Enlace Judío.- Unos diarios, escritos en Barcelona a lo largo de su vida, y que nadie había leído hasta la Navidad de 2008, nueve años después de su muerte, son los que revelan a su hija todo lo acontecido en esos años de tan triste memoria…
Lydia Ramis relata qué significó descubrir los diarios de su padre. Cuando ya no vivía… Y a través de ellos conocer realmente quién había sido su padre.
Lydia ha dado varias charlas en diversos organismos e instituciones de Barcelona, Reus, Tel Aviv y Argentina narrando la historia que tiene como protagonista a su padre… Porque él nunca habló de ello, por consiguiente, jamás fue reconocido ni recibió un homenaje. Murió, seguramente, con paz en la conciencia, la paz que da la sensación del deber cumplido.
El título de sus charlas es “Barcelona, la ciudad herida. Salvar vidas“, contextualizando el momento histórico, la dramática situación en la que se encontraba Barcelona en el año 1939, tras haber perdido la guerra, devastada por los bombardeos, carente de todo tipo de servicios, con una gran escasez de alimentos y una población desgarrada por una guerra civil.
En esa Barcelona herida, unos cuantos valientes lucharon por salvar vidas y por la libertad, dice Ramis con convicción y orgullo.
Ese escenario y la frontera pirenaica son los puntos clave de los hechos…
Después de leer los diarios, Lydia quedó totalmente desconcertada, le costó mucho entenderlo y asumirlo, lo que encontró allí era la historia de un hombre muy joven, que trabajó para el Consulado Británico en Barcelona, como agente especial del M15, M16 y M19, en un grupo creado por Churchill llamado SOE (Special Operations Executive) que solo operaba en la península Ibérica. Su objetivo: salvar el máximo de judíos que huían del nazismo y cruzaban los Pirineos en busca de la libertad y la vida.
Ese hombre desconocido, ese hombre con una doble vida, llena de riesgos y peligros, con una historia oculta a lo largo de toda su vida, es mi padre, dice Lydia.
Ese grupo especial estaba constituido por 164 agentes, todos ellos reclutados en Cataluña y sur de Francia, y contaban con el apoyo de ciudadanos de a pie, que no querían ser cómplices de semejante genocidio.
En total, controlaban 16 rutas de evacuación, parte de ellas en Francia y parte de ellas en España. Cruzar los Pirineos no era un viaje fácil. Tenían que enfrentarse a las duras condiciones atmosféricas de la zona, a la dureza de unas montañas escarpadas, a las SS, a la Gestapo y a la Guardia Civil de frontera española. Un reto heroico para gente que cruzaba Europa como mejor podían y muchas veces andando.
La historia de estos héroes anónimos, se conserva en el Archivo Nacional de Londres, conocido entre sus usuarios habituales como KEW GARDENS, nombre de la estación de metro que lleva hasta su sede.
Hace poco tiempo, fueron desclasificados en su totalidad, lo cual facilitará mucho la labor de historiadores e investigadores, así como de sus familiares, para conocer mejor lo que ocurrió. Estos archivos han sido fundamentales para documentar muchas historias.
Los documentos están archivados en 99 carpetas, en una de ellas está la historia del padre de Lydia y la de otros como él.
Otros muchos quedarán en el olvido para siempre.
Venancio Ramis Corominas era un hombre joven, decidido y valiente, que había sufrido la guerra civil de una forma muy dura. La muerte de su padre en 1937 lo marcó profundamente a la edad de 16 años, y su padrino, Marcos Benet, Fiscal de la República en Barcelona, lo incorporó como voluntario del denominado Socorro Rojo, conduciendo ambulancias para recoger heridos y muertos durante los bombardeos en Barcelona, evitando así que lo desplazaran al frente con la llamada “quinta del biberón”, y de esta forma no dejar sola a su madre, ya que era hijo único y estaban solos.
Cuando termina la guerra civil española, su padrino le pide que emigre a México junto a su madre, pero él se niega, porque la abuela no quiere abandonar España y a su único hermano, preso en la cárcel de Valencia.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, por su condición de republicano, lo colocan inmediatamente del lado de los Aliados y de los que sufrían la persecución nazi. Estaba en el sitio adecuado. Para salvar vidas y preservar la libertad.
