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domingo 24 de noviembre de 2024
Chamberlain

Francisco Gil-White / Nadie acusó a Neville Chamberlain de ser un nazi ¿Por qué no?

Enlace Judío México e Israel – Neville Chamberlain ocupó el cargo más importante de toda la historia. Le tocó confrontar a Hitler. Y reprobó. Sus políticas permitieron al criminal alemán hacerse con Europa casi sin verse obligado a pelear. ¿Por qué habría de hacer eso Chamberlain?


 

Por aquellas épocas cuando el Imperio Británico era el poder más grande jamás visto, y en la coyuntura geopolítica—vísperas de la Segunda Guerra Mundial—que sellaría el destino de todos, Neville Chamberlain ocupó puestos importantes de liderazgo y luego fue primer ministro en los años más críticos. Sin exagerar, Chamberlain fue un gran arquitecto del siglo 20, pues sus políticas asistieron la propaganda y metas de guerra de los nazis alemanes.

Aun así, de mi conocimiento, nunca nadie acusó a Neville Chamberlain de ser un nazi. Cuando primero me contaron de la Segunda Guerra en la primaria, nadie dijo eso. Y nuevamente nadie cuando la repasamos en secundaria y preparatoria. Tampoco cuando cursé la universidad.

No digo que mis profesores defendieran a Chamberlain—por el contrario—. Y es más: para poder reprobarlo sabrosamente me armaban un guion dramático.

El líder nazi Adolfo Hitler, explicaban mis profesores, buscaba hundir al planeta entero en la oscuridad—destruir toda democracia, dividirnos en razas enconadas, esclavizar o matar a todo quien disintiera (y a muchos que asintieron), esclavizar a todos los ‘no arios,’ y exterminar a los ‘infrahumanos,’ especialmente a los judíos. Era Sauron. Excepto que Hitler era real. (La mente digiere eso con harta dificultad—lo entiendo—pero nuestro mundo, aunque no lo queramos, se parece al de Tolkien.)

Luego entonces, Neville Chamberlain ocupó el cargo más importante de toda la historia. Le tocó confrontar a Hitler. Y reprobó. Sus políticas—comúnmente evaluadas, en retrospectiva, como desafíos a la razón—permitieron al criminal alemán hacerse con Europa casi sin verse obligado a pelear.

¿Por qué habría de hacer eso Chamberlain? No porque fuera un nazi. Para nada. Nunca dijeron mis profesores ni de lejos nada parecido. Y eso tiene sentido, porque mis profesores enseñaban con libros de texto que jamás acusan eso.

¡No se entienda—ojo—que los textos usen guantes de seda! No dije eso. Los libros de historia son duros con Chamberlain. Nos lo presentan otorgando al loco führer cuanta nueva cosa pidiera para satisfacerlo y con ello, se suponía, esquivar una guerra. Fueron los intentos de Chamberlain, nos dicen, de ‘apaciguar’ a Adolfo Hitler. Pero el único resultado del ‘apaciguamiento’ fue abrir el apetito de Hitler y debilitar la defensa estratégica de Europa. Chamberlain, pudiendo haber salvado millones de vidas, condenó al planeta entero a la guerra más devastadora de nuestra historia.

Así las cosas, los libros de historia fiscalizan mordaces la visión y estrategia de Neville Chamberlain, y hasta el más apiadado lo hace pedazos.

Según la caridad suprema de Winston Churchill, por ejemplo, las esperanzas de Neville Chamberlain “ ‘representan sin duda los instintos más nobles y benévolos del corazón humano—el amor por la paz, el trabajo por la paz, la lucha por la paz, la búsqueda de la paz,’ ” pero Chamberlain, pobrecito, fue “ ‘decepcionado y engañado por un hombre malvado.’ ”[1] Chamberlain: ¡niño abusado!

Sobre las mismas líneas, A.J.P. Taylor, en su muy influyente Los Orígenes de la Segunda Guerra Mundial, ve a Chamberlain “perplejo” ante Mussolini y Hitler. Entonces, como un niño, Chamberlain quiso “buscar un acuerdo tan atractivo para los líderes fascistas que pudiera seducirlos de regreso al camino de la buena fe.” Y cada que salía ese tiro ‘estratégico’ por la culata, Chamberlain, “ingenuo, se indignaba de que, otra vez, Hitler se comportara como siempre se comportaba.”[2]

Con menor caridad, otros historiadores ven en Chamberlain tan solo a un hombre de estupidez y cobardía colosales.

Pero ¿pro nazi? No, eso no. Nunca.

Y se respira mejor así. Y eso es lo importante, ¿cierto?, sentirse bien. Mejor ahí lo dejamos.

Excepto que… esto genera un problema teórico. Porque el hombre descrito así, como idiota timorato, era el hombre más poderoso sobre la Tierra, gobernando—aunque no fuera su herencia—un imperio global en cuya tez no se ponía el sol. ¿No se precisan, para convertirse en aquel hombre, el talento y la audacia?

Pero si aceptamos que Neville Chamberlain debió ser arrojado y diestro, entonces eso, más su posición como el hombre más poderoso sobre la Tierra, por fuerza debió mejorar sus probabilidades de salirse con la suya. ¿No? Luego entonces, ¿no habrían sucedido las cosas, quizás, más o menos como Chamberlain quería?

Es una pregunta.

Propongo lo siguiente: paguemos por ver. Consideremos algunos hechos documentados importantes y veamos cuál hipótesis—idiota timorato o Maquiavelo pronazi muy arrojado—nos parece explicar más. Comenzaré con la evidencia más ambigua y pasare por etapas a la que, a mi juicio, emite una señal más nítida.

Los aristócratas pronazis amaban el partido de Neville Chamberlain

Con detalle minucioso, varios historiadores han documentado algo que en su momento histórico fue una cosa muy pública: hartos aristócratas y grandes empresarios en Gran Bretaña eran de corte pro fascista—y embelesados, especialmente, con Adolfo Hitler—.

Incluso el rey.

