Enlace Judío-El 16 de octubre de 1943, los nazis invadieron el gueto judío, en el Trastevere, cerca del río Tíber en Roma.
Extrañamente, por aquellos días, había aparecido una rara enfermedad en Italia, de la que nunca nadie había oído hablar antes. Sus síntomas eran terribles.
Era tan contagiosa y mortal, que obligaba a poner en cuarentena a los enfermos. A esta enfermedad se le llamo “El Síndrome K”, y logró engañar a los nazis, salvando cientos de vidas judías.
Por ese entonces, miles de judíos en la Italia ocupada por los nazis, habían sido enviados a campos de concentración dentro del país. Allí los esperaban unos médicos, que debían realizar un análisis a cada uno de ellos. Sin embargo, un pequeño grupo de valientes doctores italianos, tuvieron una insólita idea para ocultar a tantos judíos como fuera posible, entre las paredes del hospital Fatebenefratelli, y de esa manera, salvarlos de una muerte segura.
Para esto, los médicos italianos propusieron inventar una enfermedad tan contagiosa y mortal, que hasta los soldados alemanes no se atreverían a acercarse a los enfermos.
A medida que los judíos fueron rodeados por los nazis, un grupo de médicos iban ocultando a los fugitivos judíos en el interior de este hospital, que se encontraba muy cerca del gueto judío de Roma. El hospital, de unos 450 años de antigüedad, está ubicado en una pequeña isla en medio del río Tíber, justo delante del gueto judío.
Fue entonces cuando el médico, Vittorio Sacerdoti, y el cirujano Giovanni Borromeo, elaboraron un plan para diagnosticar a los refugiados con una enfermedad ficticia, a la que llamaron “Síndrome K”.
Eso fue un secreto en clave, inventado por el médico antifascista Adriano Ossicini, para ayudar a distinguir entre pacientes y enfermos reales, y judíos escondidos sin ningún problema de salud.
El plan tendría éxito si pudieran convencer a los nazis que los pacientes tenían una enfermedad letal que podía infectar a cualquiera que entrara en contacto con ellos. Para eso, los médicos inventaron situaciones, con las que podrían explicar la peligrosidad del contagio.
Ellos decían que, en los trenes de deportación, un pasajero enfermo podría infectar a todos los que estuvieran a bordo, incluidos a los soldados.
Adriano Ossicini trabajaba en el hospital, y sabía que para eso necesitaba inventar algo, para que el personal médico pudiera diferenciar entre los pacientes reales y los judíos escondidos. Dijo el médico : “Cuando un médico se encontraba con un paciente con “Síndrome K”, todos los que trabajaban allí sabían cómo debían proceder”.
“La enfermedad se marcó en los informes de los pacientes, para indicar que el convaleciente no estaba enfermo en absoluto, sino que simplemente era judío”.
“Creamos esos documentos para ellos, como si fueran pacientes ordinarios, y en el momento en que tuvimos que decir qué enfermedad poseían, decíamos que tenían el “síndrome K”. Eso significaba que estoy protegiendo a un judío, como si estuviera enfermo, pero sabiendo que todos estaban sanos”.
Pero lo sorprendente es que, el nombre inventado para la “contagiosa enfermedad K”, no había sido escogido al azar
Sino que hacía referencia a las iniciales de los carniceros nazis alemanes Kesselring y Kappler, refiriéndose a Albert Kesselring, quien era el comandante nazi que estaba a cargo de la ocupación italiana de Hitler, y a Herbert Kappler, jefe de las SS en Italia, responsable de los asesinatos en masa. Los médicos ahora tenían que encontrar la manera de hacer que la enfermedad no pareciera falsa, cuando las tropas nazis ingresaran al hospital.
Para ello, tenían salas especiales llenas de “víctimas del síndrome K”, con carteles donde se podía leer: “PELIGRO, ESTRICTAMENTE PROHIBIDO TOCAR A ESTOS PACIENTES”. El engaño se completaba recordando a las tropas nazis que, entrar en esas salas, era correr el riesgo de contraer una enfermedad altamente contagiosa y mortal.
Los alemanes, asustados de padecer la misteriosa dolencia, ni siquiera se molestaron en inspeccionar a la gente que había en estas habitaciones. Pero aún más, con el fin de salvar también a muchos niños, los doctores los entrenaron para que tosieran muy fuerte, y así rechazar cualquier inspección que quisiera realizar algún soldado alemán. Los nazis pensaron que era cáncer o tuberculosis, y huyeron como conejos, dijo el doctor Sacerdoti, quien era un médico judío que había sido despedido de otros empleos anteriores debido a su religión, y que pudo trabajar ahí mediante documentación falsa.
Además de salvar a cientos de vidas, el doctor Borromeo también organizo el traslado de muchísimos pacientes judíos, desde el hospital del gueto, hasta este hospital
Esta historia del “Síndrome K”, se mantuvo en secreto, y no se reveló sino hasta 60 años después, cuando salió a la luz el increíble engañó que idearon el doctor Ossicini y otros médicos, para salvarle la vida a cientos de judíos perseguidos, en la cual una enfermedad que jamás había existido se convirtió en esperanza para muchos. El propio hospital fue reconocido como “La casa de la vida”, por la Fundación Raoul Wallemberg, la cual se encarga de acreditar a las personas que voluntariamente ayudaron durante el holocausto.
Hoy en día, este hospital de más de 450 años de antigüedad sigue aún en funcionamiento.
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