Su gran amigo, el Dr. Isidoro Reyes Gaviño, médico del consulado británico en Barcelona, lo incorpora al personal del Consulado y al de la Cruz Roja Británica, a la vez que trabaja en una empresa tapadera con la que se ganaba el sustento para él y su madre en Caldes d’Estrac denominada Juan Vollmer y Cia, S.L., donde se producían las famosas hojas de afeitar de la postguerra española “La Palmera”.
Allí desarrolla su trabajo oficial como contable de la empresa y en el Consulado Británico empieza con su labor clandestina, tan necesaria como imprescindible, para lograr salvar la vida a mucha gente.
A las órdenes del cónsul, Harold Farquhar, pieza clave en el rescate de judíos, comienza a ejercer su papel en esta difícil y peligrosa misión, que no es otra que recoger en la frontera pirenaica, en Figueras, Girona, Lleida, en las playas de la Costa Brava y en la estación de Francia de Barcelona, a todos los que conseguían cruzar los Pirineos, llegar a España, y llevarlos a salvo a los hoteles, pisos y demás escondites de que disponían, para esconderlos y recuperarlos físicamente hasta su traslado a Portugal o Gibraltar, a fin de embarcar rumbo a América. En ocasiones estos refugiados eran apresados por la Guardia Civil. Entonces su labor empezaba por intentar liberarlos.
Este cometido era muy peligroso en la España de Franco, y se mantenía oculto a familiares, amigos, conocidos, vecinos. La Gestapo tenía sus oficinas casi al lado del propio Consulado, cualquier indiscreción habría supuesto su detención y el final de toda la estructura de salvamento.
Nadie sabía de su trabajo y funcionaban como células independientes.
Utilizaban nombres falsos, en clave, que solía ser un número. El de Venancio, cree su hija, era 430, número que encontró varias veces en sus escritos después de mucho investigar. Está pendiente de su verificación en los Archivos de Londres.
Lydia lamenta no haber sabido nunca si su madre conocía la historia, ya que falleció antes de que los diarios cayeran en sus manos. En casa, jamás se mencionó el tema. Le habría gustado poder hablarlo, con los dos.
Este grupo de valientes contaba con la ayuda de “pasadores” o “passeurs”, gente que vivía en los Pirineos y conocían perfectamente los pasos fronterizos. Ellos eran los encargados de trasladarlos de territorio francés a territorio español.
Cuando llegaban, tenían contraseñas como: SEQUERRA, HOTEL BRISTOL o CURA POLACO, y allí los agentes SOE, en colaboración con personal de los Consulados Británico, Suizo, Belga y de la Polonia libre, Cruz Roja Internacional y Británica, se hacían cargo de ellos.
Su trabajo no siempre salía como pensaban, a veces las cosas fallaban, también había traiciones. Eran muchos los riesgos a los que debían enfrentarse hasta llegar a Portugal o Gibraltar. Algunos se quedaron en España para siempre, otros emigraron a Israel cuando se fundó el Estado en 1948.
El “modus operandi” era bastante sencillo, a la vez que altamente arriesgado, muchos perdieron la vida en ello, y nadie lo ha contado. Eran gente normal, con vidas normales, que decidieron arriesgar las suyas, su labor se ocultaba, y nunca fue contada en los libros de historia. La situación política en España no lo permitía. Luego, cuando llegó la democracia, nadie los recordó…
Son héroes anónimos que arriesgaron todo para salvar a judíos y no judíos, que veían en España su única posibilidad de sobrevivir al horror del nazismo y llegar a América. Sus hijos, sus descendientes, sienten que tienen la obligación de contarlo, para que su historia sea conocida y reconocida. No quieren dejarlos en el olvido…
En 1942, la guerra da un importante y dramático giro. Hitler organiza lo que llamaron la Solución Final, con lo que las cosas se complican mucho y toda ayuda es poca. En esos años, llegan a Barcelona los hermanos Sequerra, Samuel y Joel, y establecen en la ciudad el centro del Jewish International Organization, con sede en NYC, contando con grandes fondos económicos, y organizan una red de apoyo para los judíos que llegan a Barcelona y al resto de España y Portugal. Su dinero sirve para salvar muchas vidas, y mantenerlos con cierta dignidad en Barcelona, a la espera de poder salir de España.