El rey británico Eduardo VIII se había prendado de tal manera de Hitler que, luego de abdicar su trono para casarse con Wallis Simpson, una plebeya estadounidense sospechada de ser agente nazi, se casó con ella en Châteaux de Candé, propiedad de Charles Bedaux, industrial multimillonario muy cercano a los nazis. Y luego fueron a Berlín a visitar a Adolfo Hitler. Eduardo fue visto (y fotografiado) pasando revista a las tropas alemanas, saludo nazi en alto, y al flanco el führer, satisfecho, orgulloso.

Un tanto bochornoso, todo aquello. (Adelante, claro que sí: búscalo en línea.)

Aristócratas y grandes industriales británicos los había más progresivos (o menos reaccionarios). Por supuesto. Éstos se organizaban en el Partido Liberal. Pero la mafia pro fascista hacía su hogar en el Partido Conservador, donde Neville Chamberlain era El Padrino.

¿Qué no había conservadores de otro corte en el Partido Conservador británico? Sí, los había. Pero no eran tantos. Como comentaba el historiador D.C. Watt poco después de la guerra:

“La hostilidad a la Alemania nazi persistió tan solo entre … la banda pequeña de conservadores derechistas para quienes 1914 era todavía una memoria viva. En el grupo principal de militantes conservadores había tres fuentes de simpatía pro germánica”[3] (énfasis mío).

Entre conservadores, los antinazis eran minoría. ¿Nos bastaría entonces señalar que Neville Chamberlain era líder del Partido Conservador para establecer que era un nazi? No. Pero oteando más ampliamente para abarcar sus políticas, tan favorables a los nazis, tampoco nos estaría gritando este contexto, precisamente, que Chamberlain haya sido lo contrario.

(Importante: Mis observaciones en este ensayo sobre los conservadores británicos de los 1920s-30s no se vinculan de manera obligada con personas en otros lugares y tiempos que también visten la etiqueta ‘conservador.’ En Occidente, hoy día, por ejemplo, muchos autonombrados ‘conservadores’ pelean valientes por las libertades occidentales.)

Sir Joseph Ball, el mejor amigo de Neville Chamberlain

Como la violación clandestina del derecho ciudadano—el sello de cualquier servicio secreto—es ofensiva en exceso para un demócrata liberal, los servicios secretos británicos se cargaron—hasta vencer los ejes—de aquellos mentados fascistas fieles al Partido Conservador. John C.C. Davidson, presidente del partido de 1926 a 1930, sentía que eso le convenía, y le estimuló una idea: ¿Por qué no emplearlos para crear, dentro del Partido Conservador, en sus palabras, “ ‘un pequeño servicio de inteligencia para nosotros’ ”?[4]

Davidson reclutó oficiales de inteligencia cuya lealtad al Partido Conservador superara su lealtad a Gran Bretaña. Gente como Joseph Ball, “un ferviente devoto, en lo político, del Partido Conservador” y anteriormente jefe de la ‘Rama de Investigación’ del MI5 (inteligencia interior). Ball acudió al llamado de Davidson en 1927.[5]

“Para Davidson, el atractivo de Ball,” escribe el historiador Richard Cockett, “fue principalmente, parece, su ‘experiencia … con el bajo mundo y el manejo de criminales.’ ” Esas “técnicas de Ball del MI5,” previamente afiladas “para infiltrar al Partido Comunista,” las necesitaba Davidson “para infiltrar al Partido Laborista.” Quedó feliz: “Obviamente impresionado con las técnicas de Ball, en 1930 Davidson lo nombró jefe del nuevo departamento de investigaciones del Partido Conservador,” encargado de espionaje, infiltración, y sabotaje.[6]

Por supuesto que Ball no se conformaría con espiar a los partidos Laborista y Comunista, porque otros partidos podían ser espiados con los mismos métodos. “En efecto, Ball no titubeaba en usar las habilidades especiales de la inteligencia para espiar inclusive a los miembros de su propio partido.”[7]

Y bien, este hombre profundamente deshonesto, experto en el “manejo de criminales” para infiltrar organizaciones políticas en Gran Bretaña y así poder espiar y sabotearlas, era el mejor amigo y compañero de pesca con mosca de Neville Chamberlain. De hecho, “con Ball, Chamberlain disfrutó la amistad más cercana y cálida que probablemente haya tenido con nadie y pasaron varias vacaciones de pesca juntos a finales de los años 1930.”[8]

¿Acaso esto demuestra, por sí solo, que Neville Chamberlain haya sido un nazi? No.

Pero te habrás preguntado: Esperando ahí la emoción del primer tirón, sumergidos a la cintura en el agua quieta del río, ¿qué se habrían dicho Ball y Chamberlain? ¡Quién fuera mosca en el anzuelo para espiar esas conversaciones! Pero quizá podamos adivinar. Sigamos.

Joseph Ball corrompió a la prensa británica entera

En 1931, en el contexto de varias controversias y dificultades acarreadas por la Gran Depresión originada en el famoso ‘Crash’ de 1929, se unieron políticos de varios partidos británicos para formar una gran coalición que ganó el mayor número de votos jamás contados y se hizo llamar el ‘Gobierno Nacional.’ Casi inmediatamente, como reconoce todo mundo, se convirtió en un gobierno conservador, si bien preservó, para efectos de propaganda, ese mote tan rentable de ‘nacional.’

