Enlace Judío – El 24 de noviembre, FESELA y la Embajada de Israel recordaron el sufrimiento de los judíos de los países árabes, perseguidos y expulsados de sus hogares al nacer el Estado de Israel.
En presencia del Embajador de Israel, Vicky Dana, escritora y conferencista, entrevistó a dos sobrevivientes del barrio judío de Alepo, Bertha Dueck y Víctor Harari, quienes narraron los sufrimientos y maltratos sufridos por los judíos de su ciudad, y cómo, a veces, “un judío traiciona y un árabe ayuda”.
FESELA, cuyo presidente es Alberto Matarasso y vice presidente Gastón Maya, e el acrónimo de Federación Sefaradí Latinoamericana, una asociación de instituciones sefardíes de América Latina y toman sobre sí el conmemorar, cada año, esta fecha especial.
Ambos testigos de la historia coinciden en que la convivencia amistosa, y hasta fraternal, fue interrumpida por la noticia de la votación del Plan de Partición de Palestina primero, en 1947. la violencia empeoró, en 1948, al declararse la Independencia del Estado de Israel
1941- Un milagro impide que se haga un campo de concentración nazi en Siria para los judíos de los países árabes
Víctor Harari recuerda que, un día de 1941, su hermano fue convocado por la comunidad. Le dijeron “que vendría alguien muy importante. El encuentro fue dentro de un cine. Entraron muchas personas y una de ellas era un general alemán. A mi hermano y a otro le tocó pasar al recinto. El general estaba hablando en alemán. Había un traductor, traducía al árabe. La idea del general alemán era fundar un campo de concentración e internar allí a todos los judíos de Siria, Líbano e Irak. Mi hermano escuchó y esperó a que terminen. Y los árabes se pararon y vitorearon a Hitler. Vitorearon con el saludo fascista nazi”.
“Al terminar, mi hermano fue con el Jajam Bashi (el rabino principal), quien lo interrogó. ¿Qué van a hacer? ¿Qué piensan hacer? preguntó mi hermano. Eran como las 12:00 de la noche. Mandaron a traer a todos los padres de familia para que vinieran inmediatamente. Y ahí les dijo: así está la cosa. Vamos a rezar, a decir Salmos, para que se elimine la guezerá (decreto malo). Y así sucedió. Lunes en la mañana, al otro día, ningún comerciante abrió su comercio. También se quedaron a rezar. Y así, se anuló la guezerá (decreto malo) y los alemanes no pudieron hacer el campo de concentración que planeaban”.
“Escondan a los niños”: el día en que sus vecinos árabes sacaron los cuchillos contra los judíos de Alepo
Cuando nace el Estado de Israel, Bertha Duek tiene 8 años. Desde su ventana, puede ver el “Club” social, donde se realizan actividades. Pero este día de mayp 1948, en el Club hay una actividad extraña. “Desde nuestra ventana y nuestro balcón, se veían muchos árabes. Estaban adentro de la pista de baile. Estaban sacando cosas del club, comida, libros en hebreo. Hicieron una fogata y quemaron todo.
Sacaron antorchas y dijeron que con eso nos iban a quemar antes de que Palestina fuera de los judíos.
“Un día, mi papá llegó a la casa todo bañado en sangre, descompuesto y gritando “Escondan a los niños, escondan a los niños porque ahí vienen. Me quemaron la tienda, quemaron los casimires y tuvimos que salir corriendo. Incluso quemaron la tienda de un católico”. Entonces todos corrimos, mi mamá se pegó a la mezuzá. Dijeron “que Bertha se quede con su amiga la musulmana” y yo empecé a llorar y me quise ir con mi mamá, me abracé a su falda y nos fuimos todos en un carruaje para ir a la gran Sinagoga, donde avisaron que había que reunirse.
Toda la comunidad judía de Alepo estaba en el camino. Había muchos árabes más cuando nos íbamos acercando a las calles de Bajsita, que eran las calles más difíciles y más lejanas de nuestro barrio, donde vivíamos. Entonces gritaban los vendedores y los carniceros sacaban sus cuchillos. Decían: “con estos les vamos a sacar los ojos a los judíos antes de que Palestina sea de ellos”.
Entonces llegamos, llegamos a la Gran Sinagoga. Se cercioraron, cuando tocamos la puerta, que éramos judíos para abrirnos. Se cercioraron varias veces y nos abrieron la puerta.
Cuando llegamos a la Gran Sinagoga, vimos cómo habían quemado todos los Sifrei Torá y en especial el Keter (código de Alepo, nota de la editora) que Maimónides había mandado a Alepo para que se mantuviera ahí.
Empezamos a ver cómo las hojas, las hojas de los libros sagrados, estaban tiradas en el piso.
