Enlace Judío- Una nueva teoría sugiere que el síndrome del intestino irritable (SII), el trastorno gastrointestinal más común, puede ser causado por la gravedad.
El Dr. Brennan Spiegel, MSHS, director de Investigación de Servicios de Salud en Cedars-Sinai y autor de la hipótesis, explica que el SII, y muchas otras afecciones, podrían ser el resultado de la incapacidad del cuerpo para controlar la gravedad.
“Desde que ha habido vida en la Tierra, desde los primeros organismos hasta el Homo sapiens, la gravedad ha moldeado implacablemente todo en el planeta”.
Eso dijo Spiegel, quien también es profesor de Medicina. “Nuestros cuerpos se ven afectados por la gravedad desde el momento en que nacemos hasta el día en que morimos. Es una fuerza tan fundamental que rara vez notamos su constante influencia en nuestra salud”.
La hipótesis, publicada en el American Journal of Gastroenterology, describe cómo evolucionaron los intestinos, la columna vertebral, el corazón, los nervios y el cerebro para controlar la gravedad.
“Nuestros sistemas corporales son constantemente atraídos hacia abajo”, señaló Spiegel. “Si estos sistemas no pueden manejar el arrastre de la gravedad, entonces puede causar problemas como dolor, calambres, mareos, sudoración, latidos cardíacos rápidos y problemas de espalda, todos los síntomas que se observan con el SII. Incluso puede contribuir al crecimiento excesivo de bacterias en el intestino, un problema que también está relacionado con el SII”.
El mecanismo subyacente del SII ha desconcertado a los investigadores desde que se describió por primera vez hace más de un siglo.
Si bien el trastorno afecta hasta al 10 % de la población mundial, los expertos aún no están seguros de cómo o por qué se desarrolla.
Sin embargo, existen varias teorías contrastantes que explican sus características clínicas. Una es que el SII es un trastorno de interacción intestino-cerebro; la evidencia muestra que los neuromoduladores y las terapias conductuales son eficaces. Otra teoría sostiene que el SII se debe a anomalías en el microbioma intestinal, que se pueden controlar con antibióticos o dietas de baja fermentación.
Otras teorías sugieren que las anormalidades en la motilidad, la hipersensibilidad intestinal, los niveles anormales de serotonina o un sistema nervioso autónomo desregulado causan el SII.
“Hay tal variedad de explicaciones que me preguntaba si todas podrían ser ciertas de manera simultánea”, dijo Spiegel. “Mientras pensaba en cada teoría, desde las relacionadas con la motilidad, las bacterias y la neuropsicología del SII, me di cuenta de que todas podrían apuntar a la gravedad como un factor unificador. Parecía bastante extraño al principio, sin duda, pero a medida que desarrollé la idea y la expliqué con mis colegas, comenzó a tener sentido”.
La gravedad puede comprimir la columna y disminuir la flexibilidad.
También puede hacer que los órganos se desplacen hacia abajo, moviéndose desde su posición correcta. El contenido abdominal es pesado, como un saco de papas que estamos destinados a cargar toda nuestra vida, explicó Spiegel.
“El cuerpo evolucionó para lsoportar esta carga con un conjunto de estructuras de soporte. Si estos sistemas fallan, los síntomas del SII pueden ocurrir junto con problemas musculoesqueléticos”, afirmó Spiegel.
Algunas personas tienen cuerpos que son más capaces de llevar la carga que otras. Por ejemplo, algunos tienen sistemas de suspensión “elásticos” que hacen que los intestinos se bajen de su posición original. Otros tienen problemas en la columna que hacen que el diafragma se hunda o que el vientre sobresalga, lo que lleva a un abdomen comprimido.
Estos factores pueden desencadenar problemas de motilidad o sobrecrecimiento bacteriano en el intestino. Esto también puede ayudar a explicar por qué la fisioterapia y el ejercicio son efectivos para el SII porque estas intervenciones fortalecen los sistemas de apoyo.
La hipótesis de la gravedad, sin embargo, también va más allá de los intestinos.
“Nuestro sistema nervioso también evolucionó en un mundo de gravedad, y eso podría explicar por qué muchas personas sienten ‘mariposas’ abdominales cuando están ansiosas”, dijo Spiegel. “Es curioso que estos ‘sentimientos viscerales’ también se produzcan al caer hacia la Tierra, como cuando se cae en una montaña rusa o en un avión turbulento.
Los nervios en el intestino son como un antiguo detector de fuerza-G que nos advierte cuando estamos experimentando, o estamos a punto de experimentar, una caída peligrosa. Es solo una hipótesis, pero las personas con SII pueden ser propensas a predecir en exceso amenazas de fuerza-G que nunca ocurren”.
Algunas personas son más resilientes a las fuerzas-G que otras. Por ejemplo, una persona puede levantar las manos y sonreír en las bajadas en una montaña rusa mientras otra aprieta los dientes y gime. La primera persona se divierte mientras que la segunda se siente amenazada, revelando un espectro de lo que Spiegel llama “vigilancia de fuerza-G“.
Otro contribuyente que puede desempeñar un papel es la serotonina
La serotonina es un neurotransmisor que puede haber evolucionado en parte para controlar la gravedad en los sistemas del cuerpo.
La serotonina es necesaria para elevar el estado de ánimo, tanto metafórica como literalmente, señaló Spiegel. Sin él, las personas tampoco podrían ponerse de pie, mantener el equilibrio, hacer circular la sangre o bombear el contenido intestinal contra la gravedad.
“La serotonina desregulada puede ser una forma de falla de la gravedad”, dijo Spiegel. “Cuando la biología de la serotonina es anormal, las personas pueden desarrollar SII, ansiedad, depresión, fibromialgia y fatiga crónica. Estas pueden ser formas de intolerancia a la gravedad”.
Se requiere más investigación para probar este enfoque y los posibles tratamientos.
“Esta hipótesis es muy provocativa, pero lo mejor es que es comprobable“, comentó la Dra. Shelly Lu, Presidenta del Women’s Guild Chair in Gastroenterology y directora de la División de Enfermedades Digestivas y Hepáticas en Cedars-Sinai. “Si se demuestra que es correcto, es un cambio de paradigma importante en la forma en que pensamos sobre el SII y posiblemente también en el tratamiento”.
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