Para publicitar sus metas se creó también, en 1931, el Buró de Publicidad Nacional (o NPB, por sus siglas en inglés: National Publicity Bureau) y nombraron a Joseph Ball vicepresidente y jefe del comité de recaudación. Así, las actividades de propaganda e inteligencia del aristocrático Partido Conservador y del Estado británico se fusionaron, y el último, diríase, se convirtió—aunque fuese opaco para casi todos—en una extensión institucional del primero. Aprovechando sus contactos y métodos de inteligencia, y un poder institucional vasto, Ball se abocó a conseguir un control clandestino e integral de la prensa británica.[9]

Fue aquí que inició aquella amistad tan estrecha, íntima, y políticamente ventajosa, cuando los talentos insólitos de Joseph Ball atrajeron la mirada de Neville Chamberlain, en aquel entonces ministro de finanzas y responsable de los asuntos económicos y financieros. Si bien formalmente el primer ministro tenía más poder que Chamberlain, explica el historiador Richard Cockett, Chamberlain era ya de cierto modo, de facto, el político conservador más poderoso, pues

“inspiraba adulación y lealtad personal férreas, de intensidad extraordinaria, en su círculo de consejeros íntimos, y en nadie más que en Joseph Ball … [quien] terminaría siendo el acólito más devoto de Chamberlain. … [Así pues,] bajo dirección de Ball, el departamento de investigaciones del Partido Conservador [creado por Davidson] se convirtió de súbito en el feudo privado de Chamberlain.”[10]

Entonces Ball, al extender su alcance para abrazar clandestinamente a la prensa británica entera, sostenía las riendas para Neville Chamberlain.

Ya para 1936, escribe el historiador Anthony Adamthwaite, Chamberlain y Ball tenían “a la BBC … de una correa tirante.” Y pronto se había logrado lo mismo con la mayoría de los periódicos importantes británicos.[11] Harto relevante para nuestra indagación es que dicho control clandestino, como documenta este historiador, se empleaba para complacer a Adolfo Hitler, entonces quejándose por vía diplomática de presunto maltrato en la prensa británica.

Pero Hitler no se pronunció satisfecho, escribe Adamthwaite. En 1937, con Chamberlain instalado ya como primer ministro, Joseph Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda de Hitler, señaló indignado críticas a Hitler que osaban todavía asomar la cabeza en los diarios británicos. Lord Halifax, Ministro de Relaciones Exteriores británicas, “prometió hacer todo lo que pudiera para asegurar ‘la cooperación de la prensa británica’ ” y corrió a solucionar el problema con los dueños del Daily Herald, el News Chronicle, el Daily Mail, y el Evening Standard. Pero Halifax fue menos discreto que Joseph Ball, y hubieron “preguntas incómodas” sobre todo esto en el House of Commons “[que] fueron enfrentados con negativas, evasivas, y galimatías.”[12]

Pese al escandalillo ése, el gobierno de Chamberlain consiguió su propósito: poco después, todos los periódicos británicos se habían sumado a la propaganda del ‘apaciguamiento.’ Lo mismo la industria fílmica británica.[13] La transformación íntegra del panorama mediático en Gran Bretaña ha dejado azorados a los historiadores ocupados con este asunto.

Ya sé qué te estás preguntando: ¿En serio “íntegra”? Dejaré que dos especialistas del tema, los historiadores Nicholas Pronay y Phillip Taylor, publicados en el Journal of Contemporary History (1984), contesten por mí:

“El gobierno de Chamberlain [empleó] las técnicas de la propaganda y la manipulación de medios con una destreza y cabalidad asombrosas tanto en política interna como internacional—algo que hasta hace poco se pensaba era logro nada más de los regímenes más ‘modernos’ de la Alemania nazi o la Unión Soviética—.”[14]

¿Qué nos dice esto sobre Chamberlain?

La Alemania nazi y la Unión Soviética, como sabemos, fueron regímenes totalitarios: al prohibir cualquier fuente de noticias que no fuera el Estado, administraban para sus ciudadanos subyugados una realidad orwelliana integral. Estos historiadores nos dicen, luego entonces, que Chamberlain, interviniendo en secreto a la ‘prensa libre’ británica, logró algo parecido a eso.

Intrigante—y de implicaciones vastas—.

Primero, porque Chamberlain, en la democracia más importante del mundo, llena de ciudadanos revolucionarios orgullosos y recelosos en lo relativo a sus libertades, se arriesgó a ser descubierto en el acto de convertir a la prensa libre en un monopolio clandestino.

O sea que Chamberlain era arrojado.

Y, segundo, porque Chamberlain, nos dicen, logró niveles de control totalitarios conservando siempre la apariencia de libertad—una hazaña de genios—.

O sea que Chamberlain era diestro.

La destreza de Chamberlain opaca a los líderes totalitarios

En un Estado totalitario ‘clásico,’ uno francamente totalitario, digamos, la realidad es la oficial: lo que afirme el Estado. Eso pude tener efectos profundos, como lo presenció William Shirer en la Alemania hitleriana cuando fue corresponsal de CBS:

“Quien no haya vivido años en tierras totalitarias no puede concebir siquiera cuán difícil escapar las consecuencias nefastas de la propaganda incesante y calculada de un régimen así. Era común en hogares u oficinas alemanas, o en conversaciones casuales con algún extraño en un restaurante, cervecería, o café, toparme con las afirmaciones más estrafalarias de gente en apariencia educada e inteligente.

Coreaban, era obvio, alguna tontería escuchada en la radio o en los diarios . Caía uno a veces en la tentación de decírselos, pero recibía uno tales miradas incrédulas y silencios aplastantes, cual si hubiere uno blasfemado contra el Altísimo, que se imponía la futilidad de querer conectar con mentes ya torcidas, para las cuales los hechos cotidianos no eran sino lo que afirmaran Hitler y Goebbels con su desprecio cínico por la verdad.”[15]

Sin duda lo anterior es escalofriante. Pero en el totalitarismo el control del Estado, en sí, es cuando menos transparente. Por eso, si estabas atrapado en la Alemania nazi pero con tus facultades escépticas intactas, podías mofarte para tus adentros, cuando menos, y desoír (como hicieron muchos) lo afirmado en medios estatales, porque si bien no conocías la verdad, tenías muy claro que el Estado era un rotundo fraude.