Y estaban mojadas, pero mojadas de lágrimas de toda la gente que habían derramado sobre ellas.
Y luego vimos unas señoras sentadas en el piso rasgándose la ropa, como cuando se muere una persona, por la pérdida tan grande. Y los rabinos rezando y pegándose en el pecho.
Mis padres estaban preocupados que mi hermana casada no había llegado, con su esposo. Entonces había preocupaciones por todos lados, además de todas las emociones, y de repente dijeron: hay que salir de la Gran sinagoga inmediatamente porque parece que vienen para acá con todo y antorchas- y muchos con sus dagas.
Salimos todos y empezamos a correr caminando. Pero Zion Betech, un gran personaje, tenía muchos amigos y vecinos árabes. Entonces ellos me mandaron el aviso de que se salieran de la Gran Sinagoga. Los judíos salimos y no era fácil conseguir un carruaje, pero era de día todavía. De pronto aparecieron muchos carruajes juntos y nos dicen ‘suban, porque la familia de alguien, de cuyo nombre que no me acuerdo ahora,que eran los amigos de mi primo, mandó esos carruajes para que ustedes se salven’. Y subimos a los carruajes y nos llevaron a la casa de los árabes musulmanes.
Allí estuvimos como 50 personas viviendo. Nos pusieron como colchones en el balcón, dormimos los niños en el balcón, la gente adentro y duramos ahí cuatro días, lavando nuestra ropa y poniéndonosla mojada. Hasta que poquito a poco se aplacó (la violencia contra los judíos).
Pudimos regresar a casa, pero con un temor muy fuerte y empezamos a programar de cómo íbamos a escapar.
Las leyes restrictivas contra de los judíos
Aparte de las leyes restrictivas aplicadas contra los judíos, se crearon leyes nuevas también a partir de 1948.
Victor Harari explica:
Después de la declaración del Estado de Israel empezaron los árabes locales- no del gobierno central, sino los gobernantes de la región de Alepo- a inventar prohibiciones para los judíos. Por ejemplo, no podíamos caminar en la calle con con kipá o con cachucha.
Si nos encontrábamos en la calle a unos muchachos, tenemos que evadirlos para no confrontarlos. Si acaso se daba esta confrontación, teníamos que decir la Shahada (declaración de fe musulmana): No hay Dios más que Dios y Mahoma es su profeta. Esa es una de las cosas que que nos obligaban a hacer.
La casa de los Harari se convirtió en refugio
La primera expulsión fuerte, masiva, fue en Kamishli, una aldea cerca de la frontera turca, pues algunos judíos estaban acaudalados porque tenían campos de algodón. (Los ataques eran tales que algunas jovencitas estaban en riesgo de ser violadas). Entonces, como tenía tres hijas, mi papá aceptó que vinieran dos muchachas, dos señoritas (de Kamishli) para refugiarse en nuestra casa mientras las acomodaban. Creo que las casaron con unos señores para que no fueran violadas.
Salvando al Keter de Alepo
En esta conferencia, se habló del Keter de Alepo. El Códex Aleppo o Códice de Alepo (en hebreo: כֶּתֶר אֲרָם צוֹבָא, Keter Aram Tsova) es el más antiguo y completo manuscrito del Tanaj, producido y editado por el respetado Aaron Ben Moshe Ben Aser.
Datado en 930 DEC., cerca de un tercio de él, incluye casi toda la Torá. Se le considera el manuscrito original de máxima autoridad masoreta. Según la tradición familiar, estas escrituras hebreas fueron preservadas de generación en generación. Así el Códice de Alepo es visto como fuente original y la mayor autoridad para el texto bíblico y los rituales judíos.
Como se mencionó anteriormente, se dice que Maimónides encargó este libro sagrado a la comunidad judía de Alepo, donde fue guardado con recelo durante siglos. Hasta que en 1948…
“El Keter era guardado Bet Knesset (sinagoga). Estaba con un cajón de acero que tenía tres llaves, un candado que lo guardaba el Jajam Bashi de Halab ( abino principal de Alepo), uno que guardaba el presidente de la comunidad, que era el señor Rahmo Nehmad, y otro lo tenía el Shamash (cuidador de la sinagoga).
Estaba dentro de un Hejal , también bajo llave.
Ya ves, cuando iban a hacer la quemazón ( de la sinagoga) … nosotros siempre marcamos el tiempo así: antes de la quemazón y después de la quemazón. Fue una una fecha memorable porque supimos que iban a atacar. Entonces el Jajam ordenó rescatar al Keter, llevándolo cada noche a la casa de un miembro del comité (directivo) de la comunidad”.
