Rabino Yosef Bitton/ Yom Haatzmaut: El Estado de Israel que imaginaron nuestros profetas

La profecía de Isaías

מִי-אֵלֶּה כָּעָב תְּעוּפֶינָה וְכַיּוֹנִים אֶל-אֲרֻבֹּתֵיהֶם

La Torá predijo que el pueblo judío sería exiliado a todos los rincones del planeta (Deut. 29) y también anticipó que eventualmente regresaría a la tierra de Israel (Deut. 30). El profeta Isaías (Yesha’yahu) describió con palabras proféticas y poéticas cómo se llevaría a cabo este regreso. Dirigiéndose a la Tierra de Israel, Yesha’yahu dijo: «Tus hijos llegarán desde tierras lejanas; y tus hijas, cargadas sobre los hombros [de sus padres]…». En ese contexto, también dijo (60:8): «Habrá quienes [llegarán a Israel] volando como nubes, y otros [que llegarán volando] como palomas a sus nidos».

El rabino de Rehovot, Rab Simja Kook, explicó por qué Yesha’yahu usó en su profecía estas metáforas: «nubes» y «palomas». Porque las nubes y las palomas representan dos extremos opuestos en términos de movimiento. Las nubes son movidas por los vientos, no controlan sus movimientos. Si el viento sopla desde el norte, las nubes se dirigirán hacia el sur, y viceversa. Y cuando no sopla el viento, las nubes se quedan donde están.

Las palomas, por otro lado, tienen un sentido de ubicación extraordinario. ¡Unico! Un GPS biológico que todavía es un misterio para la ciencia. Ninguna otra ave posee un sentido de orientación migratoria similar. Es un instinto de dirección que les permite regresar a su nido desde cualquier lugar del mundo, incluso a miles de kilómetros de distancia. Durante miles de años, las palomas se utilizaron para enviar mensajes de un lugar a otro. Cuando alguien viajaba desde un lugar A a un lugar B, llevaba consigo palomas que nacieron y fueron criadas en A. Sin importar lo lejos que estuviera B de A, las palomas siempre encontraban la forma de regresar a Am es decir, su nido, contra viento y marea.

Ahora podemos comprender mejor lo que el profeta Yesha’yahu estaba diciendo… y viendo en su proefecía. Cuando el pueblo de Israel regrese a su tierra, habrá judíos que, como las nubes, «volarán» (ese fue el verbo que increiblemente utilizó Yesha’yahu!) hacia Israel movidos por «vientos», todo tipo de vientos: políticos, financieros, vientos de antisemitismo, etc. Para Yesha’yahu, todos estos son vientos «divinos» que traerán a estos judíos, aunque un poco por la fuerza, de regreso a su tierra.

Por otro lado, habrá judíos que, como las palomas, llegarán a Israel guiados por su GPS interno, volarán hacia Israel como quien regresa a su casa, a su nido.

Mientras que las nubes son empujadas por los vientos, las palomas, para llegar a su nido, a veces tienen que volar contra el viento.

Eventualmente, con la ayuda de Dios, todos los judíos regresaremos a Israel. Si no lo hacemos nosotros, lo harán nuestros hijos o nuestros nietos. Todos nos reuniremos en la tierra de Israel. Algunos, movidos por los vientos de la historia, mientras que otros regresarán «a su nido» guiados por un fuerte sentido de dirección interno. Sin embargo, independientemente de la forma en que lleguemos, lo importante es que trabajemos juntos para hacer realidad la profecía de Yesha’ayahu y construir un futuro brillante para el pueblo judío en nuestra tierra ancestral.

La profecía de Ezequiel

הִנֵּה אֲנִי פֹתֵחַ אֶת-קִבְרוֹתֵיכֶם וְהַעֲלֵיתִי אֶתְכֶם מִקִּבְרוֹתֵיכֶם עַמִּי; וְהֵבֵאתִי אֶתְכֶם, אֶל-אַדְמַת יִשְׂרָאל