En Gran Bretaña, por el contrario, los ciudadanos de los 1930s no imaginaban que Chamberlain pudiera tener un control clandestino de los medios comparable al control abierto de los nazis. Los historiadores Pronay & Taylor comentan así:

“El gobierno entendía asombrosamente bien que para tener éxito ‘informando al público’ éste debía desconocer la fuente de dicha ‘información.’ Por ende, muchos de estos ejercicios en … ‘educar al público’ se hacían, de hecho, a través de varias ramas de los servicios secretos.”[16]

Dicho más francamente: Chamberlain entendía que emplear eficazmente una prensa controlada desde los servicios secretos para hacer guerra psicológica contra los ciudadanos británicos requería conservar en el público la percepción de una ‘prensa libre.’ Pues percibir a los oferentes de noticias como libres, independientes, y autónomos es lo que infunde confianza en las noticias. Con dicha confianza, Chamberlain podía administrar la realidad mejor todavía que en un estado totalitario.

En absoluto me ha parecido que Neville Chamberlain fuera estúpido o cobarde.

Te invito a sopesar y apreciar las implicaciones de este contexto. Neville Chamberlain era 1) el hombre más poderoso sobre la Tierra; 2) un operador hábil y mañoso, amo de la realidad; y 3) apoyado con la mejor inteligencia, pues los espías británicos eran los mejores. ¿Es siquiera posible, acaso, que un hombre así no entendiera, y perfectamente, qué cosa era Adolfo Hitler?

Y sin embargo, en vez de proteger a los ciudadanos británicos y europeos de Hitler, Chamberlain administró la realidad para sofocar la oposición a sus propias políticas de ‘apaciguamiento’—justo las políticas que permitieron a Hitler hacerse con Europa (casi) sin necesidad de pelear—.

¿Sería ésta la demostración del nazismo de Neville Chamberlain? Quizá no sea una demostración. Pero se esfuma rápidamente el espacio de maniobra para escapar esta conclusión.

¿Cuánto abarcaba la realidad administrada por Chamberlain?

En el contexto presente, William Shirer se retrata un tanto ingenuo al presumirse superior a una “mente … torcida … [por] Hitler y Goebbels.” Pero seamos justos con él, pues Shirer no desatendió que la realidad se había torcido también en su país. Repasando el comportamiento del Times de Londres, y en especial los festejos del Times a todas las propuestas obviamente mentirosas de paz de Hitler, escribió:

“Este gran diario, una de las glorias del periodismo inglés, jugaría un dudoso papel, como el gobierno de Chamberlain, en el apaciguamiento desastroso de Hitler. Pero para mí que tenía menos justificación que el gobierno, pues en su corresponsal Norman Ebutt tenía, antes de que fuera expulsado el 16 de agosto de 1937, una fuente de información sobre las actividades y metas de Hitler muy superior a lo que enviaban otros corresponsales o diplomáticos extranjeros, incluyendo los británicos. Si bien mucho de lo que escribió para el Times desde Berlín no se publicó, como a menudo lo comentó con este autor y como fue después confirmado, los editores del Times tenían que estar leyendo todos sus reportes y estaban por tanto en condiciones de saber qué realmente sucedía en la Alemania nazi y cuán huecas las grandiosas promesas [de paz] de Hitler.”[17] (énfasis original)

El pasaje arriba citado lo escribió Shirer como comentario al margen de su narrativa sobre el año 1935. Sin duda las noticias mediáticas en Gran Bretaña ya eran bastante corruptas para esa fecha, pero Joseph Ball no completaba todavía su abrazo de oso de la prensa británica. Eso sería en 1937, como vimos, con Neville Chamberlain—su héroe, mejor amigo, y jefe—ya de primer ministro.

Para entonces ardía muy caliente la Guerra Civil Española (1936-1939). Los fascistas de Francisco Franco recibían armas, aviones, y soldados de Benito Mussolini y de Adolfo Hitler. La política británica, ostensiblemente ‘neutral,’ obstaculizaba la defensa de la República Española, en efecto asistiendo a los franquistas, y continuaría así hasta el amargo final—hasta que Franco quedara instalado en Madrid—.

¿Sería esa asistencia indirecta para Franco un error de cálculo británico? ¿O todo era intencional? George Orwell, en aquel momento en España peleando con los republicanos contra los fascistas, nos ha dejado algunas pistas.

Al igual que Shirer, Orwell no conocía los detalles de lo conseguido por Chamberlain y Ball con la prensa británica. Pero podía adivinar, pues era testigo ocular de sus efectos tan extraños y reportó sus observaciones, algunas de las cuales recoge su ensayo ‘Una Mirada Hacia Atrás a la Guerra Civil Española.’

“Desde muy joven noté que ningún evento jamás se reporta correctamente en los diarios, pero en España, por primera vez, vi reportes periodísticos sin correspondencia alguna con los hechos, ni siquiera la correspondencia que implicaría una mentira llana.

Vi reportes de grandes batallas donde nadie había peleado y silencio total donde mataron a cientos de hombres. Vi guerreros valientes denunciados como cobardes y traidores, y otros, sin usar jamás su rifle, elogiados como héroes de batallas imaginarias; y vi a los periódicos en Londres vendiendo esas mentiras y a los intelectuales, muy ávidos, erigiendo superestructuras emocionales sobre la base de eventos jamás acontecidos.

Vi cómo nos escribían la historia, de hecho, no con base en lo sucedido sino en lo que, según varias líneas ideológicas, debió suceder.”[18]

En calidad de testigo ocular emplazado en el momento y lugar de los presuntos hechos, Orwell pudo ver cómo administraban la realidad, creando ‘hechos históricos’ inexistentes por vía de reportes falsos sembrados en la prensa británica. Con ello timoneaban a su gusto la opinión pública en Gran Bretaña:

“Y esos bandazos asombrosos de opinión que ahora vemos en las masas, las emociones alumbradas y extinguidas como si de un switch se tratara, son producto de aquella hipnosis impuesta por los diarios y la radio.”[19]

(¿Sería esto muy distinto, acaso, de la sumisión psicológica testimoniada por Shirer en el Tercer Reich?)

