Enlace Judío – En varios países de habla hispana el término “tener mano izquierda” es importante como conducta en ciertas circunstancias. Significa ceder un poco en las posiciones asumidas, sin dejar de mantenerlas. Dar a la contraparte con la cual existen diferencias, la sensación cierta de que se está dispuesto a conseguir el objetivo sin aplastar, haciendo concesiones. Es una postura bidireccional, que debe ser asumida por ambas partes enfrentadas. Dándose unos a otros la dosis necesaria de respeto y consideración que han de permitir lograr acuerdos.
En Israel hay una propuesta muy firme de hacer una reforma al sistema judicial. La propone el gobierno entrante, a través de un ministro de Justicia que ha venido luchando por ello desde hace muchos años. Es la primera vez que la coalición de gobierno está formada únicamente por partidos que no son de izquierda. Las alarmas se han encendido.
Israel tiene una gloriosa historia de democracia y separación de poderes. Aún con la deficiencia cierta que significa no tener constitución a la cual apelar en caso de dudas o incertidumbre, justo es decir que hasta hace unos buenos años no hubo mayores problemas. Cuando el juez Aharón Barak fue jefe de la Corte Suprema, las potestades del Poder Judicial tomaron mucha fuerza para gusto de algunos.
Luego, el crecimiento de los partidos de la llamada derecha y el decrecimiento evidente de los partidos de izquierda, han hecho sentir que el Poder Judicial pudiera ser el último reducto de una izquierda y un laicismo golpeado en extremo.
Quienes han ganado las elecciones tienen el derecho a querer hacer cambios dentro del marco del parlamento. Es lógico que para ello se valgan de su mayoría circunstancial y hasta tengan cierta premura en presentar e impulsar sus propuestas. Dentro del libre juego de la democracia, es legítimo todo esto. Como también el lógico y legítimo que quienes adversen la propuesta manifiesten su disconformidad.
El tema es delicado por varias razones. La discusión de cuál poder es el capaz de representar mejor la voluntad popular, contra la concepción de cuál poder está para defender a las minorías que pudieran ser abusadas por una mayoría inclemente. A lo que también puede argüirse ¿para qué ser mayoría si la minoría dicta las pautas definitivas? Si el legislativo está por encima del judicial, entonces puede dictar la ley que le plazca. Y si el judicial está por encima del legislativo, este último tiene una acción coartada. El verdadero asunto es cómo lograr el equilibrio entre los poderes, sin disminuir las potestades de ninguno.
La Corte Suprema se elige hoy en día de forma muy cerrada, con el voto de los mismos magistrados. Ello se traduce en un grupo muy elitesco y cerrado de jueces que detentan mucho poder. También son quienes pueden echar para atrás decisiones del legislativo o el ejecutivo, basados en su interpretación ya no solo de la ley, sino de la lógica que pueda subyacer en ella vista según la formación, capacidad y buen juicio de los magistrados. Una autoridad suprema que ha sido investida en virtud de la trayectoria, formación y experiencia de quienes conforman la Corte Suprema.
Pero también la propuesta de reforma judicial se presenta en momentos delicados para algunas figuras importantes. El primer ministro tiene causas abiertas, y un ministro del Interior ha debido ser removido en virtud de una decisión del Poder Judicial mismo. Decisión que, como es de suponer, ha despertado también controversias.
Como muestra de la democracia que impera en Israel y de la libertad de expresión existente, todos los sábados en la noche, durante casi ya dos meses, se realizan multitudinarias manifestaciones en contra de la reforma. La prensa, escrita y audiovisual, le dedican gran cobertura al tema. El presidente de Israel, Yitzhak Herzog, ha llamado a las partes a conversar, pero las condiciones que se imponen antes de sentarse todavía no se han cumplido ni cambiado para ajustarse a las respectivas exigencias de los bandos enfrentados.
Visto desde afuera, se entienden las reservas que se tengan las partes. La polarización política de Israel no deja mucho margen de maniobra, y el devenir demográfico ha venido dictando la pauta en la composición de los gobiernos, con un vuelco hacia la derecha y las tradiciones que parece no tener vuelta atrás, en desmedro de un laicismo que vive de glorias de un pasado aún reciente. Con todo y las dificultades, en el país del pueblo del libro y las discusiones, llegar a acuerdos constructivos para todos no debería ser tan difícil ni traumático, menos sometiendo a todos a una tensión inmerecida y por demás peligrosa.
La verdad de todo este episodio en la vida del Estado de Israel es que, tanto la derecha como la izquierda… están actuando sin mano izquierda.
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