“El último metro” la vida y el teatro como resistencia al nazismo

Enlace Judío – En la vida y el arte los detalles son lo que nos cuentan la verdadera historia de las cosas. Son los detalles los que nos hacen imaginar la situación que los personajes viven, los que nos obligan a entender los sentimientos de las personas y los que hacen a cada narración particular. Truffaut uno de los mayores expositores de la nouvelle vague francesa, y de los mejores cineastas que el mundo ha conocido, tenía esto claro. El título de su película El último metro de 1980 precisamente se refiere al último metro que los parisinos estaban obligados a tomar durante la época de la ocupación alemana, se refiere al toque de queda que empezaba a las once puntualmente. En menos de medio minuto nos narra el conflicto bélico, el desabasto de comida, la deportación de judíos, y se centra en un detalle: las hordas de gente que en medio del caos atendían al cine y el teatro. Con ese detalle empieza la historia que quiere contar; la de Lucas Steiner, un director de teatro judío que se vio obligado a esconderse de los alemanes en 1942.

Todo ocurre en el teatro que era suyo y ahora de su esposa. Al inicio vemos la calle oscura, la gente apurada para estar en sus casas a tiempo, un hombre que se dirige al recinto. Nos enteramos que es Bernard Granger (Gérard Depardieu) el nuevo protagonista para la obra que se va montar faltando el antiguo productor y director. En las conversaciones nos enteramos que ha huido y en la firma del contrato vemos todas las limitantes que se le pone a los judíos en esas fechas. Y no es hasta media hora entrada la película que conocemos realmente al antiguo director, ahora oculto en el sótano de su propio teatro. Nos enteramos que planea escapar hacia la Francia libre y reencontrarse con Marion (su esposa) meses después tras haber sido presentada la obra. Sin embargo, los caminos no son seguros, más de 1,500 judíos son delatados diariamente y el convoy que pensaba agarrar fue delatado. No hay mucha forma en la cual pueda irse.

La desesperación, el encierro, la ira y el sentimiento de inutilidad casi hacen que el hombre tome una medida desesperada, hasta que encuentra la forma de aceptar su realidad y en sentido por el cual seguir luchando: vuelve a dirigir. Bajo las tablas del escenario escucha el montaje, hace anotaciones y a través de Marion se ponen en práctica sus ideas, esto le regresa nuevamente un significado a su existencia.

La película genera muy bien el contraste entre los espacios que se manejan y las atmósferas que se respiran: el teatro de la noche y del sótano donde Marion y Lucas pueden ser esposos libremente como si no vivieran perseguidos; donde hablan de su día, del montaje, de la cena y las cosas que los enamoran. El teatro del día donde se lleva a cabo el montaje que es el espacio que todos los personajes comparten donde conviven, comparten y disfrutan su trabajo. Y la calle, donde todo es un juego de máscaras, donde los papeles importan, las relaciones se basan en utilidad y los restaurantes se llenan de generales.

Existe un contraste muy grande en la libertad que se vive dentro de los ensayos y la angustia reprimida que se siente en la vida cotidiana. Todos los personajes esconden algo, unos pertenecen a la Resistencia, otros usan su trabajo para ayudar a familias de judíos, hay quienes están dentro de las redes de contrabando de bienes y los que aprovechan sus influencias para subsistir, y de quienes nunca queda claro realmente a cual de los grupos políticos pertenecían, ni con quienes hicieron realmente sus alianzas. Casi todos detestan a los militares y casi ninguno puede confrontarlos. Las máscaras y los papeles se juegan más afuera del escenario que adentro. Y cada uno las usas para avanzar en aquello que le interesa o cuidar y proteger aquello que ama.

Estas máscaras que usan no sólo son una metáfora de la realidad política que los personajes enfrentan también lo es de las pasiones con las que se confrontan en la historia; de los amores que esconden y las emociones que los acompañan. Al final la obra cierra con un elogio al teatro, confundiendo los hechos reales con el montaje, mostrándonos como el arte se abre hacia la vida y como nosotros podemos participar de ello.

Es una película que tuvo un éxito enorme en su momento y que hasta la fecha es considerada icónica. La fotografía, el arte, la música, las actuaciones y la trama misma la siguen convirtiendo en una obra única. Tiene varios de los elementos que distinguen a Truffaut como el gran director que era. Se habla de que su interés por crear y dibujar al personaje de Lucas Steiner nació del haber descubierto raíces judías en su pasado. En cualquier caso, el retrato que hace de la situación que se vivía y la belleza con la cubre esa realidad, la respuesta que cada personaje da y la variedad de situaciones que presenta es hermosa; una gran muestra de la sensibilidad del artista.

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.