Jorge Rozemblum / La Barcelona cainita

Enlace Judío – Todos conocemos el relato bíblico del Génesis en el que Caín, hijo de Adán y Eva, se convierte en el primer fratricida al asesinar a su hermano Abel. Hoy día, el cainismo es definido por la Real Academia de la Lengua Española como la actitud de odio o fuerte animadversión contra allegados y afines. Algunas decisiones políticas superan esta definición, intentando romper un hermanamiento (palabra del mismo origen que fraternidad) establecido por común acuerdo.

Tal vínculo entre la ciudad de Barcelona y las israelíes de Gaza y Tel-Aviv-Jaffa se formalizó un 24 de septiembre de 1998 con la firma del acuerdo de amistad y colaboración entre dichas urbes, representadas por sus alcaldes respectivos. La iniciativa del alcalde socialista Joan Clos se remonta a algunos años atrás, cuando en 1995 se celebró la Conferencia de Ciudades del Mediterráneo, y respondiendo a los objetivos de la llamada Declaración de Barcelona, firmada el mismo año por los ministros de Exteriores de los países miembros de la Unión Europea y de los países del Mediterráneo.

En el protocolo firmado en 1998 entre las tres ciudades se expresaba el apoyo a los acuerdos de paz de Oslo y se acordaba intercambiar experiencias y conocimientos sobre gestión municipal, desarrollar iniciativas conjuntas de carácter cultural, fomentar la colaboración entre las sociedades de las tres ciudades, e impulsar proyectos de cooperación que contribuyan al desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos de Gaza. El acuerdo concretaba unas actuaciones anuales conjuntas a tres bandas en materia de cooperación o de intercambios profesionales, que, por razones derivadas del conflicto, nunca se han podido llevar a cabo. Sin embargo, se han hecho intercambios por separado con cada una de las ciudades. En el caso de Tel Aviv se han mantenido varias reuniones bilaterales durante los últimos años a nivel esencialmente técnico. A pesar de las dificultades para llevar a cabo proyectos de diálogo y cooperación entre las tres ciudades, en los momentos críticos del conflicto en Oriente Próximo, Barcelona no quiso dejar de estar presente, favoreciendo la paz. Hasta ahora.

La actual alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau, junto con varios partidos de izquierda ha puesto en marcha una iniciativa “ciudadana” (mediante la recogida de firmas) para cortar el lazo fraternal que une a Barcelona y Tel Aviv (que no es la capital de Israel, como muchos medios insisten en tildar) desde entonces, intentando de esa manera boicotear a Israel sin tener que retractarse en los tribunales (como pasó con más de una cincuentena de intentos municipales españoles de adherirse a las campañas del BDS, por su carácter inconstitucional), esgrimiendo, eso sí, el mismo mantra de los “crímenes contra el pueblo palestino”. Para colmo, la campaña se anunció el mismo día de noviembre en que se celebraba en la ciudad un acto en recuerdo del pogromo alemán de 1938 (conocido eufemísticamente como Noche de los Cristales Rotos) y con la intención original de votarse en el pleno del Ayuntamiento el mismísimo Día Internacional del Recuerdo del Holocausto, el 27 de enero. Con ello, han mostrado lo que tantas veces se ha señalado: que el anti-israelismo no es sino otra forma del antisemitismo más vergonzoso. Nadie nunca ha propuesto una ruptura semejante de Barcelona con otras ciudades hermanas, por ejemplo, San Petersburgo, porque esta forme parte de un país (Rusia) que ha invadido militarmente a otro (Ucrania). ¿A quién se le ocurriría culpar a una ciudad de las acciones de sus jefes de gobierno democráticamente elegidos?

La iniciativa surgió de movimientos de extrema izquierda y activistas del BDS, movimiento cuyas siglas apuntan al Boicot, Desinversión y Sanciones contra el Estado de Israel, que recolectaron unas cinco mil firmas para pedir una votación que corte los lazos de Barcelona con Tel Aviv. El texto de la petición destaca la razón: “Israel comete crímenes contra el pueblo palestino. asesina a miles de palestinos, incluyendo a cientos de niños, y fortalece un proyecto de limpieza étnica de Israel y un régimen de apartheid”. Y añade: “Cortemos los lazos con Israel (sic, no con Tel Aviv) hasta que respeten los derechos del pueblo palestino”, aunque no se aclaran exactamente cuáles son estos y cuáles (entre ellos, por ejemplo, el de defender legítimamente la integridad física de sus habitantes) los de los israelíes.

La votación se ha pospuesto finalmente a febrero y en Israel existe preocupación por una mayoría que podría aprobar esta medida, después de que en 2022 el Parlamento de Cataluña aprobó un proyecto que define a Israel como un estado de apartheid. La embajada de Israel en España busca frustrar la propuesta a través de la sociedad civil no judía de Barcelona, y con ayuda de la comunidad judía local. “En los últimos años mantuvimos muchas colaboraciones, con Barcelona en particular y España en general, en áreas como innovación, educación, salud, ciencia y tecnología. Por eso nos sorprendió esta iniciativa antiisraelí proveniente de círculos políticos extremos”, expresó Rodica Radian Gordon, embajadora de Israel en España. La Federación de Comunidades Judías de España, por su parte, envió una carta a la alcaldesa Colau en la que manifiesta su “preocupación por la campaña de boicot liderada bajo el lema´ Barcelona dice no al apartheid´”, destacando que “Barcelona y Tel Aviv son sociedades abiertas y acogedoras, ciudades líderes que atraen inversiones de startups y turismo” y pidió al Ayuntamiento “que permita a Barcelona seguir tendiendo puentes de concordia y evite la promoción de discursos de aislamiento”.

Este enfrentamiento entre la actual responsable de la ciudad española e Israel no es nuevo: en 2014 acusó a Israel de asesinar a inocentes en Gaza durante la Operación Margen Protector y exigió que Barcelona y Cataluña cortasen lazos con Israel. Hoy se conformarían al menos con hacerlo con Tel Aviv, incluido su barrio árabe, Jaffa (Yafo). NOTA: hasta el 27 de enero se puede votar contra esta decisión de ruptura del hermanamiento entre ambas ciudades aquí.

El autor es director de Radio Sefarad

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