En ocasión del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, en la Asamblea Nacional de Panamá, se escuchó el testimonio de Tomás Osers acerca de su padre, sobreviviente del Holocausto, que arrancó una que otra lágrima.
Aquí, algunos extractos. Y la historia del vaso de metal que Osers aún conserva, como su tesoro más preciado.
“Nuestra madre Dorit Weiss de Osers Z’’L sobreviviente del campo de concentración de Terezin y nuestro padre Harry Osers Z’’L sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz, nos dejaron a mis hermanos y a mí, huellas indelebles, que nos marcaron desde la infancia nuestra forma de ser y ver el mundo.
Nos formamos bajo la sombra de los campos de concentración y exterminio, de las fábricas de muerte.
Cómo debe ayudarse a la suerte
A nuestro padre, siempre le hacían la misma pregunta: ¿Cómo hizo para sobrevivir el campo de exterminio de Auschwitz?
Su respuesta siempre fue la misma …Suerte, suerte y más suerte…
Él comentaba que a la suerte había que ayudarla, Y esa, fue una de sus más grandes enseñanzas para con nosotros.
Me permito contarles dos cortos relatos para explicar como hizo para ayudarle a la suerte, ya que necesitaría días para relatarles todas las historias que nos contaba.
Al igual que miles de judíos, fue deportado del campo de concentración de Térezin, en trenes de ganado, 80 personas por vagón, cerrados, sin alimento, sin agua, un transitar por espacio de tres días, solo, sin sus padres, porque por azares de la vida él fue el numero ochenta de su vagón, quedando separados en vagones diferentes, la puerta se cerró, sin poder despedirse de sus padres y hermana, no sabía si los volvería a ver.
Hagamos una abstracción para entender cómo debía sentirse un niño de apenas 14 años, sin tener idea de cuál sería su destino final. Ahí le robaron su infancia, en ese momento, con sólo 14 años, se convirtió en hombre.
Su destino resultó ser el campo de exterminio de Auschwitz, al bajar de los vagones, oye lo siguiente.
…¿Ven aquella chimenea, allá? ¿La ven? ¿Ven las llamas? Allá, allá los llevaran. Ésa es su tumba. ¿Todavía no han comprendido? ¡Perros! ¿Ustedes no comprenden nada entonces? ¡Los van a cremar! ¡Los van a calcinar! ¡Los van a reducir a cenizas!…
Nuestro padre se consigue frente a sí, por primera vez al Ángel de la Muerte, el Dr. Josef Mengele, oficial SS, rostro cruel e insensible, vestimenta impecable, inteligente, con monóculo, una batuta de director de orquesta en la mano. La batuta se movía sin tregua, ya sea a la izquierda, ya sea a la derecha, decidía, como si fuera un D_os Todo Poderoso quien vive y quien era enviado directamente a las cámaras de gas, LINKS, RECHTS, Izquierda, Derecha. Todavía no sabía cuál dirección era la buena, qué camino conducía al presidio o al gas, la vida o la muerte. Esas dos palabras, a mí, me marcaron de niño, y hasta el día de hoy no las quiero oír.
Cuenta nuestro padre, que durante su permanencia en Auschwitz, tuvo una herida en el pie, hasta se podía ver el hueso, fue trasladado a lo que el mismo llamaba, “algo parecido a un hospital”, del cual básicamente no salía nadie vivo, en donde le hicieron una cura, y vendaron su pie con papel.
Al salir del pseudo hospital, no podía caminar bien, cojeaba y se notaba que tenía una lesión; en eso fue llamado para a una nueva selección del Dr. Menguele, él sabía que si veían que no podía caminar, sería enviado directamente al gas, por ello, decidió bajarse los pantalones hasta los tobillos, con lo que consiguió tapar la herida, y disimular su cojera, ya que es evidente que con los pantalones en los tobillos no se podía caminar correctamente. Esto lo salvó. Otra enseñanza para la vida.
El vaso de metal
Muchas familias guardan artículos que consideran preciados y que pasan de generación en generación, la familia Osers, también los tiene, pero no son joyas, diamantes ni oro, es un elemento que, nuestro padre trajo consigo de Auschwitz, y que según él le salvó la vida. Es este vasito de metal. Corresponde a la ración de sopa de todo un día, en la mañana, recibían café en la misma tacita, y en la noche 300gr de pan que debía aguantar para la cena y desayuno del día siguiente.
Si perdía este vasito no recibiría el alimento, por ello, lo conservamos hasta el día de hoy.