No olvidemos que era Neville Chamberlain quien personalmente administraba esa realidad a través de su “acólito más devoto” Joseph Ball. ¿Y con qué fines? Aquí nuevamente George Orwell:

“Lo más desconcertante de la guerra española fue el comportamiento de los grandes poderes [democráticos]. A Franco le dieron la victoria los alemanes y los italianos, y sus motivaciones eran bastante obvias. Las motivaciones de Francia y de Gran Bretaña son menos fáciles de entender.

En 1936 cualquiera entendía que si Gran Bretaña tan solo ayudase al gobierno español, así fuere con unos cuantos millones de libras en armas, Franco colapsaría y la estrategia [nazi-]alemana se habría dislocado severamente. Para esas fechas la clarividencia sobraba pues era evidente que habría guerra entre Gran Bretaña y Alemania; podía anticiparse, inclusive, una espera de apenas uno o dos años. No obstante, de la forma más pequeña, cobarde, e hipócrita, la clase gobernante británica hizo todo lo posible para darle España a Franco y a los nazis. ¿Por qué?

La respuesta es obvia: porque eran pro fascistas. Sin duda alguna lo eran, y sin embargo cuando vino el choque final eligieron enfrentarse a Alemania. No se entiende todavía qué plan ponían en marcha al apoyar a Franco, y quizá no tuvieran siquiera un plan. Averiguar si la clase gobernante británica es malévola o estúpida sería resolver una de las preguntas más difíciles de nuestro tiempo, y una muy importante para ciertas coyunturas.”[20]

Sin duda es una pregunta importante, y está sobre la mesa en esta indagación sobre la figura clave de Neville Chamberlain.

Si bien Orwell carecía de algunos datos claves presentados aquí, ¿quién mejor que él para observar y razonar los hechos políticos que sí tenía a la vista? Y lo que él percibía, claro como el agua, era cómo las realidades internacionales y británicas se administraban “para darle España a Franco y a los nazis.”

Era Chamberlain quien hacía todo eso. ¿Eso lo convierte en un nazi?

Tomando la evidencia en su conjunto, la respuesta aquí, creo yo, debiera ser que ‘sí.’ Empero, concederé que llegados a este punto la construcción del caso es todavía circunstancial. Falta la confesión y la ‘pistola humeante.’ Pero si hicieren falta, también las tengo.

Venga La Verdad: la confesión y la pistola humeante

La prensa secretamente controlada en una democracia no puede manipular eficazmente a la población a menos que parezca una prensa libre. Por ende, el apoyo al apaciguamiento de Chamberlain debía hacerse con sutileza y presentarse en una variedad de sabores, cada cual para los prejuicios y tendencias de los lectores de cada publicación.

Entonces, en un extremo estaba The Economist, hondeando una bandera ultraliberal, y por ende muy consistente en sus denuncias a Adolfo Hitler y la Alemania Nazi, criticando siempre el apaciguamiento y “denunciando las políticas internas del Reich y representando el rearme de Hitler como una seria amenaza para la paz europea.”[21] Pero The Economist opuso una fuerte resistencia—alegando costos económicos—al rearme británico durante los 1930s, ése que pudo haber disuadido a Hitler y que se precisaba, en todo caso, para responder a sus agresiones. Este semanario inclusive “deseaba la abolición de la aviación militar en el Reino Unido.”[22] The Economist también denunció consistentemente el trato nazi para con los judíos, pero opuso una fuerte resistencia—alegando costos económicos—a que un solo refugiado judío fuera recibido en Gran Bretaña.[23]

¿Ves cómo funciona?

En el otro extremo, con cero pretensiones de liberalismo, estaba Truth [La Verdad]. Este periódico británico ya no existe (última emisión: 1957), pero Truth nos hablará elocuente desde su tumba sobre la cuestión de Chamberlain.

Para entrever lo que pudiera revelar una indagación superficial sobre Truth, consideremos a la página de Wikipedia, según cuál:

“Aconteció una gran controversia sobre Truth y su agenda política durante la Segunda Guerra Mundial cuando se implicó con acusaciones falsas que sería simpatizante de la Alemania Nazi. Josiah Wedgwood, MP [miembro del parlamento] por el Partido Laborista, habló en el Parlamento en octubre de 1941 para acusar a Truth de ser fascista y “un diario quisling [traidor]” y pedir que se interrumpiera su publicación.

La situación era fuerte embarazosa y vergonzosa pues dicha publicación había sido prácticamente propiedad del Partido Conservador desde hacía cinco años, luego de ser comprada por el National Publicity Bureau [NPB] … Las acusaciones fueron rebatidas, Truth continuó publicándose, y la Home Office [Ministerio del Interior] redujo con éxito el debate. Collin Brooks había asumido el cargo de editor de Truth el año anterior … Su editor asistente era A.K. Chesterton, anteriormente asociado con el movimiento fascista de Oswald Mosley.”[24]

Los editores de Wikipedia nos entregan un recuento al parecer contradictorio. Todo el barullo de que Truth era pro nazi, nos dicen, se trataba nada más de “acusaciones falsas” que fueron “rebatidas.” Pero permanece el ‘detalle’ incómodo: el editor asistente, A.K. Chesterton, había estado “asociado con el movimiento fascista de Oswald Mosley.”

Indagué sobre este A.K. Chesterton—en Wikipedia—. Resulta que en 1934-35 fue Oswald Mosley mismo quien nombrara a Chesterton Director de Propaganda Mediática para su Unión de Fascistas Británicos (BUF – British Union of Fascists) y también al “círculo íntimo” de sus estrategas. En 1937, Mosley lo nombró Director de Publicidad y Propaganda y también editor de la publicación insignia de BUF: El Camisa Negra.

