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sábado 23 de noviembre de 2024
Independencia de Israel

Yosef Bitton / Los tres milagros que ocurrieron en la guerra de la Independencia de Israel

Este próximo miércoles 5 de Iyar 24/ 25 de Abril, celebraremos el día de la Independencia de Israel.

Una victoria segura

El día en que los líderes judíos declararon el establecimiento del nuevo Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948 (5 de Iyar de 5718), los países árabes vecinos le declararon la guerra y comenzaron una invasión por todos los frentes, absolutamente seguros de su triunfo. Israel tenía muchas desventajas, pero la más notable era la falta de armamento. Recordemos que los 5 países árabes que atacaron a IsraelEgipto, Iraq, Siria, Líbano y Jordania – se habían independizado unos años antes, y tanto Inglaterra como Francia les habían vendido armamento y habían entrenado a sus ejércitos. Los países árabes contaban, por ejemplo, con 50 tanques, mientras que Israel solo tenía uno. Los árabes contaban con 200 vehículos de artillería, Israel con 2. Los árabes tenían 140 cañones, Israel solamente 5. Y la mayor desventaja era que los árabes contaban con más de 70 aviones de guerra, y al comenzar las hostilidades, Israel no tenía ninguno. Los países árabes habían advertido a Israel que si declaraba su independencia, ellos atacarían, y en realidad estaban ansiosos de que esto ocurriera, ya que las posibilidades de ganar la guerra, con absolutamente todo a favor, era del 100%. Tan confiados estaban en su triunfo que pidieron en la radio árabe a todos los palestinos que vivían en Israel y que no iban a tomar parte activa en la guerra que se retiraran del país, y les aseguraron que iban a regresar muy pronto, cuando la corta batalla hubiese terminado y todos los judíos hubiesen sido «echados al mar» (un eufemismo de «ser asesinados»). Cientos de miles de palestinos abandonaron el territorio de Israel, y de esta forma los mismos países árabes crearon el «problema de los refugiados palestinos», del cual nunca se hicieron cargo, y por el cual hasta el día de hoy, siguen culpando a Israel.

Objetivo final: Tel Aviv

Inmediatamente después de la declaración de independencia, los aviones de combate egipcios aparecieron en los cielos de Tel Aviv y comenzaron a bombardear la ciudad sin encontrar resistencia. Estos bombardeos ininterrumpidos dejaron cientos de muertos, incluyendo mujeres y niños, y miles de heridos. Los egipcios avanzaron significativamente y llegaron hasta Ashdod, quedando a solo 30 kilómetros de Tel Aviv. La poderosa legión jordana, que había sido entrenada por los británicos y estaba siendo comandada por generales británicos (sic), logró sitiar Jerusalén y la invasión de la Ciudad Santa era inminente. Los jordanos también capturaron la ciudad de Lod y lo que hoy es el aeropuerto internacional Ben Gurión, y se acercaban a Tel Aviv desde el este. Las fuerzas iraquíes que habían atacado desde el noreste también se acercaban a Petaj Tikva y Hadera, camino a Tel Aviv. Los sirios cercaban la ciudad de Tiberias y junto con las fuerzas militares del Líbano habían aislado a la Galilea, el norte del país, del resto de Israel. El destino final de los ejércitos árabes era destruir Tel Aviv, que en ese entonces era la sede del gobierno de Israel y de los altos mandos de su ejército.

