Enlace Judío – En un artículo de opinión publicado en Haaretz, el columnista israelí Amos Harel sostiene que el acuerdo marítimo entre Israel y Líbano podría estabilizar las relaciones entre ambos países. Sin embargo, advierte que su ratificación final podría verse obstaculizada por objeciones internas en Israel.
La inminente firma del acuerdo sobre la frontera marítima entre Israel y Líbano se perfila como un acontecimiento importante en las relaciones de ambos países. Aunque el Líbano evita cuidadosamente cualquier contacto con Israel y, por supuesto, no se trata de un tratado de paz, hay una oportunidad de una cierta estabilización de las relaciones, al tiempo que se reduce el peligro de otra guerra entre Israel y Hezbolá, una amenaza que se cierne sobre la región desde hace años.
A corto plazo, se espera que el acuerdo alcanzado gracias a la enérgica mediación de EE.UU. prive al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, de su excusa más accesible para un enfrentamiento militar, el supuesto “robo de gas” de Israel. En caso de que Nasrallah siga buscando ese enfrentamiento más adelante, se verá obligado a sustentar sus acciones en puntos de disputa más antiguos, que están lejos del consenso libanés, como el Monte Dov y una serie de puntos a lo largo de la frontera terrestre.
A más largo plazo, el acuerdo perfila un futuro en el que dos valiosas plataformas de gas se encuentran una frente a la otra, Karish en Israel y Kana en Líbano, a través de un acuerdo respaldado por garantías estadounidenses. En términos del Medio Oriente, se trata de una estructura de apoyo bastante sólida. En caso de que Líbano obtenga una futura ganancia inesperada de sus depósitos de gas, que el país necesita desesperadamente, mientras que, por otro lado, su pérdida potencial debe ser clara (su plataforma de gas quedaría fuera de servicio si la plataforma israelí se ve perjudicada), esto sería un paso significativo hacia el fortalecimiento de la estabilidad regional.
Ambas partes publicaron este martes declaraciones optimistas, reforzando las primeras estimaciones sobre un avance en las conversaciones. La primera declaración vino del Líbano, e Israel se apresuró a responder con una declaración positiva del jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Eyal Hulata, seguida de otra del primer ministro Yair Lapid.
El mandatario anunció el “acuerdo histórico”, y subrayó que será sometido a votación por el gabinete para su aprobación. La oposición condenó instantáneamente la iniciativa.
Este parece ser el principal obstáculo que queda: la oposición política y las objeciones legales en casa, en Israel. La parte libanesa se ha comprometido con el acuerdo, sin más objeciones. Jerusalén enviará un mensaje similar a Estados Unidos y al Líbano: Estamos comprometidos con el acuerdo, pero aún se requieren pasos que podrían postergar su ratificación hasta finales de mes.
La formulación del acuerdo volverá a desencadenar las audiencias sobre tres recursos presentados ante la Corte Suprema de Justicia de Israel, a fin de que emita al menos una orden judicial temporal contra su aprobación. Los recursos plantean tres argumentos principales, que están relacionados entre sí: que se requiere un referéndum para ratificar el acuerdo, así como la aprobación de la Knéset y, por último, que un gobierno de transición, en vísperas de elecciones, carece de autoridad para tomar decisiones tan trascendentales.
El gobierno argumentará en respuesta que la Ley de Referéndum está dirigida a cuestiones sobre soberanía y no a temas de aguas económicas. Como prueba, el gobierno recordará a la corte que el acuerdo sobre aguas económicas con Chipre no se sometió a referéndum.
En cuanto a la Knéset, la sección 10a de los actuales estatutos del gobierno establece que la ratificación de un tratado internacional está condicionada a presentar una versión hebrea del mismo en el Parlamento durante dos semanas, para notificar a los legisladores su contenido. La sección 10a establece que el gobierno “puede determinar que, debido a su importancia, un tratado internacional se somete también a la aprobación de la Knéset“. Al parecer, Lapid preferirá limitarse a presentar el acuerdo debido a los problemas dentro de la coalición: los miembros del desaparecido partido Yamina se oponen, y los votos de los miembros de la Lista Conjunta, que garantizarían al gobierno una mayoría, están en duda.
En cuanto a la autoridad de un gobierno de transición, se espera que el Estado se apoye en el argumento de la seguridad. Se espera que Hulata y posiblemente otras figuras de alto nivel argumenten ante la Corte Suprema que se trata de una oportunidad crítica. En caso de que el asunto se posponga hasta después de las elecciones en Israel, podría perderse la oportunidad, ya que el mandato del presidente del Líbano también expira a finales de mes y no está claro cuándo se nombrará a su sucesor, cuya firma es necesaria para ratificar el tratado.
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