יחזקאל ל”ז

Esta es una semana muy simbólica, que marca la transición entre dos hitos históricos importantísimos, diametralmente opuestos, que afectaron y cambiaron profundamente al pueblo judío. Por un lado, este pasado martes lloramos y lamentamos en Yom HaShoah, el Día de la Memoria del Holocausto. Por otro lado, este martes a la noche celebraremos Yom ha’Atzmaut, el día de la Independencia del Estado de Israel. Los judíos hemos sufrido incontables persecuciones, matanzas y pogroms. En todas las tierras y en todos los tiempos. Pero nunca vivimos algo tan siniestro como la Shoah. Tanto en términos absolutos como relativos, nunca hubo una matanza tan devastadora de judíos como la ocurrida en Europa entre 1940 y 1945. Cuando ya nadie se atrevía a oponerse al Tercer Reich, como se ve claramente en la película The Darkest Hour (Las horas más oscuras), de Winston Churchill.

O cuando los Nazis exterminaron a medio millón de judíos de la comunidad húngara en solo 6 meses. O cuando Erwin Rommel estaba preparando las cámaras de gas en Túnez para transportar allí y gasear a todos los judíos del Norte de Africa, Palestina, Siria, irán e Irak. Nunca el pueblo judío percibió que su final estaba tan cerca. Nunca perdimos tanto la esperanza, o como dijo el profeta Yejezquel, אבדה תקוותינו (nuestra esperanza se ha perdido) y sentimos que estábamos irremediablemente condenados a morir. O ya muertos. Había llegado el final. Y entonces, en solo 3 años, que en términos de la milenaria historia judía es menos que un abrir y cerrar de ojos, el gran milagro que la Torá (Debarim 30) y todos nuestros profetas habían prometido hace tanto tiempo atrás, finalmente ocurrió. Comenzó el KIBBUTS GALUYOT, el regreso del pueblo de Israel a nuestra tierra. HaShem, literalmente, abrió nuestras tumbas, nos sacó desde abajo de la tierra y nos trajo de regreso a la hermosa tierra a Israel.

Hace mucho tiempo, más de 2500 años atrás, el profeta Ezequiel tuvo una visión profética (nebuá) muy especial. En esta visión (Capítulo 37) HaShem transportó a Yejezquel a un valle. Y en ese valle había huesos. Muchos huesos. Huesos humanos. Secos. No hay nada más muerto que un hueso seco. Ezequiel lo vio y no dijo nada. Y entonces, en esa visión, HaShem le dijo a Ezequiel: «Hijo del hombre: ¿Crees tu que estos huesos podrán volver a la vida?» Y Ezequiel, en una combinación de humildad, estupor y sentido común respondió «HaShem, sólo Tú puedes saberlo». Y entonces hubo un ruido ensordecedor. Y los huesos empezaron a moverse. Se juntaron con otros huesos y formaron esqueletos. Y los esqueletos se revistieron de venas, nervios y carne. Y finalmente se cubrieron de piel.

Ahora ya no eran huesos sino cuerpos humanos. Pero sin vida. Cadáveres. Y entonces HaShem le dijo a Ezequiel: «Profetiza para que a estos cuerpos les llegue vida …. que se introduzca en estos cuerpos y que vuelvan a vivir.» Y así fue. «Y un hálito de vida ingresó en esos cuerpos y se pusieron de pie. Era un gran ejercito, muy numeroso». Y entonces HaShem le dijo al profeta Ezequiel: «Hijo del hombre, estos huesos son la casa de Israel. Ellos dicen: ‘nuestros huesos se han secado, se ha perdido nuestra esperanza, hemos sido condenados [a desaparecer].’ Por eso, quiero que profetices y les digas [al pueblo de Israel]: así dice HaShem, Dios, he aquí que Yo abriré vuestras tumbas, y los levantaré de vuestras tumbas y los llevaré a la tierra de Israel

Es imposible no conectar esta intensa profecía con 1945 y 1948.

En 1945 estábamos condenados a desaparecer. Éramos huesos secos, o quizás peor que huesos secos: estábamos hechos cenizas. Y entonces, cuando ya todos pensaban que habíamos desaparecido, que ya nunca más volveríamos a ser un pueblo, que todas las milenarias profecías nunca se cumplirían, ocurrió el milagro más grande: HaShem abrió nuestras tumbas, nuestros crematorios, nos levantó y nos devolvió la vida. Pero allí no terminó Su misión: luego ocurrió lo inconcebible, aquello que nadie se hubiese atrevido a anticipar o incluso soñar. HaShem cumplió lo que nos prometió: Regresamos a nuestra tierra, y establecimos el Estado de Israel, tal como Ezequiel lo había profetizado: «y cuando abra vuestras tumbas, y los saque de ellas, pueblo Mío, y los conduzca a vuestra tierra, sabrán que Yo, HaShem, lo he prometido y lo he cumplido».

