Irving Gatell/ La urgencia por derrotar a los palestinos

A Palestinian man walks past burned cars in the town of Huwara, near the West Bank city of Nablus, Monday, Feb. 27, 2023. Scores of Israeli settlers went on a violent rampage in the northern West Bank, setting cars and homes on fire after two settlers were killed by a Palestinian gunman. Palestinian officials say one man was killed and four others were badly wounded. (AP Photo/Majdi Mohammed)

Enlace Judío – En los últimos días, la gran mayoría de los judíos nos hemos sentido consternados por dos tipos de noticias. Uno, los incesantes ataques terroristas que han provocado la muerte de varios judíos, por el puro hecho de ser judíos. Dos, la violenta reacción de los judíos que incendiaron el poblado de Huwara, dejando un palestino muerto y obligando a centenares de ellos a huir.

Vamos a hablar de lo que nadie quiere hablar.

Por supuesto, que un grupo de judíos haya decidido tomar justicia por su propia mano y haya actuado con el nivel de violencia que se vio en Huwara, es condenable. Eso, me parece, está fuera de discusión.

Pero sería muy ingenuo decir que no podía preveerse una situación como esa. Peor de ingenuo, e incluso perverso, que la oposición diga ahora que el gobierno de Netanyahu perdió el control. Una reacción como esa iba a darse tarde o temprano, gobierne quien gobierne. Así como el gobierno israelí no tiene la capacidad de controlar al cien por ciento absoluto (válgase la redundancia) a los palestinos que deciden atacar judíos, tampoco puede controlar al cien por ciento a los judíos que deciden atacar palestinos.

Repito: era cuestión de tiempo para que una tragedia como esta ocurriese, porque es perfectamente previsible que la paciencia de las comunidades judías en la zona se agote después de tantos ataques palestinos, que han costado la vida de muchos de los habitantes de esa zona.

Así que vamos a ser concretos en un punto, y no me preocupa si molesta a muchas buenas conciencias: la culpa de esta escalada, es de los palestinos.

Yo sé que no faltará quien me diga que no, que la culpa es de los colonos por estar allí, “apropiándose de tierras palestinas”.

Esa es la mentira más abyecta y perversa posible. Tergiversa el trasfondo más terrible de la realidad, y asume una grotesca narrativa que se basa en la noción de que nuestra pura existencia, como judíos, siempre es el problema.

¿Cuál es el problema de que haya judíos viviendo en esa región? Hay judíos viviendo en México, en Estados Unidos, en Francia, en Inglaterra, y en muchos otros países del mundo. Y no hay voces que digan que son parte de un proyecto colonialista para robarse la tierra en la que están asentados. Simplemente, son ciudadanos de sus respectivos países.

¿Por qué los judíos que viven en Samaria no podrían ser, eventualmente, ciudadanos judíos de un estado palestino? Hay árabes viviendo en Israel, y son ciudadanos israelíes normales, con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro israelí.

La respuesta es tan odiosa como difícil de aceptar para las personas que se quieren sentir “buenos”, o para todo ese espectro internacional al que le llaman “izquierda”: la presencia de judíos en Samaria es un problema porque los palestinos son los únicos que gozan de la autorización tácita de medio planeta para establecer un estado racistas, judeófobo y genocida.

No estoy inventando nada. Son ellos mismos los que han repetido hasta el hartazgo que el Estado Palestino tiene que estar libre de judíos. Es desde esa óptica perversa que asumen que la pura presencia judía en cualquier loma de Samaria es un ataque contra la integridad del eventual Estado Palestino.

Digamos las cosas como son: eso es racismo, xenofobia, antisemitismo en su forma más descarada y cínica, aprobada por la comunidad internacional. ¿Por qué? Porque, total, las víctimas serían judíos. Luego entonces, eso se puede tolerar. Si Israel esgrimiera un discurso equivalente —algo así como “queremos que Israel sea una nación libre de palestinos”—, el mundo entero se pararía de cabeza, la ONU convocaría a reuniones emergentes de sus diferentes consejos, la Unión Europea se rasgaría las vestiduras diciendo que cómo es posible, y los demócratas en los Estados Unidos exigirían de inmediato la suspensión de toda la ayuda norteamericana a Israel.

¿Pero qué pasa cuando los palestinos hacen esa declaración odiosa e inmoral? Aparece todo mundo a decirle a Israel que es con ellos con quienes hay que sentarse a negociar, aunque sean ellos y sólo ellos los que se han negado sistemáticamente a firmar ningún compromiso hacia la paz, desde 1993.

Y mientras todo el mundo quisiera que fuera Israel el que cediera en todo, los palestinos siguen asesinando judíos.

Por eso insisto: era cuestión de tiempo para que hubiera una reacción violenta y ajena a la institucionalidad del estado judío. Es decir, un ataque de judíos radicales en su simple y llana búsqueda de venganza.

Y les advierto: si la situación con los palestinos no cambia —es decir, continúan sus ataques— otra vez será cuestión de tiempo para que vuelva a ocurrir algo similar, sin que ningún gobierno israelí pueda evitarlo.

¿Cuál es la solución? Negociar con los palestinos, no. Hace mucho que dejó de serlo (si acaso alguna vez lo fue; a estas alturas y viendo sus posturas, lo dudo mucho). No se puede negociar con quien no quiere la paz y, en cambio, quiere matarte.  ¿Qué vas a negociar, si lo que te va a exigir es el suicidio?

Otra vez, la respuesta es odiosa, políticamente incorrecta, molesta y incómoda para la izquierda, y espantosa y terrible para esa gente que podemos definir como “buena-ondita”.

