No era ortodoxo, pero la bendición del Lulav salvó su vida

Enlace Judío- Sucedió en el año 1973, una semana después del comienzo de la Guerra de Yom Kipur.

Era el último día de Sucot, llamado “Hoshaná Rabá”, y el Rabino Shamai Parnes, uno de los principales rabinos del ejército israelí, junto a sus asistentes, se encontraban cerca del canal de Suez. Eran las últimas horas de la mañana, cuando el rabino llegó conduciendo a la base militar construida en medio del desierto. Como él ya había utilizado y recitado la berajá (bendición) de su Lulav y Etrog el último día de Sucot, decidió dejarlos en la base.

Sin embargo, poco tiempo después que el Rabino Shamai llegara a la base, comenzó a formarse una larga fila de soldados, esperando también poder recitar la berajá del Lulav y el Etrog que el Rabino había traído consigo.

Mientras la fila seguía creciendo, un joven soldado no ortodoxo, de nombre Arik Shuali, viajaba hacia el sur, manejando un camión lleno de municiones.

Al observar a través de sus binoculares, Arik notó que había muchos soldados reunidos en una misma área. Con curiosidad, bajó del camión, y se dirigió caminando hacia el lugar en el cual estaba reunida la gente.

Al acercarse, preguntó: “¿por qué están todos los soldados aquí formados?” Le explicaron entonces, que había llegado el Rabino Shamai, y que los soldados estaban esperando su oportunidad para poder decir la berajá.

Arik no tenía ningún interés en quedarse esperando la fila; sin embargo, cuando uno de sus amigos le mencionó que era el último día para poder cumplir con la mitzvá del Lulav y del Etrog, aceptó esperar su turno.

Finalmente le llegó el turno al soldado Arik, y en el momento en que recibió en sus manos el Lulav y el Etrog, y comenzó a recitar la bendición, una bomba hizo blanco en su camión. El vehículo explotó, ocasionando una múltiple serie de explosiones, debido a las municiones que llevaba dentro.

Las explosiones fueron de tal magnitud, que incluso se formó un cráter en el lugar sobre el cual estaba estacionado su camión.

Cuando más tarde los israelíes examinaron el lugar donde había estado el camión, no pudieron encontrar ni siquiera un fragmento de metal que hubiese quedado del vehículo.

Pasaron tres meses, cuando el Rabino Shamai leyó una noticia en el periódico del ejército israelí

Era un anuncio, informando que la esposa del soldado Arik Shuali, había dado a luz a una pequeña niña.

El anuncio incluía también una declaración del flamante padre: “Creo con cada fibra de mi ser, que si hoy estoy vivo, y que si tuve el mérito de ver a mi hija recién nacida, fue sólo por la mitzvá que estaba cumpliendo en el preciso instante en que mi camión fue bombardeado”.

Esta impresionante historia nos demuestra una vez más, la “Hashgaja Pratit” (Providencia Divina) que acompañó durante la Guerra de Kipur al ejército de Israel, y en especial al soldado Arik Shuali, que por cumplir esta mitzvá en Sucot, salvó su vida, y pudo ver a su hija recién nacida.

Esa es la fuerza que puede tener una aparente y simple mitzvá, que hace que despierte la esencia del alma del yehudí, y lo lleve al cumplimiento de otros preceptos, a través de lo cual nos hacemos meritorios de ser inscriptos y sellados para bien, para un año bueno y dulce.

Ah, se me olvidaba: el soldado Arik llamo a su hija, “Lulabi”, por este milagro que le sucediá.

¡JAG SAMEAJ!

 

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