Enlace Judío / Rab Berel – Nuestras matriarcas de Israel tenían personalidades muy fuertes y eran mujeres formidables. Las experiencias de vida de nuestra madre Sara son un excelente ejemplo de esta valoración del carácter y comportamiento. En el relato de la Torá se nos informa desde el principio que es estéril, incapaz de concebir y dar a luz de forma natural. Sin embargo, no desespera. Está dispuesta a traer a otra mujer a su casa y a compartir a su marido, por así decirlo, con esa mujer con la esperanza de que esto facilite de algún modo que ella se quede embarazada.
Tener a Agar en su casa y observar su comportamiento arrogante la obliga a reprender la actitud de Abraham hacia esta relación compleja. Actúa para poner a Agar a tono y preservar así la primacía de su relación con Avraham. Habiendo escapado de las garras del faraón y consciente de los peligros que corre una mujer hermosa en una sociedad cruel y violenta, prosigue la misión de su vida de promover el monoteísmo y la moralidad en una sociedad que aprueba el paganismo malvado y violento.
Se siente sorprendida, casi incrédula, cuando un extraño que se presenta como un árabe beduino le informa de que concebirá y dará a luz un hijo para Abraham. En ese momento se da cuenta de que no sólo se convertirá en una madre “normal”, sino en la figura matriarcal que presidirá un pueblo eterno e influirá a todas las sociedades futuras.
Para proteger y salvaguardar esa eternidad, se ve obligada a expulsar a Yishamael de su hogar. No se inmuta al realizar esta desagradable tarea. En este sentido, ella es más fuerte que Abraham… y el Cielo, por así decirlo, respalda su posición. Es la mujer de hierro que actúa para garantizar la futura supervivencia del pueblo judío.
Sará sirve de paradigma para las matriarcas que le siguen en la narración de la Torá del libro de Bereshit (Génesis). Rivka (Rebeca) es sin duda la fuerza de la casa de Itzjak que reconoce la oscuridad de Eisav (Esaú) en comparación con el potencial celestial de Yaakov. Demuestra fortaleza al tener que hacer el triaje familiar, por así decirlo, y aceptar a sabiendas las consecuencias de una decisión tan dolorosa y agonizante. La habilidad y la fuerza que exhibe al cambiar las bendiciones de su marido del hijo mayor al menor son indicativas de la certeza del compromiso y la claridad de visión que tanto caracterizaron a todas las matriarcas del pueblo de Israel.
Sará vivió en Rivka y en las decisiones de su vida. Lo mismo sucede con Rajel y Lea, que son más conscientes de los nefastos y peligrosos caminos de su padre Lavan que su marido Yaakov. Son ellas las que finalmente obligan a Yaakov a escuchar la voz celestial que le ordena abandonar Aram y regresar a la Tierra de Israel.
Una vez más, es la fuerza de carácter y la voluntad lo que decide la cuestión definitiva, y es esa decisión la que inclina la balanza de la eternidad a favor de la supervivencia judía. Si Java (Eva) es la madre de todos los seres vivos, Sara es la madre del amoroso, vibrante y eterno pueblo de Israel.
Fuente: torah.org
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