Corría el año 1840, en la Isla de Rodas, que estaba bajo el Imperio Otomano. Allí había un rico comerciante griego, llamado Hamanas, quien era el principal comerciante de esponjas de la isla y contaba con una flota de pequeñas embarcaciones y buzos, quienes trabajaban para él, abasteciéndolo de esponjas, que luego exportaba.
El griego ejercía un monopolio sobre este artículo y a su vez explotaba a los pescadores, pagándoles muy poco, quienes arriesgaban sus vidas en busca del preciado material.
Otro comerciante judío de esponjas, Elias Kalimati, para evitar la competencia directa con el griego, se había especializado en esponjas de mejor calidad, mientras que pagaba mejores precios a los pobres pescadores por su producto.
Estas acciones habían provocado la envidia y el odio del comerciante griego.
Uno de los mejores trabajadores de Hamanas, se llamaba Metaxas, quien junto a su hijo habían formado un excelente equipo de buzos y cada semana les proveían al griego una buena cantidad de esponjas. No obstante, Metaxas y su familia vivían en medio de una terrible pobreza, ya que el sueldo percibido por Hamanas era paupérrimo.
En una de las tantas sumergidas en el mar para ese fin, sucedió que el hijo de Metaxas no regreso a la superficie, y cuando su padre se sumergio en su búsqueda, encontró que su hijo había sido presa de los tentáculos de un gran pulpo, que acabó con su vida.
La tragedia golpeó al padre del joven muerto, quien juró vengarse de su jefe. A su vez, esta desgracia azuzó a todos los pescadores de la isla, quienes acusaban al rico comerciante griego, Hamanas, de haber llevado a la muerte al joven, y exigían una mejor remuneración y condiciones de trabajo, amenazando que, de lo contrario, llevarían sus negocios a el comerciante judío.
La agitación crecía día a día en contra del dueño del monopolio.
Desaparece el hijo de Hamanas
Unos días después, el 17 de febrero de 1840, el hijo de cinco años del rico comerciante griego desapareció de su casa sin dejar rastro alguno. Inmediatamente se dio aviso a las autoridades.
Tanto el gobernador de Rodas, Yusuf Pasha, así como su amigo el griego Hamanas, encontraron ahora la gran oportunidad que estaban esperando.
Y como este suceso había ocurrido un mes antes de la festividad de Pesaj, resultaría entonces muy oportuno acusar a los judíos de haber secuestrado al niño con el objeto de llevar a cabo un asesinato ritual:
Acusar a los judíos de matar a un niño cristiano y extraer su sangre para utilizarla en la elaboración de las Matzot para Pésaj.
Varios días después, dos mujeres griegas se presentaron ante las autoridades e informaron haber visto al niño caminando, acompañado por cuatro judíos.
Torturas y asesinatos. Sitian al barrio judío.
Las mujeres manifestaron que uno de esos judíos se llamaba Eliakim Estambuli, un comerciante judío de huevos, quien por orden del gobernador, fue arrestado, interrogado, y sujeto a quinientos azotes, así como alambres al rojo vivo, que le fueron colocados a través de su nariz quemando sus huesos.
Una pesada piedra le fue colocada sobre su pecho, de tal manera que fue aplastado hasta la muerte.
Bajo esta tortura, Estambuli “confesó” el cargo de asesinato ritual, y culpó también del secuestro a David Mizrahi, miembro de la comunidad judia local.
El gobernador de la isla tambien ordeno la detención de Mijael Yaakov Israel (1790-1856) rabino principal de Rodas, y de varios de los principales líderes comunitarios, entre ellos: Hayim Benatar, David Mizrahi, Eliezer Levy, Mose Hazon, Israel Shemaria, Aslan De Leon, Mose Tarica, Yehuda Tarica, entre otros.
El gobernador, incitado por el clero griego, y por unos judíos convertidos al islam, hizo bloquear por completo el barrio judío durante doce días, a fin de que nadie pudiera salir de ahí, para proceder con la investigación.
Por lo tanto, los judíos no podían obtener ni comida ni agua. Los rabinos de Rodas decretaron un ayuno a toda la comunidad.
