Irving Gatell/ Un problema sin solución

Otra vez, los cohetes palestinos y las respuestas israelíes se han convertido en una escalada de violencia, y la pregunta que ronda en muchas cabezas es si acaso no hay un modo de solucionar este problema. Déjame te contesto: no, no lo hay. No por el momento y hay que entender por qué.

Por enésima vez, la violencia estalla. Por enésima vez, los palestinos despliegan las mismas estrategias con las que han sido derrotados siempre (cohetes, atropellamientos, cuchillos, disparos). Por enésima vez, serán derrotados. Por enésima vez, Israel se defiende con su Cúpula de Hierro. Por enésima vez, bombardea la infraestructura palestina. Por enésima vez, Israel le ganará la partida a los palestinos y se llegará a un armisticio, hasta que comience la enésima vez más uno. Y entonces, todo se volverá a repetir.

¿Por qué no se puede llegar a una solución del conflicto?

Descartemos las ingenuas respuestas de la izquierda israelí. No, no es porque estén gobernando los “halcones” de la derecha, ni es porque Israel necesite privilegiar el diálogo y sentarse a negociar; tampoco es “por la ocupación de los territorios palestinos”.

Cuando ha gobernado la izquierda, las cosas han sido exactamente igual; cuando Ehud Barak le ofreció a Yasser Arafat lo que nadie le había ofrecido, el viejo terrorista dijo que no y contestó con violencia; cuando Ehud Olmert le ofreció a Mahmoud Abbas más de lo que Barak le había ofrecido a Arafat, el viejo terrorista también dijo que no y contestó con violencia. Y lo de la “ocupación” ni viene al caso. Gaza es totalmente independiente desde 2005. Casi veinte años libres de Israel, así que son quienes menos tienen derecho a hacerse llamar “territorio ocupado”.

Los palestinos han demostrado una indestructible coherencia y consistencia: no importa si gobierna la izquierda o la derecha en Israel. Ellos de todos modos lanzan atentados y cohetes, y se rehusan a sentarse para negociar la paz. No quieren la paz.

Ese es el hecho objetivo sobre el cual hay que analizar lo demás, para entender porqué no hay solución al problema que tenemos enfrente.

Ante este panorama, la primer opción que se le antoja a muchos como la más razonable es que Israel destruya por completo a los grupos terroristas (Hamás, Yihad Islámica, etc.).

¿Es posible? La realidad es que no, porque cuando hablamos de estos grupos no nada más nos referimos a edificios, armas y combatientes (que, en teoría, sí se pueden destruir o eliminar), sino también a una base social que se ha creado durante ya varias generaciones. Esta última es la que es imposible destruir a punta de cañonazos, a menos que te decidas por simplemente masacrar a la población palestina (lo cual está absolutamente descartado).

Pero supongamos que se logra la destrucción de la infraestructura y armamento de los grupos terroristas, y se elimina a la mayoría de sus combatientes. Esto ocasionaría un vacío de poder en la Franja de Gaza, y justo por el detalle de la base social, este pronto se vería sustituido por algo más radical. Y cuando decimos “más radical”, nos referimos a que la influencia iraní se incrementaría en la zona.

Los vacíos de poder nunca han sido convenientes. La experiencia histórica nos ha demostrado, vez tras vez, que siempre que se llega a esta situación (por la razón que sea: revolución, cataclismo, crisis económica), quienes vienen a ocupar el poder son más torpes, incompetentes y radicales que quienes lo perdieron. Eso sucedió hasta con la Revolución Francesa.

En este panorama hipotético, para evitar dicho vacío de poder Israel tendría que ocupar militarmente la Franja de Gaza. Imponerse como poder, operativamente hablando. Eso significaría tomar la responsabilidad de dos millones de palestinos, muchos de los cuales son la base social de los grupos terroristas que hay en Gaza.

