Enlace Judío – Cuando tenía poco más de 30 años, Alejandro Magno se convirtió en uno de los más grandes conquistadores en la historia de la humanidad. Alrededor del año 330 a.e.c (antes de la era común), los ejércitos de Grecia y Macedonia bajo su mando derrotaron a las fuerzas del poderoso imperio persa, con el que había estado en guerra desde la época de Ajashverosh (Jerjes, 480 a.e.c).
Los dominios de Alejandro se extendían desde Grecia hasta la India, ocupando todo el Medio Oriente. Cuando Alejandro Magno visitó la tierra de Israel, llegó a Jerusalén y exigió lo que se consideraba en ese entonces un gesto normal de sumisión por parte de los pueblos que ahora formaban parte de su nuevo imperio: erigir la estatua de Zeus, el dios superior de los griegos, en el santuario principal de la ciudad, el Bet Hamikdash o Gran Templo de Jerusalem. Para los pueblos politeístas, honrar a los dioses que otorgaron el triunfo era un acto de reconocimiento al vencedor. Y negarse a reconocer a esos dioses era un signo de rebelión e insurrección contra el vencedor. Todos los pueblos sometidos al reino de Alejandro habían seguido sin problemas la práctica tradicional: adoptaron los dioses del nuevo emperador sin oponer resistencia. Hubo una sola excepción: los judíos.
No tolerarás otro Dios
Nuestros antepasados se negaron absolutamente a servir y adorar ídolos. Y rechazaron el pedido del joven emperador griego de colocar la estatua de un ídolo pagano en el Bet Hamikdash. El monoteísmo no solo consiste en la afirmación de que creemos en «un Dios». El monoteísmo judío también incluye la negación de otros dioses: la no-tolerancia del paganismo. Como dice el segundo mandamiento: «No tendrás [no creerás en] ningún otro dios ….delante de Mí» (es decir, que si bien el judío no hará cruzadas internacionales para destruir ídolos o religiones paganas, “dentro de Israel”,que es territorio Divino, no tolerará o aceptará el culto a otros dioses). Para tratar de convencer al emperador de que la resistencia a adorar a sus ídolos no equivalía al rechazo de su reinado, una delegación de judíos, encabezada por el Gran Sacerdote Shimón Hatzadik, se organizó para encontrarse con él. Los judíos le explicaron a Alejandro que el monoteísmo judío exige “exclusividad de culto”, algo que era muy difícil de entender para la gente de la antigüedad. Los judíos también le explicaron a Alejandro que si él quisiera tomar medidas contra ellos, los judíos no ofrecerían ninguna resistencia armada: aceptaban al nuevo emperador y estaban dispuestos a sacrificar sus vidas pacíficamente (al Kidush Hashem) con tal de no llevar a cabo la demanda de adorar otros dioses o introducir un ídolo en el Templo. Además, según una famosa leyenda, los judíos ofrecieron, como signo de sumisión, reconocimiento y afecto al nuevo emperador, que todos los niños judíos nacidos ese año fuesen nombrados “Alejandro” en su honor.
Monoteísmo y Antisemitismo
Los generales y los consejeros de Alejandro interpretaron el rechazo de los judíos a los dioses griegos, no desde el punto de vista religioso sino político. Y demandaban al emperador que destruyera Jerusalem y aniquilara a los judíos.
Sus argumentos eran los siguientes:
- Les resultaba incomprensible que los judíos no toleraran la coexistencia de su Dios con otros dioses. “¿Qué tiene de malo que nuestro dios esté junto con el Dios de los judíos en Su santuario?”, razonaban sabiendo que ¡ningún dios pagano jamás exigió exclusividad! ¿Por qué aceptar que los judíos se comportasen de esa manera? La negativa de los judíos a aceptar a otros dioses era interpretada como un signo de rebelión, o en el mejor de los casos como un gesto de arrogancia. Ambas actitudes merecían un castigo.
- A los generales también les resultaba imposible concebir que los judíos creyeran en un Dios invisible. “Lo que no se puede ver, no existe”, pensaba el resto del mundo en ese tiempo. Y por más poderoso que fuese el Dios de los judíos, ahora los judíos deberían abandonarlo, o por lo menos dejarlo en un segundo plano. ¿Por qué? Porque en la mente pagana, cuando un pueblo es derrotado, significa que sus dioses son menos poderosos que los dioses de los vencedores. Los vencidos en la batalla debían aceptar la superioridad de los dioses victoriosos. Por lo tanto, razonaban los consejeros de Alejandro, los judíos rechazan a los dioses griegos no por principios religiosos sino porque se niegan a aceptar su derrota…
- Lo que más le molestaba a los consejeros de Alejandro era que los judíos querían seguir obedeciendo las leyes de su invisible Dios y se negaban a obedecer las leyes del soberano y conquistador. En las culturas paganas a los dioses se los consultaba para adivinar el futuro o se le ofrecían sacrificios para apaciguarlos. Pero los dioses no dictaban leyes o mandamientos. ¡Dictaminar la ley era la prerrogativa del soberano político, no de un dios! Los judíos, insistían los consejeros, siguen las leyes de su Dios como si fuera un monarca (y tenían razón), ¡superior a Alejandro!. Por eso, decían, había que usar la espada para convencer a los judíos que debían obedecer a Alejandro y abandonar su otra Ley. Este fue también el razonamiento que hizo 140 años más tarde Antiojus Epifanes, cuando decidió terminar por decreto con la práctica judía.
