado los revolucionarios se incrustó entre los soportes que sostenían el medidor de luz de la pared de la casa del Jajam Shelomó Lobatón, que fungía también como “La Sinagoga Ketaná”, sin embargo, milagrosamente por la “Providencia Divina”, el proyectil no explotó, salvándose así toda la familia, su casa, el Bet Hakneset, y el único Sefer Torá que contaba en ese entonces la comunidad Jalebi.

¿Pero cómo vivían en esos tiempos? Al que bien le iba, tenía una casa con dos cuartos, en los cuales en uno dormían los papás, y en el otro todos los hijos, ya sean seis, ocho, o diez hijos. Mientras que la cocina era compartida entre los vecinos.

Las nuevas generaciones que, por el enorme esfuerzo de nuestros abuelos, hoy en día tenemos todo servido en charola de plata, ni siquiera sabemos ni entendemos lo que tuvieron que atravesar y sufrir nuestros padres en pro de nuestro bienestar.

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