La profecía de Zejariyá

Miren esta imagen con atención. ¿ven algo especial? Sólo niños jugando en una plaza. Bueno, no tan rápido…

Esta es la Ciudad Vieja de Jerusalem. Unos niños juegan en una plaza –una calle peatonal– llamada BateMahase. Este es un lugar muy importante . El edificio de dos pisos con arcos que se ve en el fondo fue construido en 1871 con dinero proporcionado por el barón Wolf Rothschild de Frankfurt para albergar a familias pobres. El escudo de armas de la familia Rothschild todavía está en la parte superior del edificio. Hoy alberga las oficinas de la Municipalidad de la Ciudad Vieja de Yerushalayim. En este patio se ve una escena muy familiar: niños corriendo y jugando. Esto sucede todos los días porque hay dos escuelas cerca de este patio: el Talmud Torá Noam y la Yeshibá Sylberstein.

Lo que no se puede apreciar en esta foto, pero se ve en la ilustración principal, es otra escena común: ancianos y ancianas sentados en los bancos de la plaza. A los mayores les encanta ver a los niños jugar, y muchas veces después del horario escolar, los abuelos vienen a esta plaza a jugar con sus nietos.

Hay algo más en este lugar. Mira la siguiente imagen.

Este texto tallado en piedra es una cita del profeta Zacarías (Zejariá), capítulo 8:4-5. Zejariá era un niño cuando los judíos vivían en el exilio de Babilonia hace 2500 años. Sin su propia tierra y sin el Bet HaMiqdash, el futuro del pueblo judío se veía muy sombrío. Estaban sin esperanza. En circunstancias normales, los judíos se habrían integrado (asimilado) naturalmente a la población babilónica y desaparecido. Pero sucedió un milagro: Ciro (Córesh), el emperador persa, fue «inspirado» por HaShem (como él mismo declaró explícitamente) e invitó a los judíos a regresar a Israel y reconstruir Jerusalem. Aunque la mayoría de los judíos optaron por permanecer en Babel, miles de Yehudim regresaron. Entre ellos estaba el profeta Zejariá . Cuando llegaron, encontraron la ciudad completamente destruida. Todo era ruinas, cenizas y desolación. Ni siquiera había un muro para proteger la ciudad, lo que hacía que vivir en la ciudad fuera una misión imposible (imagínense vivir en una casa sin sus paredes exteriores).

Pero en medio de esta desolación, Zejariá tuvo una visión profética, un escenario muy improbable de suceder, dadas las terribles condiciones de Yerushalayim en sus días.

Esta profecía dice así:

כֹּה אָמַר ה’ צְבָאוֹת: עֹד יֵשְׁבוּ זְקֵנִים וּזְקֵנוֹת בִּרְחֹׁוּשּת שִּרְחֹׁוֹ ָלִָם, וְאִישׁ מִשְׁעַנְתּוֹ בְּיָדוֹ מֵרֹב יָמִים.

זכריה ח’ 5-4

“Dice HaShem, volveré al monte de Sión, y Mi presencia habitará en Yerushalayim…. Y una vez más, ancianos y ancianas caminarán con sus bastones por las calles de Jerusalem, y se sentarán juntos en las plazas de la ciudad. Y las calles de la ciudad se llenarán de niños y niñas jugando en ella”.

Veamos ahora el cuadro completo: estás en Bate Majasá, leyendo este extraordinario versículo grabado en la piedra frente a ti. Es una día de semana cualquiera, los ancianos se sientan en un banco mientras los niños juegan a la pelota en la calle. Entonces te das cuenta de que tienes el increíble mérito de ser un testigo presencial del cumplimiento de las palabras proféticas de Zacarías. Pero también te das cuenta que no eres solo un testigo de la profecía de Zejariá, sino la encarnación, la realización de esa profecía. Tienes la sensación de que hace 2500 años, en su increíble visión profética, Zejariá, en ese lugar, te estaba viendo a ti.

 


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