Enlace Judío.- El Ayuntamiento de Barcelona decidió recientemente votar para romper sus lazos institucionales con Israel. Lo que está específicamente en juego es su alianza de ciudades gemelas con Tel Aviv. La alianza se constituyó hace 25 años y supone un fructífero acuerdo de amistad y cooperación.
La convocatoria a votación es fruto de una iniciativa, respaldada por más de 4.000 firmas y alentada por el partido de la alcaldesa Ada Colau, así como por el principal partido de la oposición, Esquerra. El lema de la campaña muestra su hostilidad hacia el hogar de los judíos utilizando la falsa acusación que tanto ha explotado Amnistía Internacional: “Barcelona dice no al apartheid”.
Entre los que presionan para romper la alianza de ciudades gemelas de estas dos ciudades mediterráneas se encuentran los principales sindicatos de España: la Unión General de Trabajadores (vinculada al Partido Socialista) y Comisiones Obreras (Comisiones Laborales).
Lo que es aún más grave es que una de las instituciones del Ayuntamiento de Barcelona, el Síndic de Greuges (una especie de defensor del pueblo), ha hecho suyos los términos de una denuncia presentada por la Coalición Basta de Complicidad con Israel y por Lafede.cat – Organizaciones para la Justicia Global. Detrás del primero de estos grupos se encuentran Lucha Internacionalista (organización trotskista revolucionaria), Colectivo Intifada, Brigadas Huriya, Unadikum International Brigades, Rumbo a Gaza (perteneciente a International Freedom Flotilla Coalition) y BDS Catalunya.
Antisemitismo a nivel gubernamental
Nos encontramos ante un claro y decidido apoyo institucional a los efectos de una serie de entidades que encajan en la definición de antisemitismo según los términos de la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA), organización intergubernamental a la que España pertenece desde 2008. Este apoyo ha sido determinante a la hora de conseguir convocar a votación.
Es triste y deplorable que una administración pública europea adopte el discurso y las consignas de los grupos activistas radicales. Lo hace promoviendo la solidaridad con los palestinos que siempre ignora un hecho evidente: el Estado contra el que se movilizan es el único de la región donde los árabes viven en democracia. Esta solidaridad nunca percibe ni denuncia los ataques reales a la vida y la libertad de los árabes en los países árabes.
La ofensa contra Israel y los judíos, en Barcelona y en todo el mundo, se acentúa si tenemos en cuenta el tenor de la resolución del Ayuntamiento. Según la resolución, si Barcelona mantuviera la alianza de ciudades gemelas con Israel, constituiría un crimen contra la humanidad. Como nativo de esa ciudad, me avergüenzo de tener un antisemita en el poder. Pero, por desgracia, este no es un caso aislado.
Lo cierto es que todo lo anterior forma parte de la paulatina degradación que está experimentando Cataluña y en concreto su capital, Barcelona, desde que el nacionalismo separatista y la extrema izquierda están en el poder. Los lectores que hayan visitado esta ciudad, que en su día fue ejemplo de cosmopolitismo y apertura al mundo, habrán notado la alarmante falta de seguridad en sus calles.
LOS INVERSORES YA saben que este antiguo imán de actividad se ha convertido en un foco de riesgo por la falta de seguridad jurídica y por la hostilidad ambiental contra cualquier agente extranjero -considerando que incluso los españoles no catalanes son “extranjeros”.
Cualquier empresa israelí será especialmente mal recibida y vivirá bajo la sombra de la sospecha. Tendrá que lidiar con boicots y declaraciones institucionales, como la recientemente aprobada por el Parlamento autonómico de Cataluña, que se disfrazará de judeofobia, siempre disfrazada de solidaridad con el pueblo palestino.
Pero miles de empresas locales han huido de Cataluña en los últimos años en busca de la estabilidad y seguridad que ofrecen otros puntos de España, especialmente Madrid, donde acabaron las sedes de los grandes bancos catalanes, dado el ambiente previo al intento de golpe separatista que tuvo lugar en octubre de 2017.
Por si esto fuera poco, no se vislumbra en el horizonte la más mínima esperanza de que las cosas vayan a cambiar. La extrema izquierda y el separatismo van de la mano con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. El primero forma parte del gobierno en coalición con el Partido Socialista. Este último es su principal aliado parlamentario.
Consiguiendo un traspaso de poder tras otro, los responsables del hundimiento económico, cultural y moral de Cataluña han consolidado una posición de dominio absoluto sobre los grandes medios de comunicación públicos y privados, haciendo extremadamente difícil articular una alternativa democrática, constitucionalista y sensata que permitiría corregir el rumbo.
En este ambiente degradado, en este experimento político propiciado por el populismo extremista y por partidos secesionistas empeñados en eludir la ley de todas las formas imaginables, la institucionalización del antisemitismo tiene un sentido siniestro.
Es barbarie.
El autor es exdiputado español y europeo y miembro del consejo asesor de Acción y Comunicación en Oriente Medio (ACOM).
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