Enlace Judío- “62 años después: mis vivencias en la Idishe” es la ponencia que Miriam Weissberg impartió el la Universidad Iberoamericana el 20 de septiembre, en el marco de la Semana Académica y Cultural Conmemorativa del Programa de Cultura Judaica del Departamento de Historia.
“En algún momento del 2019, desayuné con algunas compañeras de la Generación de la Idishe y me dí cuenta, a través de la plática que tuvimos en esa ocasión, que la experiencia de estudiar en el Colegio Israelita de México no fue igualmente apreciada o vivida, por cada una de nosotras. Pude darme cuenta que para muchos de nosotros, tanto hombres como mujeres, que estuvimos juntos desde 1948 hasta 1960, no fue lo más grato, mientras que, para otros, nos dio experiencias que nos hizo ser quienes actualmente somos.
Me permito, por tanto, hacer un relato personal, de lo que para mí fue el estudiar en la Idishe, los conocimientos que allí obtuve, las amistades que logré, muchas de las cuales permanecen en mi vida hasta la fecha y el enorme cariño que desde niña la Idishe Shul ha dejado en mi corazón .
Primaria
Mi primer recuerdo se remonta a 1950, primero de primaria, con una maestra de español, Amalia Corona, que ciertamente no era lo más cariñoso del mundo y cuya imagen me recuerda a la protagonista de la película de Zorba el Griego, la Bobulina, ¿Se acuerdan? Con su maquillaje lleno de polvos blancos en el rostro y unas chapitas muy coloradas, además de siempre vestir de negro. Y como contraparte, en un enorme contraste, teníamos de lererque de idish a Jaya Toremberg,(que en paz descanse), joven, guapa, vestida a la moda, entusiasta y totalmente comprometida con la labor de maestra. Creo que ella determinó muchas cosas en mi vida y tuve la fortuna de decírselo!
La primaria en general la pasé disfrutando, sobre todo de los festivales que se organizaban cada año, ya fuera por el Día de las Madres, por el festejo del cumpleaños del Director, Don José Montaño, o las famosas “forshtelungs” de fin de cursos. Yo gozada tanto estas actividades, porque desde muy chica, creo que desde los 4 años me fascinó bailar. Tanto así, que desde muy pequeña mi mamá, a pesar de tener muchas limitaciones económicas, me metió a cursos de danza, tanto de ballet, como de folklore español y mexicano. Así que estos festivales, se convirtieron para mí en un grandioso escenario!!!
En la primaria, los niños estaban en un salón de clases y las niñas en otro. No recuerdo hasta qué año, existió un Grupo C, que era mixto, pero a mí me tocó estar con puras niñas. Y, por ello, allí es que se fue formando una bella amistad con varias de ellas.
También recuerdo de esos años, 1950-1955, que vinieron de visita a la escuela, grandes personalidades mundiales, como Eleanor Roosevelt, como Yaakov Tzur y no estoy segura, pero creo que también vino Golda Meir.
Y fue precisamente, por pláticas de Yaakov Tzur que tomé conciencia de lo que se vivía en el Estado de Israel. El nos contó que tenía un nietecito que vivía en un kibutz en las faldas de las Alturas del Golán y que, debido a los constantes ataques sirios, en sus dos y medio años de vida, había pasado más tiempo dentro del refugio del kibutz que jugando en la superficie. Esta anécdota marcó mi vida.
También recuerdo que en sexto de primaria nos dieron toda una clase, a las niñas, para que supiéramos lo que era la menstruación, cuando ya todas en la clase, perfectamente recordábamos que a Estela Kowalsky, le vino la regla en 5º. año y nos dimos cuenta, porque su short de gimnasia estaba manchado de sangre y pensamos que se había cortado. ¡¡¡Qué tiempos aquellos de ingenuidad e inocencia!!! A los 11 años, no sabíamos lo que era la menstruación e ignorábamos, por lo menos yo, como se hacían los niños, Ni idea de lo que era las relaciones sexuales, ni nada que se le pareciera.