“Este escaño le sirvió [a Chesterton] de púlpito para su retórica antisemita cada vez más ‘vituperadora’; así, promovió en [El Camisa Negra] a Los Protocolos de los Sabios de Sion [un fraude zarista contra los judíos medular en la propaganda nazi alemana] como el ‘libro más asombroso jamás publicado.’ Chesterton también escribió la biografía autorizada—de hecho una hagiografía—titulada Oswald Mosley: Retrato de un Líder (1937), donde Chesterton celebra el ‘espíritu indomable,’ del líder del BUF, ‘con aquella grandeza suya de determinación y valentía,’ y cierra con el saludo: ‘¡Ave, Mosley, patriota, revolucionario, y líder de hombres!”[25]

¿Sería honesto, entonces, representar a Chesterton como meramente “asociado con el movimiento fascista de Oswald Mosley”? No lo creo. Chesterton, me parece justo decir, ¡era el brazo derecho de Mosley!

¿Y cómo era ese Mosley? Ya tenemos arriba la pista, pero hemos de conocer sus extremos. Dos historiadores mencionan que:

“A lo largo de los años 1930, Mosley … consiguió la fama como el ‘führer del fascismo británico.’ Sus seguidores, los Camisas Negras de Mosley, marcharon por el East End Judío londinense en los 1930, con ataques sobre hogares y sinagogas judías, y clamando por el exterminio del pueblo judío.”[26]

Este personaje no era un bully cualquiera —aunque sí era un bully—. Mosley era “miembro de una de las familias británicas más aristocráticas, y muchos pensaban que algún día sería primer ministro.” De suceder aquello, él había anunciado que su vice primer ministro sería Lord Charles Stewart Henry Vane-Tempest Stewart, séptimo marqués de Londonderry.[27]

“Londonderry … [era] amigo cercano y confidente del Duke de Windsor, antes y después de que el duke abdicara al título de Rey Eduardo VIII. Lord Londonderry … tenía bien merecida su fama como único miembro del gabinete británico apoyando abiertamente a los nazis y le conocían como ‘el apologista número uno de Hitler en Gran Bretaña.’ ”[28]

“Anteriormente conservador,” Oswald Mosley “había ingresado al parlamento militando en el Partido Laborista.”[29] Más tarde Mosley inauguró su propio partido, primero el New Party, y luego la British Union of Fascists (BUF). Pero nunca cercenó sus “relaciones amistosas con ciertas secciones del Partido Conservador y muchos de sus militantes,” escribe otro historiador, “simpatizaban con su causa.”[30] Lord Rothermere—es decir, Harold Harmsworth, cuyo imperio mediático para 1929 “incluía 14 diarios y periódicos de domingo, con un interés importante en otros tres”[31]—apoyaba fuertemente a Oswald Mosley y su BUF y “parece haber considerado a la BUF como ‘el ala militar del Partido Conservador.’ ”[32] Se percibe un consenso general sobre Mosley como Caballo de Troya para crear fermento nacionalsocialista entre los trabajadores británicos y beneficiar con ello al grupo dominante, pro nazi, del Partido Conservador.

Y en Wikipedia, la página sobre Mosley comparte el siguiente detalle famoso: luego de fallecer su esposa Cynthia de peritonitis en 1933,

“Mosley contrajo matrimonio con su amante Diana Guinness, nacida Mitford (1910-2003). Se casaron en secreto en la Alemania nazi el 6 de octubre de 1936 en el hogar berlinés de Joseph Goebbels. Adolfo Hitler fue el invitado de honor.”[33]

Claro como el agua: si eras brazo derecho de Oswald Mosley—como lo era A.K. Chesterton, editor asistente de Truth—entonces trabajabas para Adolfo Hitler.

Ahora bien, dado lo establecido por la propia Wikipedia en páginas temáticamente adyacentes, mi lector querrá interpretar que no eran “falsas” las acusaciones cuando Truth se vio denunciada en el Parlamento como “fascista.” Pero el error de ‘la enciclopedia libre’ en la página dedicada a Truth es, de hecho, mucho mayor.

Porque en realidad no se debatía en el Parlamento si Truth era “fascista,” como pretende Wikipedia. El escándalo sucedió, explica el historiador Richard Cockett, porque unos parlamentarios descubrieron que Truth ¡era propiedad del Partido Conservador![34] Ésa fue la acusación: que Truth era un vocero de los conservadores; el sesgo pro nazi del periódico lo entendía todo mundo y no se prestaba a controversia alguna (abajo lo veremos). ¿Cómo ha hecho Wikipedia para presentar esto al revés? No sé, pero en algo contribuye la ausencia total de referencias al trabajo de Richard Cockett, principal investigador de Truth.

Algunos hechos documentados por Cockett son, por demás, relevantes para esta discusión, como ahora explico.

Como menciona correctamente Wikipedia, Truth había sido “comprada por el National Publicity Bureau [NPB].” Dicha institución, cabe recordar, estaba a cargo de Joseph Ball. Es más: en una carta privada a su hermana—disponible ahora para escrutinio de los historiadores—“Neville Chamberlain … admitió … que el diario [Truth] era ‘controlado en secreto por Sir Joseph Ball.’ ”[35] Y este dato trascendental, sensacional, que documenta Richard Cockett ha dejado escapar libre al gato encerrado.

Porque si Joseph Ball era quien personalmente tronaba los dedos (para beneficio de Chamberlain) en Truth, entonces Ball (nuevamente para beneficio de Chamberlain) era quien personalmente había escogido a A.K. Chesterton—ése que trabajaba para Adolfo Hitler—como editor asistente del diario.

