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jueves 07 de noviembre de 2024

Irving Gatell/ ¿Judíos en el Mundial?

Enlace Judío – Seamos honestos: los deportes son el área en la que menos han destacado los judíos. Pareciera que lo intelectual siempre nos resultó más afín que lo físico. ¿Sería consecuencia del rechazo ancestral a los juegos olímpicos de la antigua cultura helénica? ¿O será que un pueblo migrante difícilmente se aplica a la cultura física?

El primer encuentro del judaísmo con el deporte no fue amable. Se dio en el marco del choque cultural con el helenismo traído por Alejandro Magno a Judea, a partir del año 332 AEC. Las prácticas deportivas griegas estaban profundamente vinculadas a su religiosidad politeísta, por lo que el judaísmo tradicional se opuso a asimilarse a dichas actividades, y vio como una absoluta traición a los aristócratas que, desde el siglo III AEC empezaron a frecuentar los gimnasios y a competir desnudos en los torneos paganos.

Luego vino la dura experiencia del exilio, generalmente acompañada por una marginación brutal y sistemática contra las comunidades judías. Eso dificultó mucho la incorporación de judíos a las actividades atléticas profesionales.

Sin embargo, ya con el siglo XX las cosas empezaron a cambiar. En el caso del fútbol, podríamos comenzar señalando que muchos judíos en Europa del Norte se aficionaron tanto a este deporte, que si bien no se convirtieron en estrellas del mismo, sí se afiliaron a ciertos clubes al punto de darles un perfil “judío”.

Tal fue el caso del Ajax en Holanda, y el Bayern Múnich en Alemania, clubes que antes de la catástrofe del Holocausto, eran identificados en sus respectivos países como “clubes judíos”.

De cualquier modo, ningún futbolista judío alcanzó demasiado renombre en los torneos normales, menos aún en los mundiales.

Hasta que apareció el mejor portero del mundo, Lev Yashin. Producto total de la Rusia soviética, Yashin creció en el total desarraigo del judaísmo y, aunque llegó a tener contacto con familiares suyos que se habían radicado justo en México, dejó en claro que el asunto del judaísmo no le interesaba.

Es comprensible: eso fue en 1970, todavía en la URSS de Khruschov, una época en la que asumir su plena identidad judía le habría causado más problemas que satisfacciones. Especialmente a él, que provenía de una familia muy pobre, pero que a base de esfuerzo y talento se había colocado como una personalidad respetada y querida por toda la sociedad soviética.

Y no es para menos: Lev Yashin está considerado el mejor portero de la historia. La mítica selección brasileña que ganó el mundial de 1958, comandada por Garrincha y en la que debutó Pelé, debió ganarle a la URSS por 7-0, pero el marcador apenas fue de 2-0 justo porque Yashin detuvo los embates de una selección que no tenía rival en ese momento.

Luego fue la figura decisiva para que la URSS ganara la Copa Europea de 1960; con ese trofeo culminó su consagración que, en realidad, había comenzado en los Juegos Olímpicos de Australia de 1956, en los cuales llevó a su selección a ganar la medalla de oro.

Con su equipo, el Dínamo de Moscú, ganó todos los títulos posibles en el fútbol ruso, y en 1963 recibió el Balón de Oro otorgado por la revista francesa France Football. Es el único portero que ha recibido esa distinción.

Yashin tenía un dominio absoluto de su área, y su seguridad —seguramente basada en su gran estatura (1.89)— se transmitía a todo el equipo.

La Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS, por sus siglas en inglés) y la FIFA lo han considerado el mejor portero del siglo XX.

Yashin se retiró del fútbol en 1971 y falleció en 1990, de cáncer en el estómago.

Para las épocas en las que se retiraba, una nueva estrella empezaba a despuntar en el fútbol europeo. Era menos judío que Yashin, es cierto, pero nos queda la grata satisfacción de decir que tenía orígenes judíos, ya que una rama de su familia materna tenía ancestros sefarditas.

Normalmente ese dato sería irrelevante, pero en este caso se vale emocionarse porque se trata de, ni más ni menos, que Johann Cruyff, acaso el mejor futbolista de su generación. La FIFA lo considera el mejor futbolista europeo del siglo XX (imagínense, lo pone por encima de Beckenbauer), y a nivel mundial sólo se le pone por debajo de Pelé y de Maradona.

Lo mejor de su carrera lo realizó con el Ajax y luego con el Barcelona; más tarde, también fue un exitoso entrenador. Su talento era algo fuera de serie, y marcó toda una época con su estilo de “fútbol total”. A su selección se le llamó La Naranja Mecánica, y sólo fueron derrotados (en la final del Mundial de 1974) por la indestructible disciplina de la selección alemana.

En México también tuvimos a un futbolista judío destacado, si bien era nacido en Argentina. Se trata del Ruso (Daniel) Brailovsky, cuya carrera comenzó en clubes judíos amateurs en Buenos Aires, y luego se volvió profesional en el fútbol uruguayo.

Allí ganó el campeonato nacional con el Peñarol en 1978. Al año siguiente volvió a Argentina y fue fichado por el All Boys, pero este equipo bajó a segunda división. Sin embargo, el talento de Brailovsky llamó la atención y fue contratado por el Independiente, y luego por el Avellaneda.