Los palestinos tienen que ser derrotados. Llevados al punto en el que, verdaderamente, no tengan opciones.

Eso, por supuesto, no se trata de aplastarlos militarmente. Cuando hablamos de soluciones reales, justo de lo que se trata es de aquello que pueda eliminar la violencia. Sobre todo la de ellos.

La derrota palestina, como en todos los casos de mafia, cárteles del narco o crimen organizado, tiene que ser eminentemente financiera. Ahorcar sus recursos para que la Autoridad Paletina —inútil e hipócrita hasta este momento— o Hamas —criminal y terrorista— se desmoronen por completo, y los países árabes liderados por Arabia Saudita puedan hacerse cargo del control de los territorios en los que viven los palestinos.

Ello implica desmantelar todo el sistema educativo que le sigue enseñando a los palestinso a que el objetivo es y será destruir a Israel.

¿Que se van a quejar de que están atentando contra su “verdad” histórica? Sí, pero pues ni modo. En primer lugar, ni siquiera es una verdad histórica. Lo que se enseña en las escuelas palestinas es una mentira sin sustento. En segundo lugar, los únicos perjudicados son los propios palestinos. Son ellos los que, después de cinco décadas tratando de ser la herramienta para la destrucción de Israel, cada vez están más aislados y pobres.

Ahora más que nunca está claro que en cualquier negociación que se haga para la pacificación de la región, los palestinos no tienen nada que aportar. Por lo tanto, ni siquiera va a ser necesario tomarlos en cuenta. Han desperdiciado completamente la posibilidad de que se les tome en cuenta. La negociación tendrá que ser entre Israel y los países árabes, que son los que de manera natural resultan la mejor opción para hacerse cargo de esa gente.

¿Crear un estado palestino? No tiene sentido en este momento. Ellos mismos son incapaces de asumir semejante responsabilidad (de hecho, creo que nunca han estado a la altura requerida para ello). Más bien, tendrían que ser regiones en una condición jurídica transitoria bajo control árabe (principalmente, saudí), que en un proyecto a largo plazo (treinta a cuarenta años) transformen radicalmente el paradigma educativo para que a las nuevas generaciones se les inculque que lo que tienen que hacer es ponerse a trabajar, y no soñar con la destrucción del país vecino.

Tal vez entonces existan las condiciones para hablar de crearles un estado propio.

Del territorio no hay mucho que decir. Por supuesto, el objetivo final tendrá que ser que justo donde ellos viven se funde su propio estado. Pero ¿cuánto más se les tiene que conceder? Ya no existe ninguna justificación para entregarles amplias zonas en las que no hay palestinos, o zonas en las que ya viven judíos. La repartición de un territorio en litigio se tiene que hacer con base a la realidad demográfica, no a la verborragia ideologizada de burócratas de izquierda.

Los palestinos han rechazado cualquier negociación definitiva, y con ello han perdido décadas enteras (tres, desde los Acuerdos de Oslo), y por eso la realidad demográfica ha cambiado. Pues ni modo. Tendrán que cargar con las consecuencias de ello. No existe ninguna justificación razonable para indultarlos al respecto y ofrecerles el territorio que se les ofreció en 1993, o el que se les podía haber ofrecido en 1967. La única razón para mantener ese punto de vista es el puro deseo de fastidiar a Israel.

Por supuesto, se tienen que romper sus vínculos con Irán (de hecho, lo deseable es que el régimen iraní colapse), y se tiene que obligar a Qatar a que deje de financiar a los grupos terroristas palestinos. Pero también la ONU y Europa tienen que cortar sus financiamientos. Mientras sigan mandando dinero a los palestinos, seguirán nutriendo a un grupo de políticos corruptos apoyados por la gran mayoría de sus sociedades —eso es lo más lamentable de todo—, que no van a tener ningún remordimiento de conciencia en invertir ese dinero en matar judíos.

¿Y qué si el resto del mundo no reacciona y no apoya en esta solución? Entonces, lamentablemente, sólo le dejan una opción a Israel: endurecer sus respuestas militares contra los palestinos.

Ah, claro. Entonces medio mundo se pondrá a llorar y exigirá a Israel que “no escalemos el conflicto”. Porque, total, a ellos la sangre judía les importa nada. Si hay palestinos matando judíos, siempre se podrá recurrir a esos discursos falaces de “es que la ocupación”, “es que son colonos”, “es que les roban las tierras”.

La realidad, para mala suerte de quienes sostienen semejantes puntos de vista, es que Israel no tiene opciones. No, si lo que quiere es sobrevivir.

El gobierno israelí se ha visto demasiado lento y displicente con esta situación. No porque no se atreva a actuar, y menos porque no tenga la fuerza para hacerlo. En realidad, ha cometido ese error por ser demasiado buena gente.

Pero la paciencia se acaba, y los palestinos parecen estar urgidos por lograr eso.

Lástima. Los que van a sufrir son ellos, los que van a perder son ellos, exactamente como en las dos intifadas anteriores (y eso, cuando tenían apoyo de los países árabes).

Privilegiar la política; privilegiar la negociación; hacer apuestas valientes para la paz.

Esa debería ser la solución.

Lamentablemente, eso sólo es teoría.

En el mundo real, está claro que los palestinos simplemente no quieren eso.

Habrá que actuar en consecuencia. De lo contrario, los asesinatos de israelíes seguirán a la orden del día, y en cualquier momento otro grupo de extremistas judías se le saldrá de control al gobierno y empezará a masacrar palestinos.

Y eso es justo lo que no debe suceder.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío. Reproducción autorizada con la mención siguiente: @EnlaceJudio

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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.