Estando en Auschwitz, logró en una oportunidad ver a su padre, Rodolfo Osers, quien estaba realizando trabajos forzados cavando una trinchera, corrió hacia él, y le dio parte del pan que tenía.
Fue la última vez que lo vió; sin saberlo, esa fue su despedida.
Hasta el día de hoy, no sabemos dónde quedaron sus restos, su partida de defunción dice: “Murió en algún lugar entre Blechamer y Buchenwald, entre el 21 Enero del 1945 y el 7 de Febrero de 1945.”, su nombre junto al de más de 80.000 víctimas escritos a mano, lo pueden ver en el memorial de la Sinagoga Pinkas en Praga.
Nosotros, los hijos de Harry Osers, estamos marcados por el trauma del hambre. Él comentaba que durante el Holocausto, siempre tuvo hambre, y constantemente nos decía, y cito:
…Ustedes no saben lo que es tener hambre…
Teníamos y tenemos prohibido dejar comida en el plato.
En la casa se nos prohibió decir “TENGO UN PROBLEMA”, ya que nosotros no sabíamos lo que es tener un problema, y nos decía,“saber si VIVES O NO, eso SÍ es un problema. ”
Cerrando Ciclos de Vida
Mi hijo Alan, junto con mi hermano Miguel, tuvieron la oportunidad única de viajar a los campos de concentración y exterminio de Theresienstadt y Auschwitz.
Los conocieron, pero no de la mano de un guía, sino de su abuelo, nuestro padre Harry Osers, quien, al entrar al campo, se le solicitó el ticket de entrada, el cual no se percató debía haberlo comprarlo.
Lo único que hizo, fue levantarse la manga de la camisa y mostrar su número 169086, y dijo: “Yo no necesito un ticket, yo escribí parte de esta historia”.
Este típico humor negro fue parte de lo que le ayudó a sobrevivir el campo de exterminio de Auschwitz.
El 27 de Enero de 1945, fue liberado esa infame fábrica de muerte, el campo de exterminio de Auschwitz, fecha que hoy recordamos, sin embargo, debo acotar que nuestro padre, una semana antes, el 21 de enero 1945, fue trasladado, junto a 100 muchachos de la misma edad seleccionados por Mengele, en su primera marcha de la muerte, al campo de concentración Mauthausen, luego, en una segunda marcha de la muerte, los trasladaron al campo de concentración Gunskirchen, de donde fueron liberados, en mayo 1945.
Este grupo de muchachos se les conoce hoy en día como los Birkenau Boys, que en 1992 cincuenta de ellos se reencontraron en Auschwitz.
A Harry Osers, así como muchos otros prisioneros, se le asignó un número, al llegar al Campo de Térezin el 68122, perdió su identidad.
Al llegar a Auschwitz le fue tatuado el 169086, le dolió cuando se lo colocaron, dejó de ser persona y se convirtió en una cosa.
Ahí sintió la maldad a la que puede llegar el hombre. Al llegar a Mauthausen, finalizada su primera marcha de la muerte, le asignaron un tercer número, el 117137, en una chapa metálica que le cortaba la muñeca. Finalmente recibió el número 980373 su cédula de identidad venezolana, un número que le devolvió su IDENTIDAD, dejó de ser una cosa y volvió a ser un ser humano.
Nuestra madre sobrevivió Terezin, y aunque ambos inicialmente estuvieron en el mismo campo, se conocieron y se casaron en Venezuela.
Para finalizar, recordemos que, en 1945, cuando el general Dwight Eisenhower llegó a al campo de concentración Bergen Belsen, declaró que allí se encontraba la “indiscutible prueba de la brutalidad nazi”.
Sin embargo, ya auguraba que el Holocausto podría ser negado: y cito su célebre frase
“Haz que todo quede grabado ahora, consigue las películas, consigue los testigos porque en algún momento de la historia, algún bastardo se levantará y dirá que esto nunca sucedió.”
Tomás Osers es presidente del Comité Venezolano de Yad Vashem, hijo de sobrevivientes de los Campos de Exterminio y Concentración de Auschwitz y Térezin. Ingeniero y profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela. Autor de diversos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Egresado del Curso para Educadores de la Shoá (Holocausto) en la Escuela Internacional para el Estudio del Holocausto del Instituto Yad Vashem en Jerusalén. Jurado del certamen Jidón Shoá, (Estudio del Holocausto) 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015. Editor de la Revista “Zajor-Recuerda”, legado del Comité Venezolano de Yad Vashem.
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