Enlace Judío- Desde la segunda mitad del siglo XIX, dos diferentes y rivales tendencias han modelado la aspiración judía en favor de un retorno a su raíz original.
Se trata, por un lado, del impulso a recuperar y enriquecer los mandatos de Jehová en la tierra donde habría emitido Sus exigencias y promesas. Inclinación vigorosamente animada por las primeras expresiones del antisemitismo moderno que multiplicó los costos y riesgos de la existencia en las diásporas.
El histórico retorno a ciudades como Jerusalén y Tzfat donde la voz divina habría tenido amplias resonancias fue una de las expresiones de esta inclinación. Con modestas y tradicionales vestimentas y conforme a una disciplinada vivencia no pocos judíos procuraron reiterar la fe en Jehová más allá y en oposición a las corrientes científicas e intelectuales de la modernidad.
En paralelo, una inclinación adversa- el credo herzliano animado por el nacionalismo europeo- puso bases a un renacer nacional que procuró secularizar la identidad judía para tomar activa parte en las revoluciones científicas y tecnológicas que modelaron a Europa.
Tránsito que tuvo clara expresión en la familia Netanyahu
…cuando el abuelo de Bibi llegó a Safed con el propósito de evadir el odio que le revelaba el viejo continente y rehacer un estilo de vida conforme a los textos talmúdicos. Intención que su hijo y nieto trastornaron radicalmente cuando ulteriormente escogieron a la secular Tel Aviv y a la Jerusalén universitaria como lugares y patrones de vida.
Sin embargo, la dualidad y las tensiones entre unos y otros no se debilitaron. Por el contrario, tienen hoy dramática expresión en las diferentes facciones de la amplia minoría ortodoxa cuyos líderes y miembros apenas toman parte en el avance intelectual y científico del país, incluyendo su defensa militar.
Más aún: algunas de ellas revelan distancias – incluso desprecio – a los otros y a la otredad secular que los rodean a pesar de que sin esta presencia apenas conocerían una plena protección, incluyendo a los amplios servicios dispensados por el moderno quehacer científico-tecnológico.
Y sin aceptar la legitimidad de Israel como un moderno estado en el concierto internacional, los sectores ortodoxos- con sus diferentes matices étnicos- procuran insertarse en las instituciones que les garantizaban pública importancia y presencia, incluyendo la masiva participación en los torneos electorales.
Adhesión selectiva al país y a sus organismos que se postula y preserva todo tiempo que la Knesset o la Suprema Corte no se inclinan a cuestionar severamente la sustancia y los alcances de esta actitud.
El rabino Meir Kahana resueltamente la rechazó.
Su nacimiento y formación en un país – USA – que acertó a combinar el credo capitalista sin abandonar el religioso lo condujo a predicar en Israel un nacionalismo excluyente en nombre de Jehová.
Sin limitaciones cuestionó la democracia y la pluralidad étnica y religiosa en el país, sin hacer aporte alguno a su defensa y consolidación. Al contrario, Kahana rechazó los predicados de la modernidad e impuso límites a la libertad.
En su momento los miembros de la Knesset y amplios sectores del país apenas prestaron oído a sus proclamas. Y al cabo un goi norteamericano puso punto final a su presencia en este mundo en el mismo país donde nació.
Se creyó entonces que sus ideas serían definitivamente olvidadas. Sin embargo, el impetuoso arribo de Ben Gvir en el presente escenario público deshoja hoy esta expectativa. Se trata de una figura que pretende politizar el credo religioso al tiempo que exige la marginación- cuando no el físico desalojo- de los ciudadanos árabes que constituyen la quinta porción de los israelíes.
Las prédicas de Ben Gvir toman hoy rápido vuelo en oposición a la ciudadanía que alienta la democracia.
Y en un deliberado e interesado olvido la figura inobjetablemente secular de Benjamín Netanyahu le ofrece aliento y legitimidad en el presente y afiebrado torneo electoral.
Así Ben Gvir inserta a Jehová en un fanático y estrecho nacionalismo que al cabo lesionará severamente tanto el hacer democrático como la equilibrada convivencia étnica y religiosa en el país.
Y no sólo lesiona la equilibrada convivencia democrática. Anticipo que la legitimidad de la vida judía en las diásporas se verá cuestionada con una lógica similar.
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