“Ponían el Keter en un costal de yute para disimular, un costal que tenía arroz o pepitas”.
“Mi papá era el contador de la comunidad y, una noche, pernoctó el Keter en nuestra casa. Yo me acuerdo vagamente que era un libro de dimensiones grandes. Luego se lo llevaron. Fue trasladado a otra casa.
Posteriormente, cuando el Servicio secretose supo que lo estaban escondiendo, lo empezaron a buscar de casa en casa. Entraban a las casas, forzaban puertas, tiraban armarios, lo buscaban, le decían “el mashaf”(el libro de rezo), queremos el “mashaf.”
Sabían de la existencia del libro. Era muy sagrado. ¿Qué quiere decir Keter? Le llamamos código. A partir de ese libro podían escribirse Sifrei Torá (libros de la Torá). Era el código de cómo se debe de escribir un Sefer Torá Kasher. En un Sefer Torá , hay algunas partes donde está escrito de una manera y pronunciado de otra. En algunas partes, debe haber un espacio de derecha a izquierda, donde caben 52 yud. La letra yud es la más chiquita del abecedario hebreo”.
Un árabe nos ayuda y una judía nos traiciona. No todos los judíos son buenos ni todos los árabes son malos.
Una carta enviada desde Panamá es protagonista de otro episodio de los judíos de Alepo, narrado por Bertha Duek.
“Mi hermano Edgar Betech había escrito, desde Panamá, una carta a mi mamá y a la familia. Había escrito que ellos habían reunido en Panamá el dinero para mandar a Israel, para que ganara la guerra y llegara a convertirse en Yerushalayim (Jerusalén), ese era el deseo.
Mi mamá, muy orgullosa, llevó una carta al “carré”, donde jugaba con sus amigas y leyó la carta; y todo el mundo muy contento. Una señora, en especial, quiso leer la carta personalmente y mi mamá se la prestó. Pasaron tres días de ese hecho y de repente llegan dos hombres de la Sureté, o sea, del Servicio secreto de Alepo, y preguntan por mi papá y le dicen a mi papá: denos la carta que llegó de sus hijos de América.
Mi papá era muy tranquilo. Esa carta yo la rompí, dice. Pues sí, pero si sus hijos, que son sirios, no regresan a Alepo, usted nos tiene que acompañar a la cárcel. ¿Cómo a la cárcel? No puede ser. Yo no hice nada. Se lo llevan a la cárcel y mamá queda desolada. Todos empezamos a llorar porque escuchamos que se lo llevaron. Mi papá estuvo tres meses en la cárcel, con muchos maltratos, muchas torturas. Y luego, de casualidad, llegó un amigo de él a la misma cárcel por una causa muy similar, Musa Amkie. Y este señor era su amigo. Cuando vieron que había una amistad entre ellos dos, mandaron a mi papá a la cárcel de Damasco, que era la cárcel más cruel de todas.
Entonces supimos lo que sucedió. Mi tía me dijo a mi mamá: el gobierno de Alepo se enteró de la carta por una mujer judía que era una espía: seguramente ella les dijo de la carta que ustedes habían recibido y por eso metieron a tu esposo en la cárcel.
Entonces mi papá se fue a la cárcel de Damasco. Pasó como un mes y el vecino árabe vio a mi mamá subir la escalera muy decaída y le dijo ‘¿Qué le pasa, Sitt (señora) Rachel, por qué está así? Se ve triste’. Mi mamá dijo: es que mi esposo está en la cárcel de Damasco.
‘No se preocupe’ dijo el hombre’, yo lo voy a ayudar porque mi cuñado trabaja con el gobierno de Damasco y yo lo voy a ayudar’. Y pasan un par de semanas. Este árabe sacó de la cárcel a mi padre y lo trajeron.
El hombre no lo hizo por dinero, sino por amistad.
Y ahora, a esperar a que llegue el tren, porque venía mi papá en tren de Damasco. Mi papá era muy alto. De pronto, lo vio mi mamá desde lejos y gritó: Ahí viene el del Tarbush (sombrero típico turco que llevaban los hombres de Alepo). Venía mi papá, con un montón de gente detrás de él, caminando por las calles de Alepo, que estaban todas húmedas.
Ese día fue un día muy especial. Llegó a la casa y empezaron todos a hacer zaglutas. Es un grito estridente, especial de la cultura árabe, que las mujeres lanzan para que llegue la alegría hasta el cielo. Y entonces mi papá llegó, pero no se quitaba el Tarbush. Mi papá siempre era muy respetuoso y se lo quitaba cuando estaba con la gente
Le pedimos que se descubriera la cabeza. Lo hizo y traía toda el cráneo rajada a navajazos”.
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