Son los años más crudos y devastadores de una Europa invadida por Hitler.
Los hermanos Sequerra organizan su cuartel general, el Hotel Bristol, en la plaza Cataluña. El padre de Lydia colaboró con ellos desde 1942 hasta 1945.
Se calcula que los hermanos Sequerra lograron salvar a más de 1000 judíos que, en un estado lamentable y con muchas dificultades, cruzaban los Pirineos. Entre ellos, el Barón de Rothschild, que llegó con la ropa hecha jirones. Todos los refugiados cruzaban los pasos fronterizos a pie, en invierno o verano, en largas travesías, a veces de más de 10 días.
Otro punto clandestino muy importante en Barcelona, fue el Hotel Ritz, “nido de espías, agentes especiales, colaboradores”… Lo organizaba el director de la orquesta de la parrilla del hotel, Bernard Hilda, en estrecha colaboración con el Cónsul Británico, la Cruz Roja Internacional, agentes especiales y los hermanos Sequerra.
Las fiestas y reuniones de la alta burguesía barcelonesa eran una tapadera perfecta y muy eficaz.
Nunca se sabrá el número exacto de gente que logró salvarse, ni la que perdió la vida intentando cruzar los Pirineos. Las cifras son estimativas, a pesar de la documentación existente. Se podría hablar de alrededor de 300.000 personas que, a lo largo de casi siete años, lograron llegar a España a través de los Pirineos.
Los números que se calculan, más o menos fiables, para el grupo del Consulado Británico y sus colaboradores y aliados en Barcelona son de unos 30.000 judíos, junto con algunos soldados apresados en la Francia ocupada.
Lydia dedicó más de tres años intensos a investigar en los archivos de frontera, de Girona, Lleida, Barcelona y de Londres, hablar con testigos de los hechos, historiadores, por internet, hasta que consiguió ordenar la mayoría de los datos escritos por su padre, algunos permanecen indescifrables, están escritos en clave. Tal vez nunca se sabrá toda la verdad de lo que ocurrió.
Los hijos y descendientes de esos hombres y mujeres sienten la obligación de contarlo, intentar que la historia reciente de Europa y de Israel reconozca su labor y les dé el lugar que les corresponde.
Lo que permanecerá oculto para siempre serán sus historias personales, sus miedos, sus sueños, los riesgos que asumieron. Lo que se sabe es que estuvieron en el sitio que debían estar.
Lucharon por lo que creían, salvaron muchas vidas y, como dijo uno de los sobrevivientes, Manolo Balson, hijo del chófer de la Embajada Británica en Madrid:
Cumplieron con su deber de hombres buenos…
Lydia viajó a Israel, visitó el Museo de la Shoá en Jerusalén, Yad Vashem, donde fue recibida por el responsable del Departamento de Justos entre las Naciones, el Dr. Joel Zisenwine, y en la Fundación Raoul Wallenberg en Tel Aviv, por sus máximos responsables, Danny Rainer y Viviane Epstein. Ambas instituciones le expresaron su voluntad de hacer un reconocimiento a su padre.
Para Lydia será una forma de cerrar un círculo, el círculo de vida de su padre y su trayectoria vital.
Le ha resultado emocionante conocer Israel y entrar en contacto con el pueblo judío, una de las experiencias más bonitas y gratificantes de su vida, dice.
A petición de la Fundación Wallenberg, la Autoridad Filatélica de Israel emitió sellos de curso legal con la imagen de su padre, lo que ha emocionado a la familia.
También tuvo ocasión de conocer en Barcelona a Evelyne Baumann, médica dermatóloga nacida en Barcelona, hija de un judío polaco, Adolf Bedmann, que cruzó Europa caminando, fue detenido y encarcelado en la localidad pirenaica de Sort, y finalmente llegó a Barcelona donde decidió establecer su residencia.
El encuentro fue emotivo y emocionante para ambas, pero la falta de documentación no permite asegurar si sus padres cruzaron su camino en aquellos años. Les reconforta pensar que el padre de Baumann fue salvado y el de Ramis ayudó a que se salvaran la mayoría de judíos que llegaban a Barcelona. Quizás, solo quizás, se encontraron en algún momento…
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