Mientras que en la principal sinagoga, Kahal Shalom, (que existe hasta el día de hoy), así como en las demás sinagogas, se escuchaban el Shofar y las Selijot, implorándole a DI-s que los salvara de esta inminente tragedia.
Entonces, el gobernador de la isla, Yusuf Pasha, comenzó con el interrogatorio a los detenidos. Estos fueron torturados cruelmente día tras día, a fin de obtener una “confesión”. Con ese fin, colgaron a los judíos de ganchos en el techo, ante la presencia de algunos cónsules europeos, mientras que el Rabino, fue mantenido allí colgado durante dos días, hasta que sufrió una hemorragia.
Hubo varios agitadores, quienes se encargaron de incitar al pueblo con diferentes calumnias, entre ellos estaban el cónsul británico Nicolson, así como el cónsul Masse de Suecia, y un judío convertido al islam llamado Abdela, así como el vicecónsul Austriaco Anton Giuliani, quien ante el pedido de clemencia del Rabino, le dijo: “¿De qué se queja este Rabino, si todavía no está muerto?”.
Se solicita auxilio
Durante los primeros días del bloqueo al barrio judío, alguien logro contrabandear una carta dirigida a los líderes de la comunidad de Estambul, quienes a su vez la reenviaron a la familia Rothschild, que inmediatamente se pusieron en campaña con el gobierno austriaco para presionar al sultán otomano, y cancelar la falsa acusación.
Mientras, el Rabino Abraham Amato, yerno del gran Rabino de Rodas, se dirigió a Estambul, y durante la Selamik (procesión) que cada viernes realizaba el Sultán a caballo hacia la Mezquita Azul, logro entregarle una carta, donde narraba con detalle todo lo que estaba sucediendo en Rodas.
El último día de Pésaj de aquel año, el gobernador de Rodas recibió una orden del Gran Visir, ordenándole la protección de los judíos.
A su vez, le ordeno enviar a Estambul a seis delegados, tres judíos y tres griegos, para escuchar sus alegatos.
Los tres judíos fueron Matatia Codron, el Rabino Abraham Amato, y Nissim Franco.
Sin embargo, mientras el asunto seguía su curso y la investigación establecía la inocencia de los judíos, el niño por la cual se acusaba a los judíos de asesinato ritual, apareció con vida en la isla de Sira, en el mar Egeo.
Tras la investigación, se descubrió que el pescador Metaxas, trabajador del comerciante griego, había secuestrado al niño, en venganza por la muerte de su hijo.
El decreto
Finalmente, el 28 de octubre de 1840, el Sultán Otomano Abdul Mecit I, después de una reunión con el filántropo judío Moses Montefiore, emitió un decreto que denunciaba la acusación de sangre como una calumnia hacia el pueblo judío.
El decreto fue entregado a Moses Montefiore, y una copia le fue enviada al principal rabino de Rodas. En él se estableció que, después de un meticuloso examen de las creencias y libros judíos religiosos, se había demostrado que, los cargos presentados en contra de los judíos eran puras calumnias.
En el documento estaba escrito lo siguiente: “La nación judía debe de poseer los mismos privilegios que aquellos concedidos a las demás naciones que se someten a nuestra autoridad, la nación judía debe ser protegida y defendida”.
Unos meses después, los judíos de Rodas fueron informados por el nuevo gobernador de la isla, que se había redactado un decreto imperial, dando por nula la calumnia en la que se quiso acusar al pueblo judío del asesinato ritual de un niño, con el objeto de extraer su sangre para amasar las Matzot para Pesaj.
Posteriormente, el Sultán otomano desterró de la isla de Rodas al gobernador Yusuf Pasha y al comerciante griego de esponjas, con la prohibición para ambos de no poder regresar jamás a la isla.
Como decimos en la Hagada de Pesaj:
“VEJOL DOR VADOR, OMDIM ALENU LEJALOTENU, VE HAKADOSH BARUJ HU, MATZILENU MIYADAM”
“En cada generación y generación, se levantan contra nosotros para aniquilarnos, pero DI-s, nos salva de sus manos”
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