También recuerdo que, como escuela privada, la Idishe tenía alumnas no judías que estaban becadas y tuvimos una compañera, Clara Landa, que siempre, en Pesaj, traía de lunch varios pedazos de matzá, porque su mamá consideraba que lo menos que podía hacer en agradecimiento, era respetar nuestra festividad. Me causó una gran admiración este hecho y lo tengo, por ello, grabado en mi memoria.
No tengo grandes recuerdos de la graduación de primaria. Lo que sí tengo es recuerdos agradables de ir a la escuela todas las mañanas. Nunca me dio flojera levantarme para asistir a clases.
Secundaria
La secundaria fue otra cosa. Teníamos un maestro por cada materia, tanto en español, como en idish y en hebreo. Y también fue diferente, porque llegaron a la escuela varias compañeras de otras escuelas, como Rebeca Wainer, Lorelle Hoffs, Lila Birman, Mery Lápidus, Elizabeth Bourd, Sylvia Feldman; Elena Lachtman que llegó de Panamá, guapísima y siempre muy alegre y, por último, Noemí Vilensky, que llegó de Córdoba, Veracruz y que era una persona muy grandota, parecía boxeadora y creo que hasta miedo nos daba. También recuerdo que algunas de las compañeras de la primaria se quedaron en el camino, ya sea porque reprobaron el año o porque se fueron a otras escuelas.
Y por supuesto, no puedo dejar de mencionar que, precisamente porque nuestra vivencia y nuestra edad eran otras, tuvimos varios momentos, difíciles algunos y divertidos otros. Recuerdo que en una clase de Literatura del Maestro Huacuja, él estaba leyendo un cuento que impresionó tanto a Sara Munich, que casi se desmayó, o a nuestra querida Sofía Pessel, que sufría de epilepsia y que en un momento, ella estaba sentada en la barda del segundo piso, donde estaban los salones de la Secundaria y le dieron unas convulsiones que si no hubiera sido porque alguien (no recuerdo quién) la detuvo, se hubiera caído al piso de abajo. Y cómo olvidar las travesuras que le hacíamos a la maestra Terrés, nuestra maestra de modelado, que nos caía bastante mal y que unas compañeras le pusieron chicle y gajos de mandarina en la silla y cuando se sentó las carcajadas fueron de película.
Recuerdo que, en la Idishe, hubo algunas idas de pinta de varias compañeras, pero ahí sí que no puedo hablar, porque yo nunca participé. Creo que yo era medio nerd, y por eso no le entré a muchas de las locuras de varias de nosotras. Lo que sí recuerdo muy bien es que a Mery Lapidus, su papá le regaló un automóvil, que a mí me pareció enorme, por su cumpleaños de 15 años y yo me sentía literalmente soñada cada vez que me subía con otras alumnas a dar la vuelta con ella. Otro detalle, que recuerdo en especial, era Lila Birman chupando su pirulí. Lo hacía como si fuera a ser filmada como Marylin Monroe (sin ofender) con tanta sensualidad (ahora me doy cuenta) que me dejaba bastante impresionada.
¡¡¡Bueno!!! ¡Y la graduación de secundaria! Lo máximo. Además de la ceremonia en la mañana, donde nos entregaron nuestros certificados, tuvimos también un baile de graduación, donde cada compañero ó chambelán, nos dio una orquídea para llevarla puesta en el waltz que por semanas ensayamos. Yo tuve a uno de los compañeros más guapos y atentos, Jimmy Laventman, y la orquídea que me mandó, la guardé por años en un libro, pues fue la primera flor que recibí en mi vida!!!! Era noviembre de 1958.
Preparatoria
En febrero de 1959 iniciamos la preparatoria. Todo fue diferente. Primero, porque muchos de los compañeros y compañeras se fueron a otras escuelas. Sobre todo, los compañeros se fueron a las Preparatorias Nacionales. Y a cambio, llegaron otros muchos, que venían de otras escuelas judías que no contaban con preparatoria, como la Naye y la Yavne!!!
