En estas horas en las que tiene lugar la doceava manifestación en contra del gobierno presidido por Benjamín Netanyahu no puedo eludir una espinosa pregunta: ¿Hacia dónde nos conduce?
¿Por qué no entiende que la presente coalición gubernamental- torcida criatura que trajo al mundo por razones estrictamente personales – mal presenta y representa las aspiraciones de un pueblo que aspira a vivir en libertad y recrear valores perdidos?
Bien sabe que no sólo en su propio país es hoy censurado por miles de mujeres y hombres de todas las edades que abandonan sus labores y aportan recursos para unirse en una protesta sin precedente.
Y bien percibe en sus costosas peregrinaciones a capitales europeas las reservas y las censuras que no sólo la diáspora judía e israelí le revela desde todos los rincones. También los líderes de estos países le dicen con palabras y gestos que debe redefinir sus posturas y detener el debilitamiento de la democracia.
¿Qué puede hacer entonces?
Si un equilibrado juicio le dominara debería recomponer la coalición gobernante insertando en ella elementos formados en y por la democracia y prescindir de personajes que apenas conocen o aceptan las luces de la tolerancia y de la modernidad. O presentar la renuncia.
Posibilidad que hoy suprime mal aconsejado por su familia y por políticos que pretenden debilitar- cuando no disolver – el espíritu democrático que hasta aquí nos permitió realizarnos como personas y como judíos.
Sin embargo, un destructivo recurso puede corregir en alguna medida los erróneos pasos que hasta aquí ha revelado.
Testigos de la ruptura civil y militar que abruma al país, Irán, Gaza y El Líbano estarían considerando la posibilidad de una ofensiva – convencional y no convencional – en contra de Israel con el ánimo de destruir lo que hemos hecho durante un siglo para reconstruir nuestra libertad y cultura.
Supondrían que en la presente constelación Israel apenas cuenta con el ánimo y con las fuerzas indispensables para certeramente defenderse.
Tal vez se equivocan, pero quizás no. Juzgo que estas tendencias son hoy seriamente consideradas por estos países. Y Netanyahu bien sabe de ellas, y tal vez las anima conducido por oblicuas intenciones.
¿Cuál será el resultado?
Confieso: apenas me atrevo a imaginarlo.
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