Y Ball hizo aquello—ojo—después del escándalo en el Parlamento que exhibiera la conexión de Truth con el Partido Conservador. Ball transfirió las acciones a Colin Brooks, un escaparate aceptable, “para cubrir sus huellas,” pero se aseguró de que Chesterton estuviera ahí de editor asistente para cuidar la línea editorial.[36]

¿Y cuál era esa línea? ¿Qué cosas había estado publicando Truth? ¡Ni un suspiro de esto en la página de Wikipedia! Pero Cockett sí lo menciona. Escribe que:

Truth adoptó un tono abiertamente antisemita y racista …, [y] a cualquier opositor del apaciguamiento lo llamaba judío/comunista traidor a la verdadera causa inglesa. … Truth también adoptó una postura abiertamente pro alemana y pro italiana al paso que Chamberlain buscaba una solución diplomática con Hitler y Mussolini. Truth aprovechaba cualquier oportunidad para presentar las quejas alemanas en los términos más positivos posibles; al mismo tiempo excusando toda acción alemana que pudiera parecer antagónica o amenazante, y culpando siempre a los franceses por precipitar una crisis europea.”[37]

Esto se llevaba a extremos. Cuando Hitler movilizaba sus tropas con la intención de atacar a Checoslovaquia, Truth escribió que no había razón para ver una agresión en ello. El mismo número celebraba a Hitler como un hombre de sensibilidad profunda ¡pues según el diario era un gran artista de acuarela! Al primer ministro le encantaba esto: “Chamberlain recomendó Truth y su contenido político distintivo varias veces a sus hermanas.”[38]

¿Qué debiera uno concluir, de este contexto, sobre la ideología de Chamberlain y de Ball? Cockett lo pone así:

Truth, expresando las opiniones de Ball y Chamberlain, parece haber distado poco en su contenido ideológico de los prejuicios y creencias que profesaban los líderes nazis.”[39]

Me parece que Cockett, singular entre los historiadores, ha acusado muy cortésmente a Chamberlain—¡y en el Historical Journal de la Universidad de Cambridge!—de ser un nazi.

Pero si hiciera falta otra pistola humeante, también la tengo. Excepto que ésa exige su propio artículo (pronto).

¿Por qué no sabías nada de esto?

Orwell dijo: “nadie se hace con el poder con la intención de cederlo después.” Para recuperar el poder hay que arrebatarlo.

Los conservadores antidemocráticos quienes, desde los servicios secretos británicos, se hicieron clandestinamente con la prensa en los años 1930, nunca tuvieron la intención de soltarla. Para recuperar la libertad de prensa habría que arrebatarla. Pero eso requiere, como mínimo, un escándalo nacional. Y eso no ha sucedido. Muy poca gente sabe de esto.

Entonces creo que Richard Cockett tuvo razón cuando escribió que “la relación incestuosa” que se aprecia en el periodo de Chamberlain “entre Whitehall [el gobierno británico] y la prensa,” es decir, entre el gobierno y, con comillas sarcásticas, “la prensa ‘libre’ e ‘independiente’ de Gran Bretaña,” ha persistido “hasta el día de hoy.”[40] Cockett escribió aquello en 1989, pero el escándalo faltante sigue sin presentarse. El silencio de los grandes medios sobre esta cuestión se explica fácil, porque una prensa controlada no habría de exhibir su propia corrupción.

Pero se aprecia un control más extensivo todavía, pues la corrupción de la prensa británica a niveles totalitarios a manos de Chamberlain, y su control personal de Truth—un diario indistinguible de los diarios del propio Hitler—a través de su mejor amigo Joseph Ball, no se menciona, tampoco, en los libros de texto, no obstante que todo esto lo documentaron historiadores profesionales en los años 1980.

Y Richard Cockett, luego de publicar sobre esto, en el periodo 1989-90, un artículo académico y un libro, no volvió a decir nada al respecto que yo pueda encontrar.[41] Quizá no haya relación alguna entre aquello y la oferta de empleo que poco después recibiera Cockett para laborar en la rancia cima de la prensa británica: en The Economist. Pero lo pone a uno a pensar.

Una sincronicidad interesante

Para terminar, considera esto: no le habría servido de mucho a Chamberlain eso de controlar a la prensa británica si la prensa tentacular y prestigiada de los Estados Unidos no hubiera caído también bajo control de sus aliados. Porque en dicho caso la prensa estadounidense hubiera investigado y expuesto lo que hacía Chamberlain. Pero Chamberlain se salió con la suya. Pregunto: ¿Sería entonces que los aliados de Chamberlain consiguieron un control clandestino cabal de la prensa estadounidense? Parece que sí lo hicieron—¡y al mismo tiempo!—.

Hay una sincronicidad notable aquí.

Chamberlain, Ball, y Cia., usando los servicios secretos británicos, completaron su engullimiento de la prensa británica en 1937-38. Simultáneamente, del otro lado del Atlántico, los Rockefeller, unidos a la inteligencia estadounidense, consiguieron el control clandestino de los medios en aquel país. Para validar que ya tenían el poder de crear eventos históricos falsos, hicieron prueba de campo con la dramatización radiofónica que hiciera Orson Welles en CBS de La Guerra de los Mundos (casi nadie entiende esto). Y luego, después de la guerra, los Rockefeller continuaron con un papel dominante en la inteligencia estadounidense, y sobre todo en el tema de la guerra psicológica.

¿Puede entreverse un vínculo entre los dos esfuerzos? Sí.

En su trabajo extensivo y definitivo sobre el movimiento eugenista—el movimiento que parió al nazismo alemánel historiador Edwin Black ha documentado que el eugenismo, a nivel internacional, fue dirigido por los eugenistas en Estados Unidos, y en segundo plano por los eugenistas británicos (los impulsores originales del movimiento, empezando con Francis Galton). Entre los líderes eugenistas estadounidenses destacaban los Rockefeller, financiadores generosos del movimiento y de su crecimiento en Estados Unidos. Y financiaron también—y muy generosamente—su crecimiento en Alemania, y continuaron eso inclusive luego de que fuera convertida en el Tercer Reich de Adolfo Hitler.

Neville Chamberlain—como arrojan las investigaciones de Edwin Black y otros—fue pionero del movimiento eugenista en Gran Bretaña. Durante su gestión como ministro de salud—a tres años apenas de convertirse en primer ministro—Chamberlain hizo esfuerzos enormes (y fallidos) por hacer de la esterilización forzada de ‘subhumanos’ no arios una realidad británica. Ésa será mi segunda pistola humeante.

Hasta la próxima.



Francisco Gil-White, antropólogo político e historiador, es autor de El Eugenismo: Movimiento que Parió al Nazismo Alemán, y de El ‘Apaciguamiento’ de Adolfo Hitler, ambos incluidos en su serie: El Colapso de Occidente: El Siguiente Holocausto y sus Consecuencias.


