איש אמו ואביו תיראו
El hombre debera respetar a su madre y a su padre VAYIQRA 19:3
Todos sabemos la importancia de la Mitzvá de honrar y respetar a nuestros padres. Lo que es menos conocido es el contexto histórico en el que se estableció este mandamiento. Aprender más al respecto nos ayudará a apreciar más cuán extraordinario es este mandamiento.
A primera vista, honrar a nuestros padres parece ser hoy algo obvio y natural. Sobre todo porque, como ocurre con muchos otros valores, las ideas bíblicas judías se han integrado a lo largo de los siglos en el patrimonio mental y social de gran parte de la humanidad. Vivimos en una civilización que la Biblia ha transformado, por lo que damos por sentado el deber de honrar a nuestros padres. Sin embargo, esta obligación es una innovación judía bíblica.
¿Qué es un héroe?
La familia y las jerarquías familiares no siempre fueron como las conocemos hoy. Hasta el punto de que el parricidio y el incesto, como se desprende de las historias y mitos de los hititas, los sumerios y muchos otros pueblos de la antigua Mesopotamia, no eran infrecuentes. En nuestro caso concreto, el deber de honrar a los padres en la Torá va mucho más allá del mero respeto por la autoridad de nuestros padres. Honrarlos significa darles una categoría especial de respeto. Consideremos, por ejemplo, la obligación de un hijo o una hija de ponerse de pie en honor a la mera presencia de sus padres. En la sociedad moderna, esto está reservado para individuos con ciertos cargos asociados con el poder, por ejemplo, el presidente, un juez, un gobernador, etc. También, en la antigüedad, en las sociedades contemporáneas a la época de la entrega de la Torá, este tipo de honor no estaba reservado para los progenitores sino casi exclusivamente para los guerreros y los “héroes” del campo de batalla. Para hombres (¡nunca para mujeres!), poderosos y físicamente fuertes, que se distinguen por su destreza militar o por derrotar a monstruos con múltiples cabezas.
El llamado a honrar a los “padres” es una innovación radical de la Torá, una profunda desvinculación con otras culturas y con la tendencia humana a elevar al nivel de héroes a quienes obtuvieron la gloria en la batalla. La revolución bíblica solidifica la imagen de los padres al exigir honrarlos como si fueran nuestros héroes, reforzando así el vínculo padre-hijo, facilitando el proceso de educación y transmisión.
La Torá y la mujer
Otro elemento que no se valora lo suficiente es que las sociedades de la antigüedad eran estrictamente patriarcales, y las mujeres eran consideradas posesiones y personas de segunda, y no gozaban prácticamente de derechos. Como explican los Sabios, el texto bíblico establece que un hijo debe honrar por igual a su padre ya su madre. De hecho, como pueden ver en el versículo bíblico citado arriba, ¡la Torá menciona a la madre antes de mencionar al padre! En la Torá, la madre no es vista como un apéndice paterno sino como un socio igualitario en la sociedad familiar. Esta es una revolución cultural con efectos a largo plazo. Porque elevando la posición de ambos padres por igual, un niño judío es educado desde una tierna edad a apreciar a las mujeres. Entre otras cosas, esto influirá, en el futuro, en la forma en que un hombre verá y respetará a su propia esposa, ya que existe una relación directa entre el respeto que un hijo tiene por su madre cuando es niño y el respeto que le tendrá a su esposa cuando se case. Una niña judía también crece con una mayor autoestima como mujer, viendo el honor incondicional y la deferencia que sus hermanos varones le dan a su madre.
La diferencia entre honrar y respetar a los padres
En la Torá, hay dos mandamientos que regulan las relaciones entre padres e hijos. El primero es «kabbed et abija ve-et imeja», que se traduce como «Honra a tu padre y a tu madre». Este es el quinto de los Diez Mandamientos.
Una segunda Mitzvá se encuentra en Parashat Quedoshim, Vayiqra, 19:3, una de las dos secciones de la Torá que estamos a punto de leer este Shabat que dice “ish immo veabiv tira’u”, que significa «“Una persona debe respetar a su madre y padre.» Estas dos mitzvot son diferentes y, de hecho, se complementan, como veremos ahora.
Respeto a los padres
El lenguaje que usa la Torá es “tira’u”, que literalmente significa “temer”. Sin embargo, este mandamiento no se trata de tener miedo o temor a nuestros padres sino de respetarlos.
¿Cuál es la diferencia entre el miedo y el respeto?
El “miedo” está asociado a un sentimiento fuera de nuestro control que suele paralizarnos. “Respeto”, por otro lado, es una actitud proactiva: considerar la autoridad de nuestros padres en nuestro comportamiento.
