Enlace Judío- Juzgo que el número de votos que Itamar Ben Gvir obtendrá en el cercano torneo electoral tiene, en un horizonte inmediato, escasa importancia.
En cualquier caso y más allá de sus dimensiones implicará un dramático viraje tanto en las orientaciones de la política interna en Israel como en la imagen que nuestro país proyecta en la opinión tanto judía como internacional.
Sugiero que el apoyo popular y electoral que este político hoy merece traduce y revela importantes giros en las tendencias de la sociedad israelí.
Ciertamente, el ascenso político y demográfico de la amplia minoría árabe- 22 porciento de la población – en nuestro país enciende incertidumbres y temores que hasta aquí no merecieron dilatada expresión.
Domina y aún persiste la idea de que la mutua tolerancia continuará traduciéndose en una creativa y democrática convivencia en contraste con las ácidas tensiones que, por ejemplo, se revelan en El Líbano entre cristianos y musulmanes.
Expectativa que hoy Ben Gvir y sus activos como pasivos partidarios pretenden deshacer.
Se trata de intenciones agresivas que llaman en nombre de Jehová y de la seguridad nacional a una deliberada opresión encaminada a reducir apreciablemente la presencia árabe-musulmana y cristiana en el país.
Actitud que apenas tuvo explícita y agresiva expresión en previos certámenes electorales.
Cabe agregar que hasta aquí Benjamín Netanyahu se ha limitado a una aislada y prudente aparición al lado de Ben Gvir.
A sus exigencias respecto a carteras ministeriales como defensa y relaciones internas no ha respondido con claridad. Pero le ha garantizado su apoyo personal y político.
En estas circunstancias, si Bibi gana en este juego electoral deberá manifestarle amplio y explícito respaldo además de insertarlo en el cuerpo gubernamental.
Cuenta sin embargo con un camino desigual que ha señalado con oblicuas insinuaciones: el alcance de un entendimiento con Benny Gantz con el propósito de rotar en el cargo de Primer ministro. Intención que Gantz hasta aquí ha rechazado sin vacilaciones.
Y es importante agregar: la pública aparición de Ben Gvir – en o fuera del futuro gobierno – es un hecho que en cualquier caso cambiará sustancialmente el lenguaje y el carácter de la democracia israelí.
Con su presencia un sello nacional-religioso abrumará a los debates parlamentarios y a la opinión pública de nuestro país.
Y en estas circunstancias la imagen internacional de Jerusalén conocerá filosos trastornos obligando a los próximos vecinos como a la dilatada opinión internacional a redefinir sus actitudes respecto a Jerusalén y el pueblo judío.
Inquietante escenario que pondrá en tensión la legitimidad de las diásporas.
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