Estados Unidos vs. Israel

Israel no tenía cómo defenderse, ni podía conseguir armas. ¿Por qué? Porque Estados Unidos lideraba un embargo internacional que prohibía toda venta de armas a Israel, con plena conciencia y conocimiento de que Israel no podría sobrevivir al ataque de los ejércitos árabes. Era solo cuestión de tiempo para que se repitiera una nueva Shoá y el mundo, por segunda vez, actuaba como un silencioso cómplice. Todos los esfuerzos del recién creado Ejército de Israel para defenderse fracasaron. Todos los pronósticos que predecían la brutal derrota de Israel se estaban cumpliendo. La superioridad militar de los ejércitos árabes era insuperable. No había ninguna manera de que los israelíes pudieran soportar los ataques ni siquiera unos días más; el final era inminente. Los árabes, muy confiados en su victoria, anunciaban que «lo que Hitler había hecho no era nada en la Segunda Guerra Mundial, comparado con lo que ellos harían con los judíos» una vez que conquistaran Tel Aviv. Y el mundo, como en un horrible dejavú del Holocausto, escuchaba y callaba. Y entonces ocurrió un gran milagro: el segundo de los tres milagros que quiero mencionar hoy. Fue el 11 de junio, el 4 de Siván de 1948.

El cese al fuego

El conde sueco Folke Bernadotte, que había sido designado como mediador entre israelíes y árabes por las Naciones Unidas, propuso un cese al fuego, es decir, una interrupción de la actividad militar de los ejércitos por 4 semanas, ofreciendo que cada cual permaneciera en control de las posiciones que habían conquistado hasta ese momento. Israel, que estaba perdiendo en todos los frentes, obviamente aceptó. Lo inexplicable —¡lo milagroso!— fue que los países árabes hayan aceptado este cese al fuego, a pesar de que estaban, literalmente, a un día de conquistar Tel Aviv. Cito al profesor Ben Artzi, historiador de la Universidad de Bar Ilan. Así escribe en su libro (hebreo) Meguilat Hatequmá Vehatzmaut: “Pero, ¿por qué los árabes aceptaron el cese al fuego…? En realidad, ya estaban alcanzado todos sus objetivos militares: Jerusalén estaba rodeada y sitiada; Tel Aviv, a muy poca distancia [de caer en su poder]; el sur de Israel [el Néguev] desconectado del resto del país, y la Galilea, el norte, ya había sido conquistado. Un pequeño esfuerzo más de parte de los árabes y ya estaban en el corazón de Jerusalén, Petaj Tikva, Natanya, Hadera y Afula… y Tel Aviv”. Ben Artzi no oculta su convicción de que este cese al fuego fue un milagro de proporciones bíblicas.

Celebrar antes de tiempo

La tregua comenzó el 11 de junio. Los cinco ejércitos árabes, que consideraban que ya habían ganado la guerra, comenzaron las negociaciones políticas entre ellos mismos acerca de cómo se iban a dividir el territorio de Israel y el botín de guerra una vez que los judíos se hubieran rendido formalmente, algo que esperaban que ocurriera en los próximos días. Pero Israel aprovechó el cese al fuego y, con el apoyo y las generosas donaciones de los judíos de Estados Unidos y la diáspora, compró de Checoslovaquia, el único país que se atrevió a romper el embargo internacional, todo el armamento que pudo, incluyendo 15 aviones de guerra. Y también cambió su estrategia: a pesar de que el balance militar seguía siendo en favor de los árabes —por lo menos 10 a 1— Israel decidió que ahora no solo iba a defenderse, sino que ¡comenzaría a atacar a los árabes! Una vez que se reanudó la guerra, los ejércitos árabes estaban tan confiados en su victoria que prácticamente habían dejado de luchar. De acuerdo con Igal Alón, el famoso comandante del Palmaj, cuando el cese del fuego expiró: “Los ejércitos árabes, que tenían una gran ventaja, dejaron de avanzar, algo que es realmente inexplicable”.