Protector de los judíos
Alejandro Magno, milagrosamente, no escuchó a sus consejeros. Aceptó la explicación de los judíos y no los castigó por su desobediencia. Por el contrario, el monarca griego se interesó por el judaísmo, por la Torá, por el monoteísmo y por el Bet Hamikdash. Y lejos de buscar persuadir a los judíos para que dejaran su religión, les otorgó derechos adicionales para que pudiesen seguir respetando su religión. Alejandro Magno prácticamente se convirtió en el protector de nuestro pueblo.
Algunos ejemplos.
- Como todo emperador, Alejandro exigía que cada nación sometida a su imperio enviara refuerzos militares para servir en sus ejércitos. Los judíos, que también fueron reclutados, tenían su propio batallón que servía en las filas del ejército griego. Y Alejandro ordenó que se les permitiera a los soldados judíos practicar su religión en términos de su comida (Kashrut) y la observancia del descanso sabático (Shabat).
- Se encontró una carta en la que Alejandro Magno solicitaba que se entregue un aceite especial, “kasher“, a los soldados judíos en Antioquia; ya que no podían consumir el aceite común (considerado en ese entonces impuro o tamé).
- También se encontró documentación donde Alejandro instruye a sus generales a que eximan a los soldados judíos de participar en la construcción de un templo pagano en Babilonia (E. Bickerman).
¿Qué es Janucá?
En unos pocos días más, el domingo 18 de Diciembre por la noche, celebraremos Janucá, la festividad que nos recuerda lo que ocurrió hace un poco más de 2,000 años atrás, cuando el imperio griego-seleucida tenía el control de la tierra de Israel y decidió poner fin al judaísmo. Los judíos se sublevaron contra los griegos, lucharon contra ellos, y milagrosamente los vencieron. Fue la primera vez que un pueblo se rebeló, no para preservar su vida sino sus valores religiosos. Cuando recuperaron el Bet Hamikdash, (el Gran Templo de Jerusalem) que había sido transformando en un santuario pagano para adorar a los dioses griegos, los judíos purificaron el Templo y procedieron a su re-inauguración, es decir, a dedicarlo nuevamente al servicio Divino. La palabra “Janucá” significa literalmente “inauguración”.
El aceite y la espada
Cuando recuperaron el templo, los judíos solo encontraron una pequeña vasija de aceite puro, que era necesario para encender la Menorá, el candelabro, que indicaba que el templo estaba funcionando normalmente. Esta pequeña cantidad de aceite duró más de lo normal y alcanzó hasta que se pudo preparar un nuevo aceite. Y por este motivo, celebramos Jánuca a través del encendido de velas, una por cada noche de la festividad, para recordar la épica reinauguración del Templo, que fue acompañada por el milagro de las velas de la Menorá. Todo esto muy conocido. Pero es solo una pequeña parte de la historia completa de Janucá. El significado de esta festividad es muy profundo y relevante, ya que se relaciona con la lucha de nuestros antepasados por preservar su libertad religiosa y la supervivencia de nuestra Torá en un momento en que el judaísmo estuvo a punto de desaparecer.
Ocho noches
Por alguna incomprensible razón, la heroica rebelión armada de Matitiyahu y sus hijos, sus triunfos, sus derrotas, cómo renacieron de las cenizas y todos los milagros que experimentó nuestro pueblo cuando se enfrentó e un enemigo superior no se enseña en nuestras comunidades y escuelas de manera suficiente. A pesar de que nuestros rabinos, como claramente se puede ver en la oración “al hanisim” que mencionamos en nuestra Tefilá de Janucá, vieron en todas estas victorias militares la intervención Divina de manera directa.
Relataré la historia de Janucá en ocho capítulos, a los que llamaré “Los ocho milagros de Janucá”.
Recomiendo leer un capitulo cada noche después de encender las velas para que nuestros corazones se llenen de orgullo y nos inspire a agradecer al Creador “al hanisim”, por los milagros que hizo por nuestros antepasados y que sigue haciendo por nosotros.
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