 

NOTAS:

[1] Citado en: Shirer, William L. (1995[1960]). The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. New York & London: Simon & Shuster. (p.619)
https://archive.org/details/risefallofthirdr50edshir_k3e0

[2] Taylor, A. (1996 [1961]). Origins Of The Second World War. United Kingdom: Simon & Schuster. (pp.106-107)
https://archive.org/details/originsofsecond00tayl/mode/2up?view=theater

[3] Watt, D. C. (1956). The Anglo-German Naval Agreement of 1935: An Interim Judgment. The Journal of Modern History, 28(2), 155-175. (pp.161-162)
https://www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/237885?journalCode=jmh

[4] Cockett RB. 1990. Ball, Chamberlain and Truth. The Historical Journal 33: 131-42 (p.132)
https://www.cambridge.org/core/journals/historical-journal/article/abs/ball-chamberlain-and-truth/BED560801DC352555858F0C543483B05

[5] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132

[6] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) pp.131-132

[7] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132

[8] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132

[9] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.133

[10] “Ball, Chamberlain and Truth” (op. cit) p.132

[11] Adamthwaite A. 1983. The British Government and the Media, 1937-1938. Journal of Contemporary History 18: 281-97 (pp.282-85)
https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/002200948301800206

[12] The British Government and the Media (op. cit.) pp.282-85

[13] “ ‘He cultivado relaciones personales íntimas con los líderes de la industria fílmica británica,’ reportó Ball confidencialmente a Chamberlain en junio de 1938, ‘y estoy satisfecho de que puedo contar con el apoyo total de la mayoría de ellos …’ Enfatizando la importancia de aprovechar las pantallas de los cines, vistas por 20 millones de personas cada semana, Ball dijo: ‘Ya he preparado el camino para esto con todos los exhibidores de los grandes circuitos … con Korda entre los productores, y con los presidentes de las cinco grandes compañías de cine.”

FUENTE: Pottins, Charlie (1990). Cabinet Conspiracy. Jewish Socialist. No.19 (Spring)
https://www.jewishsocialist.org.uk/features/item/cabinet-conspiracy

[14] Pronay, N., & Taylor, P. M. (1984). ‘An Improper Use of Broadcasting…’ The British Government and Clandestine Radio Propaganda Operations against Germany during the Munich Crisis and after. Journal of Contemporary History, 19(3), 357-384. (p.357)
https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/002200948401900301?journalCode=jcha

[15] Shirer, William L. (1995[1960]). The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. New York & London: Simon & Shuster. (p.248)

[16] ‘An Improper Use of Broadcasting…’ (op. cit.) p.357

[17] Rise and Fall of the Third Reich (op.cit.) pp.287-288

[18] Orwell, George. A Collection of Essays (Harvest Book) Houghton Mifflin Harcourt. Kindle Edition. (p.197)
https://archive.org/details/collectionofessa0000orwe_i0y6/mode/2up

[19] A Collection of Essays (op. cit.) p.190

[20] A Collection of Essays (op. cit.) pp.204-205

[21] Wu, Shuang. (2018). British Press Coverage of Nazi Antisemitism, 1933-1938 (Doctoral dissertation, The Ohio State University). (p.26)
https://etd.ohiolink.edu/apexprod/rws_olink/r/1501/10?clear=10&p10_accession_num=osu1531941751035663

[22] COGHLAN, F. (1972). ARMAMENTS, ECONOMIC POLICY AND APPEASEMENT. BACKGROUND TO BRITISH FOREIGN POLICY, 1931–7. History, 57(190), 205–216. (p.208)
https://www.jstor.org/stable/24407852

[23] British Press Coverage of Nazi Antisemitism (op. cit) pp.36, 38

[24] Wikipedia page consulted on 9 September 2022.
https://en.wikipedia.org/wiki/Truth_(British_periodical)

[25] Wikipedia page consulted on 10 September 2022.
https://en.wikipedia.org/wiki/A._K._Chesterton

[26] Dalin, David G.; Rothmann, John F. Icon of Evil. Random House Publishing Group. Kindle Edition. (p.87)
https://archive.org/details/iconofevilhitler0000dali

[27] Icon of Evil (op.cit.) p.87

[28] Icon of Evil (op.cit.) p.87

[29] Icon of Evil (op.cit.) p.87

[30] Newsinger, J. (2001). Blackshirts, Blueshirts, and the Spanish Civil War. The Historical Journal, 44(3), 825-844. (pp.826-827; 830)
https://www.cambridge.org/core/journals/historical-journal/article/blackshirts-blueshirts-and-the-spanish-civil-war/1512E4D3418A77AA4BD746DC77A29343

[31] Wikipedia, consulted 13 Septermber 2022.
https://en.wikipedia.org/wiki/Harold_Harmsworth,_1st_Viscount_Rothermere

[32] Blackshirts, Blueshirts, and the Spanish Civil War. (op. cit.) pp.826-827; 830

[33] Wikipedia page consulted on 9 September 2022.
https://en.wikipedia.org/wiki/Oswald_Mosley

[34] Cockett, R. (1989). Twilight of Truth: Chamberlain, Appeasement, and the Manipulation of the Press. United Kingdom: St. Martin’s Press. (pp.184-185)
https://archive.org/details/twilightoftruth00rich/mode/2up

[35] Ball, Chamberlain and Truth. (op.cit.) p.135

[36] Ball, Chamberlain and Truth. (op.cit.) p.185

[37] Ball, Chamberlain and Truth. (op.cit.) p.136

[38] Ball, Chamberlain and Truth (op. cit.) p.135

[39] Ball, Chamberlain and Truth (op. cit.) pp.139-140

[40] Twilight of Truth (op. cit.) pp.1-2

[41] Ni siquiera pude encontrar artículos académicos del propio Cockett, escritos después, que citaran su propio trabajo sobre Chamberlain y la corrupción de la prensa.


 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío. Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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