Confieso que, hasta la fecha, yo nunca hice distinción de quienes éramos de la Idishe y quienes venían de otras escuelas. Para mí todos éramos compañeros y lo que nos diferenciaba era, qué pensábamos estudiar, al salir de la Idishe. Por ello, se formaron grupos, ahora sí mixtos. Uno en los que iban para Filosofía y Letras y carreras más bien humanísticas. Otro donde estaban los que iban para ingeniería y otras materias técnicas y otro, donde estaba yo, para los que estudiaríamos medicina y odontología. Nuestro grupo era el más pequeño y teníamos maestros que nos daban clases a los tres grupos y maestros que sólo nos daban a nosotros.
Por ejemplo, recuerdo que teníamos al maestro Domínguez, que nos daba matemáticas y que le encantaba el baseball, así que ponía, creo que a Jimmy Laventman, que estuviera con un pequeño radio de transistores, oyendo los partidos de las finales, y que le fuera informando al profesor, mientras nos daba la clase.
En la Idishe teníamos una maestra de inglés muy atractiva, la maestra Barragán, y en su clase, a los hombres se les caían los lápices constantemente, pues así aprovechaban para verle las piernas a la maestra, cada vez que los recogían. También era muy guapo el maestro de sicología, el maestro Vizcaíno, que posteriormente, llegó a ser el Director del Colegio de Bachilleres por muchos años. Y cómo olvidar al Maestro Poncelis, que nos dío etimologías griegas y latinas, además de Literatura Universal y Latinoamericana y cuya alumna consentida era Tanya Cybula, la apreciaba mucho y me acuerdo que en una ocasión, me sacó de clase, (no recuerdo por qué) y yo le reclamé que por qué a mí sí me castigaba y a Tanya no ¡ ja-ja-ja! Eso hizo que Poncelis, me tomara mucho más en cuenta y, terminamos la prepa siendo buenos amigos!
Y llegó el 27 de noviembre de 1960. Nuestro baile de graduación de la preparatoria. Aún conservo hasta la invitación al evento. Ahora sí se acababa nuestra adolescencia y teníamos que aceptar que teníamos que tomar la vida en nuestras manos y salir al mundo. Cada quién siguió su camino. Unos en México, algunos en el extranjero.
Y aquí empiezo el relato de Miriam Weissberg, la profesionista, la mujer, la madre, todo ello como consecuencia de lo que la Idishe dejó en mí.
Empezaré por decir que me casé muy joven, a los 18 años. Tengo dos hijos, dos nietas y tres bisnietos, (esa podría ser tema de otra telenovela) El hecho es que me casé con un chico costarricense, lo que provocó que me fuera a vivir a Costa Rica y, como lo dije al principio de mi charla, la buena suerte me acompañó y entré a trabajar a la Embajada de Israel en Costa Rica, desde que se creó, porque yo era la única persona en la comunidad judía costarricense que hablaba inglés, idish y hebreo!! Aquí cabe una anécdota importante más. No crean que yo aprendí hebreo en la Idishe. No, yo aprendí hebreo con mi abuelo paterno, Abraham Weissberg, que vivió con nosotros desde que yo tenía 7 años, más o menos, debido a que enfermó de meningitis y por la habilidad de mi papá como médico, se salvó y desde entonces vivió con nosotros.
Regresando a mi vida en Costa Rica, el hecho de trabajar en la Embajada de Israel me permitió enterarme en forma directa de los hechos más importantes que acontecían en Israel, incluyendo todo lo que se refiere a la Guerra de los 6 Días, de la Guerra de Yom Kipur y de muchas otras situaciones que me han hecho expresar mi sentir sobre la situación de los mal llamados refugiados palestinos y la reacción del mundo entero al respecto.
En 1971, me divorcié y regresé a México y fue entonces que mi vida profesional dio un cambio muy brusco, interesante e importante. Primero, porque tuve la oportunidad de entrar a trabajar al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, CONACYT, como secretaria primero, luego como técnico y terminé con el nivel de subdirectora.
