Enlace Judío – Por primera vez en más de 30 años, se construirá un nuevo kibutz en Israel, informó Haaretz.
La decisión de implementar el plan para construir un nuevo asentamiento cooperativo en la parte oriental del desierto del Néguev fue aprobada la semana pasada por el Movimiento Kibutziano, la organización que agrupa a aproximadamente 230 kibutzim laicos de Israel. (Cerca de 20 kibutzim religiosos pertenecen a una organización distinta).
El nuevo kibutz, que aún no tiene nombre, será una de las cinco nuevas comunidades que se establecerán en las afueras de la ciudad de Arad (ubicada a 135 kilómetros al sureste de Jerusalén).
El plan para crear este grupo de comunidades, que también incluirá una ciudad beduina y otra para judíos ultraortodoxos, fue aprobado por el gobierno en marzo.
Los kibutzim de Israel atravesaron tiempos difíciles en la década de 1980. Para sobrevivir, la gran mayoría se privatizó, exigiendo a sus miembros pagar por sus necesidades básicas, incluyendo su alimentación. En lugar de recibir un estipendio mensual en función de sus necesidades, los miembros también comenzaron a ganar sueldos que se determinaban en función de los puestos que ocupaban.
Como resultado, actualmente muy pocos kibutzim siguen adoptando los antiguos principios de la vida colectiva.
“Kibutzim renovados” es la palabra clave para aquellos que han sido privatizados, y el nuevo kibutz del desierto se unirá a sus filas. En otras palabras, no tendrá comedor comunitario, lavandería comunitaria o casas comunales para niños (donde los niños duermen separados de sus familias); de hecho, no incluirá ninguna de las características clásicas de un kibutz.
“No queremos construir algo que al final tendremos que cerrar. Ya hemos pasado por eso”, comenta Nir Meir, secretario general del Movimiento Kibutziano.
“Lo que lo distinguirá de otras comunidades rurales es la propiedad conjunta de las instalaciones comunes”, explica.
El nuevo kibutz será nombrado por sus miembros, pero Meir recomienda nombrarlo en honor a Aharon Yadlin, uno de los líderes del movimiento sionista laborista, fallecido el mes pasado a los 96 años.
El plan es reclutar a 100 familias para el kibutz, que incluirá una gran parcela de tierra agrícola para acoger a aquellos interesados en la agricultura. Meir estima que las primeras familias podrán instalarse en viviendas temporales en unos dos años.
Prevé una enorme demanda para esta rara oportunidad de formar parte de un nuevo asentamiento cooperativo. “Ahora mismo tenemos una lista de entre 30,000 y 40,000 personas que se trasladarían a los kibutzim existentes mañana mismo si tuviéramos espacio”, asegura.
“Pero los solicitantes deben comprender que este es un compromiso de por vida y no una aventura de unos años”.
Alrededor de 200,000 israelíes viven actualmente en kibutzim, y aproximadamente un tercio de ellos son miembros de pleno derecho.
El primer kibutz, Degania Aleph, se creó en 1909 (en lo que entonces era la Palestina otomana). El último, Neot Smadar, se estableció en 1989 en el sur del desierto de Aravá. El gobierno lanzó un enorme plan de rescate para los kibutzim en la década de 1980. Desde entonces, dejó de alentar la creación de nuevos kibutzim.
“Nuestra posición siempre ha sido no presionar”, indica Meir. “Pero si el gobierno decide crear nuevas comunidades, nosotros también queremos estar allí. Por eso, cuando se tomó la decisión de establecer nuevas comunidades en el Néguev oriental, contactamos a las autoridades y les dijimos que nos gustaría que una de esas comunidades fuera un kibutz. La verdad es que quedaron muy sorprendidos, pero también muy contentos”.
En un principio, el ayuntamiento de Arad se opuso rotundamente al plan de establecer estas comunidades en sus afueras. “Pensamos que antes de que el gobierno decida crear algo nuevo, debe invertir en el fortalecimiento de ciudades existentes como la nuestra”, señala el alcalde Nisan Ben-Hamo.
Tras una considerable presión de su parte, el gobierno israelí aprobó una resolución para invertir decenas de millones de shekels en los próximos años en el fortalecimiento de Arad y otras localidades del Néguev oriental.
“Nos preocupaba que pudieran ser comunidades exclusivas y de alta sociedad que atrajeran a nuestra población más fuerte, pero nos dimos cuenta de que no teníamos nada que temer porque estas comunidades no competirían por nuestros habitantes. En el caso del kibutz, por ejemplo, se trata de familias que vendrán de fuera de la región y se dedicarán principalmente a la agricultura. La gente que vive en Arad no quiere ser agricultora”, explicó Ben-Hamo.
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