Lo mejor de su carrera vino a partir de 1982, cuando llegó a México para jugar con el Club América. En este equipo se convirtió en toda una estrella y ganó tres campeonatos. Sin embargo, por decisión de toda la familia, tras el terremoto de 1985 decidieron salir del país, y finalmente se radicaron en Israel, donde continuó su carrera primero como futbolista (y seleccionado nacional) y luego como entrenador.

Menos brillante fue la carrera de José Pekerman, argentino también, cuyo pasó por el fútbol profesional comenzó en el Argentinos Juniors de su país, y luego en el Independiente Medellín, de Colombia. Centrocampista, marcó sólo 27 goles en los 235 partidos profesionales que jugó. Una dura lesión en la rodilla lo retiró del fútbol apenas a los 28 años de edad. Para mantener a su familia, Pekerman realizó diversos trabajos —incluyendo conducir un taxi—, pero también los estudios para convertirse en entrenador.

Su debut en este nuevo oficio fue con el equipo juvenil argentino Chacarita Juniors, y allí comenzó una brillante carrera que, en muchos sentidos, podría definirse como la más exitosa que haya tenido un judío en el fútbol después de la de Yashin.

Después del Chacarita, Pekerman dirigió los equipos juveniles del Argentinos Juniors y del Colo-Colo (este último, en Chile). Entonces vino la oferta de dirigir a las selecciones juveniles de Argentina, situación que tomó por sorpresa al mundo futbolístico en ese país, ya que Pekerman no tenía un currículum particularmente interesante hasta ese momento.

Sin embargo, su selección sub-20 ganó los mundiales de Catar (1995), Malasia (1997) y Argentina (2001), además de dos Campeonatos Juveniles Sudamericanos (1997 y 1999).

Después del mundial de Francia 1998, Daniel Pasarella renunció a su puesto como entrenador de la selección mayor de Argentina, y el puesto se lo ofrecieron a Pekerman. No lo aceptó, prefiriendo tomar el cargo de Director General de todas las selecciones de su país. Marcelo Bielsa ocupó entonces el cargo de estratega nacional.

Sin embargo, el destino ya estaba marcado para Pekerman y, tras una breve estancia en España, en 2004 fue nombrado entrenador de la selección mayor, a la cual clasificó sin problemas para el mundial de Alemania en 2006. Allí, su equipo tuvo un gran desempeño, pero fue eliminado en los Cuartos de Final por la selección anfitriona, tras empatar 1-1 en el tiempo regular y complementario, e ir a tanda de penaltis.

Entre 2007 y 2009 tuvo un paso nada brillante por el fútbol profesional mexicano, pero los éxitos volvieron como entrenador de la selección de Colombia a partir de 2012. Primero la clasificó para el mundial de Brasil 2014, y luego tuvo una participación más que destacada en el torneo. Fue eliminada por Brasil en un partido demasiado controvertido, ya que se gestó la impresión de que el arbitraje estaba ayudando demasiado al anfitrión.

La presión después de la eliminación de Colombia fue tal, que para la seminifinal entre Brasil y Alemania se designó al árbitro mexicano Marco Antonio Rodríguez, que en todo momento se condujo con absoluta neutralidad y profesionalismo. El resultado lo recordamos todos: Alemania masacró 7-1 a Brasil en su propia tierra.

Mientras, Pekerman renovó su contrato y llevó a la selección de Colombia a un nuevo mundial, el de Rusia en 2018. En esta nueva contienda, se logró la clasificación a la segunda ronda, pero el equipo de Pekerman fue eliminado en tanda de penaltis por Inglaterra.

Por supuesto, hay muchos futbolistas judíos aparte de los que he mencionado. Sin embargo, por mucho estos son los que más se han destacado, cada uno en su momento.

Podemos, por supuesto, agregar a uno más, aunque siguiendo un criterio un tanto heterodoxo. Me refiero a un judío que nunca pisó una cancha profesional, sino que más bien se dedicó a escribir. Ah, pero resulta que el señor escribió muchos de los mejores libros o cuentos sobre el fútbol, deporte que le fascinaba.

Me refiero al Negro Fontanarrosa (Roberto Fontanarrosa-Woelklein). Destacado humorista y colaborador de Les Luthiers, se hizo célebre en el mundo hispanoparlante por personajes de tira cómica tan notables como Boogie el Aceitoso e Inodoro Pereira. Hincha consagrado del Rosario Central, su cuento “19 de diciembre de 1971” es un clásico de la literatura futbolística. Trata sobre un épico partido en el que el Rosario Central derrotó por 1-0 al Newell’s Old Boys en la semifinal del torneo del año referido. Por supuesto, la historia es una ficción, pero los detalles del partido son históricos.

En fin. Llega otro mundial, y no veremos a ningún judío destacarse en las canchas. Supongo que todavía pasará algún tiempo antes de que otro hebreo se destaque profesionalmente en este deporte. Incluso, es probable que antes de ello aparezca otro Pekerman (un entrenador), u otro Fontanarrosa (escritores nos sobran).

No importa. El caso es disfrutar del espectáculo, y para eso no se necesita ser judío. Ni talentoso. Basta con guardar un poco de pasión en el alma (el Tano Pasman, acaso el hincha del River Plate más famoso del mundo, nos lo puede explicar sin mucho problema).

 


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