Miedo bíblico

Y entonces ocurrió el tercer milagro. La valiente e inesperada decisión de Israel de pasar al ataque tomó a los árabes por sorpresa, y pasaron de la pasividad al pánico, imaginando que Israel tenía más poder del que en realidad poseía. Un ejemplo de esto es que a finales de mayo llegaron clandestinamente a Israel cuatro aviones militares Messerschmidt desarmados desde Checoslovaquia dentro de un avión de transporte. Los aviones fueron armados en muy poco tiempo y el 30 de mayo, antes de que pudieran probarlos, salieron a su primera operación: tratando de frenar a las fuerzas egipcias que se encontraban a solo 30 kilómetros de Tel Aviv. Los aviones atacaron por sorpresa a los egipcios, pero no causaron daños severos, ya que los equipos de ataque no funcionaban muy bien. Sin embargo, el comandante egipcio a cargo de esa fuerza envió un mensaje urgente a sus jefes diciéndoles que «ya no podían avanzar más, y que estaban siendo bombardeados por una fuerza muy superior a ellos». Todo este miedo era más imaginario que real. La Torá menciona por primera vez este «miedo» que se apodera de los enemigos de Israel en la historia de Yaakov Avinu, cuando los habitantes de Canaan, obviamente más fuertes y numerosos que Jacob y sus hijos, «quisieron pero no se atrevieron» a atacar a Jacob. Allí la Torá dice (Génesis 35:5) que los habitantes de esas ciudades «fueron afectados por un miedo Divino, que los disuadió de perseguir a los hijos de Israel» (ויהי חתת אלקים על־הערים אשר סביבתיהם ולא רדפו אחרי בני יעקב). Esta fue la forma en que Hashem intervino para salvar a nuestros antepasados de sus enemigos. Lo mismo cuenta la Torá en la famosa canción que los hijos de Israel recitaron al cruzar el mar, donde visualizan la futura conquista de la Tierra de Canaan y saben que cuando el enemigo escuche lo que Dios hizo por su pueblo en Egipto «las naciones de Canaan escucharán y el miedo y el pánico se apoderarán de ellos… hasta que tu pueblo llegue y conquiste la tierra prometida». La tercera vez que esta idea aparece es también en el libro de Shemot, esta vez como una promesa explícita de parte de Dios a Israel. La Torá (Éxodo 23:27) dice que cuando Israel se apreste a conquistar a los pueblos de Canaan, Dios intervendrá. ¿De qué manera? «Infundiré el pánico y el terror en tus enemigos, y los confundiré… y haré que todos tus enemigos te den la espalda y huyan».Un oficial egipcio que había participado en la guerra de Independencia fue tomado prisionero por Israel en la guerra de 1956. Le preguntaron por qué los egipcios aceptaron el cese al fuego y no siguieron avanzando hacia Tel Aviv en 1948, cuando tenían todo el camino abierto. El oficial dijo: “Cuando atacábamos a los israelíes vimos algo que nos dio miedo: aún después de sufrir fuego directo y cuantiosas bajas, los soldados israelíes seguían avanzando como si fueran “locos” (meynunin). Y entonces nos dijimos a nosotros mismos: a estos locos es imposible vencerlos. Mejor [aceptar el cese al fuego] y conformarnos con lo que ya hemos conquistado”.

El milagro más grande

Quiero finalizar esta historia incompleta de la guerra más importante de la historia del Estado de Israel con una reflexión final. Lo que resulta más inconcebible de toda esta guerra es que, sabiendo acerca de la incomparable inferioridad militar, los líderes de Israel hayan tomado la decisión de declarar la Independencia de Medinat Israel, habiendo sido advertidos del inminente ataque árabe. Esta decisión no tenía ningún sentido: ni desde un punto de vista militar ni desde un punto de vista lógico. Viendo los números, uno solo puede pensar que era un acto suicida. Aunque hay otra posibilidad. Creo que David Ben Gurión y todos los líderes israelíes de ese tiempo tuvieron un momento de inspiración divina: Dios intervino en sus mentes y corazones de una manera opuesta a la que interviene contra nuestros enemigos. El Todopoderoso encendió en sus almas un increíble, milagroso valor y valentía que los llevó a actuar como Najshón Ben Aminadav, el hombre que cuando el pueblo judío estaba escapando del Faraón, contra toda lógica, se metió en el mar hasta que el agua le llegó a sus narices: ¡y continuó! En un incomparable gigantesco acto de fe, consciente o no, los líderes de Israel se entregaron a un milagro que tenía que ocurrir… Y que gracias a Dios ocurrió. Este fue el primer milagro. Y quizás el más grande de todos.

Feliz Yom Haatzmaut חג עצמאות שמח

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