Uno de los temas que más me ha apasionado acerca de la cultura judía es el jasidismo. Desde una perspectiva no judía, este movimiento religioso es uno de los más notorios.
Con las recientes producciones de Netflix como Unorthodox o Shtisel se ha abierto una ventana de interés para el entendimiento de estas comunidades. Por esa razón, dedico dos entregas al tema del jasidismo desde la perspectiva de cuatro de los estudiosos más representativos en el tema: Rajel Elior, Gershom Scholem, Martin Buber y Moshé Idel.
El jasidismo se puede entender hoy en día como un movimiento religioso judío con una orientación mayoritariamente mística.
Esta corriente se originó en Europa oriental a mediados del siglo XVIII y se desarrolló hasta su momento de esplendor a finales del siglo XIX.[1] Durante la centuria siguiente, el jasidismo sufrió un periodo de merma y destrucción, contexto propiciado por la Shoá.
El jasidismo tiene un fundamento religioso místico y, en su origen, respondió a una propuesta para entender y compartir el judaísmo entre varios pueblos ashkenazim que se asentaron en el territorio que actualmente ocupa Ucrania.
La situación religiosa del contexto histórico y la fuerte herencia de la mística tardía judía, fueron aspectos que influenciaron la construcción de un nuevo modelo de judaísmo que cuidó celosamente las mitzvot y propuso la alegría y la importancia de la vida como el eje axial de esta nueva forma de entender la ley mosaica.
El fundador del movimiento fue Israel Baal Shem Tov (1692-1760), también conocido como el Besht. La figura carismática del Besht generó seguidores por toda Europa Oriental, aspecto que conformó una red de comunidades jasídicas, misma que se acrecentó en número y se extendió por el territorio europeo durante el siglo XIX. Estas nuevas comunidades jasídicas diferían en normativas, estilo de vida y ritualística; sin embargo, se unificaban bajo el liderazgo del Besht, mismo que fue considerado como un gran tzadik.
El origen del jasidismo
El origen del jasidismo aún no queda muy claro. Rajel Elior en su estudio Los orígenes místicos del jasidismo, establece que existen varias teorías históricas e historiográficas sobre el origen del movimiento.
Por ejemplo, la autora expone la teoría propuesta por Simón Dubnow y Ben-Zion Dinur, tesis que sustentaba que el surgimiento del jasidismo fue una respuesta a la severa crisis experimentada por los judíos de Polonia durante la primera mitad del siglo XVIII. Sin embargo la autora afirma que esta línea de pensamiento ya ha sido superada y el jasidismo se entiende más a partir de un fundamento místico judío tardío heredado.
Para Elior, el jasidismo se originó a partir de un despertar místico que reorganizó la concepción de la relación entre el hombre y Dios. El movimiento fue producto de una erupción de piedad y carisma, misma que surgió en círculos ascéticos que heredaron varias prácticas desarrolladas por los discípulos cabalistas de Isaac Luria. Por lo tanto estamos ante una nueva mística sustentada por el líder carismático de la comunidad, el cual buscó acercar a su congregación a Dios a través del pensamiento místico-religioso. Este fenómeno propició comunidades en la cuales se construía, según palabras de Elior, una relación mística extática entre el hombre y Dios. Por lo tanto, los conceptos de amor fraternal, altruismo y devoción se afianzaron a través del carisma del líder.
La palabra jasídico viene de la raíz hebrea חסד que significa piedad, esta palabra a su vez produce el vocablo חסידות.
Rajel Elior demuestra que estos piadosos comprenden la realidad divina a partir de la coincidencia de los opuestos. Más adelante, la autora establece que la realidad de la vida diaria posee un sentido místico que proviene de una fuente divina y puede ser entendida por el ser humano.
El grueso de la población puede conocer la verdad divina y acceder al mundo oculto de lo infinito a través de la figura del tzadik, misma que es vista como el axis entre lo divino y lo terrenal.
Ante este panorama se puede definir que el impacto que generó la reforma jasídica dentro de comunidades semi aisladas o no, generó un mundo intelectual, religioso y místico que concibió de otra forma la figura y el papel de Dios.
Si bien el jasidismo se trata de una herencia mística según el estudio de Elior, también se puede asegurar que fue fácilmente aplicativa al grueso de la comunidad a partir de un lenguaje amigable que permitió un desarrollo religioso en común y sin exclusión.
Este aspecto generó un sentido de seguridad y reafirmó el de pertenencia en un momento histórico difícil para las comunidades ashkenazim.
La esperanza de la redención por medio del comportamiento, la piedad y el carisma generó una nueva estructura que se fue asimilando con otras vertientes del judaísmo, aspecto que propició que el jasidismo, visto como radical en sus inicios, sea comprendido ahora como una de las ramas del judaísmo haredi o ultraortodoxo. Sin embargo, la esencia de la inspiración espiritual se mantiene al igual que el halo misticismo de sus líderes.
[1] Rajel Elior, Los orígenes místicos del jasidismo, (Buenos Aires: Limud, 2010), 15.
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