Sería la misma situación que se vivió entre 1967 (cuando Israel conquistó Cisjordania y Gaza) y 1993 (cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo y empezó el proceso de darle autonomía a los palestinos). Situación que —por cierto— fue la que engendró el clima adecuado para la Primera Intifada. En pocas palabras, no es solución. Sería regresar a una condición política, económica y social que sólo exacerbaría el radicalismo y, por lo tanto, la violencia.

En teoría, una posibilidad para que esta situación fuese menos drástica, sería que algún país árabe tomara esa responsabilidad, y de ese modo Israel se mantuviera afuera de los territorios donde viven la mayoría de los palestinos. Jordania y Egipto serían los más lógicos, por tener frontera con Cisjordania y Gaza. Pero ambos países han sido explícitos en señalar que no quieren asumir semejante responsabilidad, así que habría que pensar en Arabia Saudita y sus aliados más cercanos.

Olvídenlo. Los saudíes tampoco van a querer.

¿Por qué? Aquí está la respuesta a todo el dilema: porque el problema no está en Palestina, sino en el régimen terrorista que los financia. Todo mundo sabe que el origen del conflicto, en este momento, se encuentra en Irán, en el apoyo de los ayatolas a todo aquello que pueda servir para el “sagrado” objetivo de destruir a Israel.

La causa palestina está derrotada desde hace mucho. Lo que hacen, lo que quieren, lo que sueñan, no tiene futuro. En el extremo más absurdo, incurren en lo que ya señalé al inicio de la nota: vuelven a implementar las mismas estrategias esperando obtener un resultado diferente, y es obvio que no lo van a lograr. Volverán a ser derrotados, pero insisten porque Irán quiere que insistan, porque los ayatolas les mandan dinero y armas para que insistan.

Los palestinos sólo van a rendirse cuando Irán ya no les brinde el soporte económico y militar que les da. No importa si están sentados sobre las ruinas de sus propias casas. Mientras Irán les mande una bala, seguirán buscando una pistola para dispararla contra Israel.

En Jerusalén, Riad, Amán y El Cairo lo saben, y por eso ningún país está tomando ninguna medida para tratar de llegar a una solución definitiva. Todo lo que se hace —incluyendo los operativos israelíes más agresivos— son para contener la violencia palestina. Si dicha violencia es mayor, la respuesta también es mayor, pero sólo hasta el punto en que las cosas regresen a la calma artificial que nunca dura demasiado.

Es chocante, es molesto, es odioso, pero es lo que hay. Guste o no, la expectativa correcta para llegar a una verdadera solución pasa por esperar a que el régimen de los ayatolas colapse. No es una expectativa irreal. El sistema político feudal y teocrático de Irán tiene fecha de caducidad, porque es profundamente ineficiente. Terminada la ficción del petróleo, los ayatolas se están enfrentando a su propia ineptitud, última garantía de que, tarde o temprano, van a perder el poder.

El problema es que eso podría tardar varios lustros. La ventaja es que el mayor soporte de Irán —la vieja Rusia y su aspirante a emperador— parecen estar obstinado en acelerar el proceso de colapso de ese eje improvisado entre Moscú y Teherán.

Mientras tanto, volveremos a ver cómo Israel revienta a la Yihad, volveremos a ver un alto al fuego, volveremos a ver algunas semanas o meses de tensa calma, volveremos a ver el incremento de la violencia palestina y de las respuestas israelíes, y volveremos a ver una nueva escalada con misiles derribados por Cúpula de Hierro, y bombardeos de Tzahal en todo Gaza.

Tal vez nos libremos de ver operativos de gran calado en los que las tropas israelíes ingresen a combatir cuerpo a cuerpo en los laberintos palestinos, pero eso no necesariamente será porque las cosas ya no lleguen a niveles extremos de violencia, sino porque la tecnología israelí pronto va a ofrecer alternativas que no expongan a los Jayalim (soldados) a esos riesgos.

Lo único que no vamos a ver, por el momento, es una solución de fondo.

El conflicto va a continuar hasta que el pueblo iraní logre liberarse de sus dictadores.

Ojalá sea prontamente y en nuestros tiempos, y digamos: Amén.

 


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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.