Respetar a los padres por lo general pertenece a lo que NO debemos hacer.
Algunos ejemplos:
No puedo llamar a mis padres por sus nombres: por respeto, debo dirigirme a ellos como «mamá» o «papá».
No puedo desobedecer o faltar el respeto a mis padres.
Un hijo o hija no debe sentarse en el lugar designado para su padre o madre. Por ejemplo, en la cabecera de la mesa, en una silla especial, o en el asiento del padre en la sinagoga, etc.
El respeto a los padres es una forma de establecer líneas claras: “Yo soy el padre o la madre, y tú eres mi hijo o mi hija: te amo, pero no somos iguales”. Esta distancia es absolutamente necesaria, no por el ego de los padres sino por el bienestar emocional de los niños. ¿Por qué? Porque estos principios establecen límites y definen la autoridad, sin la cual un niño no puede ser bien educado. En un sentido práctico, la mitzvá de “respetar” a nuestros padres se aplica cuando somos niños o adolescentes y dependemos de nuestros padres. Un niño judío es educado para actuar con disciplina y aceptar la autoridad de sus padres, lo que eventualmente lo entrenará para respetar la autoridad de Dios. En otras palabras, solo cuando uno haya aprendido a respetar a sus padres, estará listo para respetar a Dios.
Honrar a los padres
La Mitzvá de “Honrar” a nuestros padres es un poco diferente. No se trata de lo que NO podemos hacer con nuestros padres, sino de lo que debemos hacer por ellos. Esencialmente, honrar a nuestros padres significa cuidarlos y cuidarlos. Este es el significado del Quinto Mandamiento.
Nuestros sabios explicaron que honrar a los padres incluye, por ejemplo, ayudar a nuestros padres, visitarlos, acompañarlos, sacarlos y traerlos, y si es necesario, alimentarlos y vestirlos. Esta Mitzva enfatiza el deber de gratitud y reconocimiento a quienes nos alimentaron, vistieron y cuidaron cuando éramos niños.
El “respeto” por los padres se manifiesta cuando los niños dependen de sus padres, mientras que “honrar” a los padres se aplica principalmente cuando los padres son mayores y dependen de sus hijos.
Respeto y atención a nuestros padres de edad avanzada
Los rabinos del Talmud examinaron el asunto de honrar a nuestros padres en circunstancias especiales.
Aquí explicaremos uno de estos casos: la salud mental
Los rabinos presentaron el caso de Rab Asé, que vivía con su anciana madre, que presentaba síntomas de demencia senil. Rab Asé la cuidó con much amor y cariño, haciendo todo lo posible para complacerla, honrarla y evitar contradecirla. El Talmud ilustra el comportamiento problemático de la madre de Rab Asé, que era viuda, y su reacción: primero, la madre le pidió que le comprara joyas, y él le trajo lo que pudo. Luego, ella le pidió que le encontrara un novio para casarse con ella. Tratando de apaciguarla, le dijo que iba a tratar… Pero eventualmente, la situación llegó a un punto en el que las demandas de su anciana madre se volvían cada vez más excéntricas y su comportamiento se volvía más errático y hasta violento. Rab Asé decidió entonces que no podía cuidar a su madre “personalmente”. En primer lugar, porque por alguna razón, el comportamiento de la madre de Rab Asé era muy disfuncional en presencia de su hijo, pero con otras personas se comportaba con más calma. En segundo lugar, Rab Ase entendió que si esta situación con su madre continuaba o empeoraba, él podría verse obligado a restringir físicamente a su madre, algo que no estaba dispuesto a hacer porque sería una falta de respeto hacia ella. Rab Asé entonces contrató a una persona competente para cuidar a su madre.
En base a este precedente, los rabinos concluyeron que, a pesar de que la Torá nos exige una atención directa a nuestras padres, en ciertas circunstancias, un hijo o una hija pueden tener a sus padres ancianos bajo el cuidado de otras personas.
Obviamente, estos son temas muy delicados y complejos, y cada caso es completamente diferente del otro. Se recomienda en estas circunstancias consultar con una autoridad rabínica y un profesional de la salud mental para encontrar la mejor y más efectiva solución tanto para los padres como para los hijos.
Vale la pena señalar que el hecho de que un hijo o una hija no esté atendiendo personalmente a sus padres no los exime de seguir preocupándose de las necesidades materiales y emocionales de sus padres: visitándolos, hablándoles frecuentemente por teléfono y utilizando todos los medios modernos de comunicación para mantener una relación permanente y afectiva con sus padres.
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