Estoy hablando de 1980, año en el que me recibí como licenciada en Relaciones Internacionales, se publicó mi tesis en la Revista Ciencia y Desarrollo, me hicieron una conferencia de prensa, y empezó a sonar mi nombre como una persona que sabía mal que bien sobre el tema de la cooperación científica y tecnológica internacional, sobre política científica y tecnológica y sobre otros temas relacionados con el quehacer internacional. Tanto así, que la Embajadora de México en la India, la Dra. Graciela de la Lama, le pidió al entonces Director General de CONACYT, Dr. Edmundo Flores que me autorizara como Consejera Científica de México en la India, lo que sucedió de enero de 1981 a mayo de 1982.
Y nuevamente, la suerte estuvo conmigo en esta experiencia, verdaderamente extraordinaria, porque yo me parecía tanto a Saira Banu, la “María Felix” de la India que me detenían en la calle para pedirme mi autógrafo y muchísimas personas estaban convencida de que yo era su actriz consentida. Muy probablemente, este hecho contribuyó a que todos los directores de los 32 centros de investigación que visité en la India, me trataran con mucha amabilidad y respecto. Probablemente imaginaban que iba a llegar una mexicanita, canosa, de chonguito, con anteojos y zapatos de monjita y llegaba yo vestida a la super moda y hace poco, me “cayó el veinte” y creo que hubo casos en que el Director del Centro que visitaba, no sabía si preguntarme sobre las cuestiones científicas de México o pedirme mi autógrafo. Jajajaja!
Concretando, he tenido tantas oportunidades de aportar y compartir mis experiencias que ahora, aunque no lo crean, a mis 79 años recién cumplidos, además de tener mi canal en You Yube, me estoy volviendo “la princesa del TikTok”
Muchos se preguntarán qué es eso. Yo también me lo pregunté, pues ciertamente tanto yo como muchos aquí presentes pertenecemos a la 5ª. edad, que nos comunicamos en un buen español o en idish, entre los compañeros de la Idishe que con gran gusto seguimos frecuentándonos.
Y ya para terminar, no creo necesario afirmar que si bien, toda la vivencia que tuve en la Idishe marcó mi vida y conducta para el resto de mi vida, tanto profesional como personal, en realidad soy quien soy, en mayor medida por la importancia que tuvieron mis padres en mi existencia, sobre todo mi mamá, Sarita Szclar de Weissberg, a quien todos conocieron como Sarita Weissberg, y que fue de las primeras mujeres judías en México, que se recibieron de una carrera universitaria. Mi mamá fue química farmacobióloga y lo interesante es que tuvo como 14 compañeras estudiando la carrera, lo que me indicó que hubo casos en que las mujeres no se dedicaron a criar hijos y ser sumisas, no, para nada. Muchas estudiaron en la Universidad y fueron profesionistas exitosas.
También tengo que destacar la importancia que mi mamá le dio siempre a la cultura y a que las mujeres debíamos estar bien informadas y conocer lo que sucedía a nuestro alrededor. Al respecto no puedo ignorar que Sarita fue de las primeras mujeres que pertenecieron a la WIZO y que tanto se preocupó de que sus miembros adquirieran cultura, que fundó la revista de la WIZO, luego fue de las que fundaron el Ulpán y contribuyó a que la organización tuviera una biblioteca, para que todas pudieran tener a la mano los libros que les interesaran que años después, a esa biblioteca le pusieron el nombre de mi mamá, Sarita Weissberg, nombre que tengo entendido que mantiene hasta la fecha.
Pero lo más destacable de Sarita era su alegría de vivir, su optimismo y su ver la vida en forma positiva, y yo, aquí estoy sin falsas modestias, siendo la versión corregida y aumentada, ¿meshúguene, contenta y satisfecha, de esa Sarita Weissberg que nos está viendo desde el cielo!
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