Enlace Judío – Los israelíes son unos viajeros empedernidos. Siendo habitantes de un país muy pequeño, rodeado de países enemigos o poco amigos, las fronteras les lucen constringentes. No en balde el aeropuerto Ben Gurión es uno de los más activos del mundo.
El campeonato mundial de fútbol cada cuatro años es un evento sin igual. La feria deportiva que significa, de primera línea, no es ajena a política, intereses y algún que otro fin nada deportivo. Los israelíes acuden en proporciones algo elevadas, por no decir exageradas, a eventos deportivos de la UEFA, de baloncesto, de lo que sea.
Los Acuerdos de Abraham han demostrado que no todos los países musulmanes ni árabes son enemigos ni antipáticos con Israel. Y los israelíes, como ningún otro gentilicio, son muy agradecidos de cualquier gesto de simpatía y cariño. Los Acuerdos de Abraham, gestados bajo el mandato de Netanyahu en un Israel altamente polarizado, cuentan con el respaldo y simpatía mayoritaria de una ciudadanía dividida en casi todos los aspectos de su quehacer nacional.
Siendo este el panorama, los israelíes han visto como una oportunidad natural ir a Catar para ver el Mundial, aún cuando su país esté fuera del campeonato. Una ocasión de ver buen juego, hacer turismo y visitar un destino vedado hasta hace nada por razones políticas (o sinrazones quizás).
Los israelíes pasan por alto que las restricciones para los israelíes siguen vigentes y que algunas tan solo fueron suspendidas temporalmente.
No ha sido razón para no viajar. Uno que otro inconveniente respecto a comidas kosher y rezos en público tampoco han sido tomados muy en cuenta. Israel está presente en Qatar con turistas, periodistas y cámaras de televisión. Y siguiendo de cerca los partidos y entretelones del campeonato.
Los israelíes, y muchos judíos, han acudido a Qatar en números importantes. Con entusiasmo deportivo, espíritu de amistad y haciéndose la vista gorda en relación con algunos gestos y conductas para nada agradables. Quienes de una u otra manera no han aprobado los viajes a un país que no tiene relaciones diplomáticas y alberga en su territorio a Al Jazzera, han mantenido un discreto silencio. En definitiva, todos han dado un voto de confianza al deber ser antes que al suceder real.
A poco más de una semana de iniciado el Mundial Catar 2022, la actitud antisraelí es evidente
En algunos espacios públicos, en manifestaciones algo arregladas. En comentarios desagradables que no se hacen eco del espíritu de aquellos visitantes israelíes embargados de buena fe y mejores deseos. Al escribir esta nota, uno de los canales israelíes de televisión con corresponsalía en Qatar cubría con amargura algunos episodios y ponía al aire uno que otro corto para consumo interno.
Los israelíes tienen un alto grado de ética a pesar del medio ambiente que los rodea, de la gran cantidad de atentados criminales que cobran víctimas y de aquellos que son prevenidos gracias a un desbordante, costoso y desgastante aparato de seguridad. Muchos israelíes creen que con su propia actitud se puede mejorar el clima imperante entre ellos y algunos de sus enemigos, muchos de los
cuales no tienen ni fronteras ni disputas directas con Israel, como el caso de Catar. Otros más idealistas, optimistas o quizás poco realistas para ser más exactos, se atribuyen a sí mismos, a su gobierno y su país, culpas y responsabilidades que no aplican.
No es agradable ir a un evento deportivo, a un espectáculo de primera, y ser agredido. Discriminado.
Además de no ser bienvenido, se ven las costuras de actitudes que son producto de la antigua fobia que es el antisemitismo, mutada en anti-israelismo y anti-sionismo.
Muchos de los jóvenes israelíes que han asistido y asistirán al Mundial de Futbol no han conocido las desgracias del antisemitismo, de la segregación. Al ser habitantes y ciudadanos de Israel, el Estado judío, su integridad personal, su identidad, ha estado garantizada siempre. Quizás nunca han sentido en carne propia, en vivo y en persona, las incomodidades de insultos y maltratos.
Al ir a Catar 2022, algunos han de catar algo que no se vive en Israel.
Afortunadamente.
Con solo Catar es más que suficiente.
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