Enlace Judío – Algo que siempre me ha parecido fascinante es la complejidad del mundo que nos rodea; está lleno de matices y detalles. Cada forma, cada color, cada evento es un camino abierto en el que podemos encontrarnos, y nos dan la posibilidad de crear un sin fin de teorías y significados en nuestra cabeza. Nada que tenga profundidad será sencillo de enunciar ni entender. Por eso el lenguaje es una de las herramientas más poderosas que tiene el hombre, con él no sólo nos comunicamos también describimos y entendemos la realidad que nos rodea; en cierto sentido es a través del lenguaje que la creamos y la habitamos. Por dicha razón es que el arte, la literatura y los conceptos filosóficos son tan importantes en cualquier cultura, nos abren la posibilidad de profundizar en nuestro interior o en el mundo que nos rodea. Nos dan la oportunidad de tener una relación.
El concepto de D-os no es una excepción; ha acompañado a nuestras culturas a lo largo de milenios de historia y aunque hoy en día tiende a infantilizarse o banalizarse la visión que ofrece hacia el hombre sigue teniendo relevancia en nuestros días, y sigue siendo una de las ideas más complejas que podemos abordar. En un artículo pasado “4 conceptos judíos que ateos y creyentes pueden compartir” hablamos sobre ciertos principios que rodean la creencia en D-os y que de una forma u otra han impactado en nuestro mundo. Sin embargo, falto adentrarnos en dos principios básicos de la filosofía judía, que se tocan al abordar el tema de la divinidad y pueden ser complementarios o paradójicos entre sí. Son los de la personalidad de D-os y el desconocimiento de Su totalidad. Ambos tienen gran importancia en cómo el individuo enuncia su propia realidad.
Personalidad y desconocimiento de la Divinidad
Personalidad
Uno de los temas más importantes cuando se habla de una divinidad es el de la personalidad, enunciar a D-os con características personales casi siempre es lo que separa una religión de una filosofía. Y aunque precisamente al personificar un concepto uno corre el riesgo de infantilizarlo, la posibilidad de acción y relación que abre hacia la persona que así lo enuncia es enorme. Por eso vale la pena adentrarse en la manera que D-os es personificado por el judaísmo y las dificultades que ello implica.
Lo primero a resaltar es que cuando los que creemos en D-os hablamos de D-os estamos hablando de la realidad. Decir que D-os se manifiesta, hace, cualquier verbo o calificativo, es decir que la realidad se abre hacia nosotros en dicha manera particular. Cuando hablamos de las midot divinas, de las características de D-os, hablamos de cómo D-os se manifiesta en el mundo; es decir de cosas que vemos en la realidad que nos hacen pensar que hay una Unidad y una Conciencia atrás del lo que nos rodea. La personalidad de la materia en sí, es una expresión de una unidad, por ende, bajo la visión judía la personalidad de D-os y Su Unidad no están en sí separadas, son dos características de la misma expresión.
Los grandes beneficios que creer en una deidad personal ofrecen es que se puede establecer una relación con dicha deidad. Cuando rezamos le rezamos a un dios (en el caso judío a D-os), pues al rezar enunciamos un Tú a través de las palabras; cuando agradecemos, le agradecemos a un dios, cuando nos disculpamos lo hacemos con un dios, cuando pedimos, le pedimos a un dios. Ninguna de estas acciones son posibles si no se asume la existencia de una personalidad a través de la materia. Agradecerle a la vida o al Universo, es personificar la vida y personificar el Universo, quien lo hace también asume una personalidad en la materia a través de sus creencias.
Hay muchas razones por las cuales uno asume la existencia de dicha personalidad a través de la materia, todas parten de una observación que la persona hace de la realidad que la rodea y de cómo la enuncia. Por ejemplo, se asume una personalidad cuando la persona reconoce la Unidad de la que hemos hablado, cuando cree que el mundo funciona de forma ordenada y conjunta; que tiene un sentido inherente en su existencia, o se dirige hacia algún lugar. Otra es cuando piensa que las cosas nos fueron dadas y las asume como creadas en vez de azarosas. Una tercera surge al observar la subjetividad que nos forma como seres humanos y darle la suficiente fuerza como para entender que puede existir una forma similar externa a nosotros, de la misma fuente que nos llegó. Sin embargo, primordialmente lo que mueve al individuo a enunciar una personalidad es el deseo de relacionarse con el mundo en su totalidad, de participar en él y creer que obtiene respuestas en su actuar.
Desconocimiento y libre albedrío
Una de las prohibiciones más grandes en el judaísmo es hacer imagen de D-os, incluso está prohibido pronunciar su nombre. Éste es un balance muy grande e importante para quien enuncia a D-os desde un lugar personal. De esta forma el judaísmo nos recuerda que a D-os no lo conocemos en su totalidad; que la realidad siempre supera al pensamiento y por necesidad se escapa de las imágenes de nuestra mente.
Si bien D-os es un D-os personal, también es un D-os abstracto. Uno sólo puede relacionarse con Él a través de las cosas que percibe en la realidad inmediata (a través de las midot), pero siempre debe tener presente que entender la totalidad de la existencia es imposible y por ende las imágenes que creamos de ella (de Él) en nuestra cabeza nunca van a ser equivalentes a dicha totalidad. Uno no puede pretender saber la posición de D-os frente a ciertos eventos, porque uno estaría enunciándose a sí mismo como si fuera D-os. Por ende la aceptación del desconocimiento de la divinidad es una premisa básica de todo monoteísmo.
Eso además nos permite crear una relación mucho más bella con la realidad y con D-os, porque en el desconocimiento existe la libertad. Si supiéramos cómo es juzgada por D-os cada acción, no tendríamos una lucha ética en este mundo y no podríamos siquiera actuar en él, no existiríamos como personas. Tampoco podríamos relacionarnos con el mundo, porque no habría espacio para el aprendizaje, para el conocimiento; ni espacio para el misterio y el encuentro con un ser ajeno a nuestra persona.
En el fondo el libre albedrío, el poder actuar bajo nuestro juicio personal, bajo nuestra subjetividad es también es una expresión del desconocimiento de la divinidad.
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