Mi padre fue un refugiado judío de Siria que sobrevivió la Segunda Guerra Mundial. Fue testigo del nacimiento del Estado de Israel, vivió el miedo de ser judío en Líbano y emigró finalmente a México.
En nuestro país (aún me maravilla describirlo como mío) asistió al inicio de los 2000 a una conferencia organizada por Keren Hayesod, quien invitó a un general israelí a hablar de la Segunda Intifada.
El general explicaba lo difícil que era confrontar a las piedras de los palestinos siendo un soldado israelí. Dijo que, muchas veces, lo único que podían hacer sus soldados era soportar estoicamente estas pedradas.
El tema de las piedras despertó terribles recuerdos en la mente de mi padre. Él mismo había sido, en repetidas ocasiones, el blanco de dichas pedradas cuando de niño volvía de la escuela judía en Siria, mientras niños y hombres le gritaban “kalb yahudi” (perro judío).
Una de estas piedras incluso lo alcanzó en la cabeza y lo dejó inconsciente en medio de la turba y debe su vida a un buen samaritano que lo llevó en brazos a su casa.
Mi padre mostraba la cicatriz, mencionando que estos ataques a los judíos eran frecuentes en Siria, así como dirigentes de la comunidad que desaparecían y eran devueltos en pedazos, en un costal, a la puerta de la sinagoga, sin que las autoridades movieran un dedo.
Mi padre revivió su infancia al escuchar el tema de las piedras. Pero ahora había una diferencia. Por esta diferencia, se levantó en plena conferencia e interrumpió al general, gritándole, lo cual me causó mucha vergüenza ante mis correligionarios.
“Nací en Siria” dijo mi papá, “y recibí pedradas de pequeño la calle. Y quiero preguntarle, general: ¿Acaso una pedrada no puede matarlo? ¿No puede sacarle un ojo? En mi caso, cuando me apedraban, yo era impotente ante mis agresores. No podía defenderme. Sangrando, agachaba la cabeza y huía, avergonzado y humillado. Pero , ¿el Estado de Israel? ¿Con armas, inteligencia, con un ejército? ¿También agacharán la cabeza ante las piedras? ¿Soportarán el castigo, callados? Lo considero una falta de respeto a todos quienes hemos sufrido la persecución durante siglos, a quienes hemos sufrido el dolor, la tortura e incluso la muerte. Es una falta de respeto a los sacrificados en las inquisiciones y en el Holocausto. Y es una falta de respeto a sus propios ciudadanos, quienes mueren en atentados cuando salen a comprar pan. Ahora que ustedes pueden defenderse, defender al Pueblo Judío, ¿se quedarán inermes, viendo cómo los atacan?”
La sala entera guardó silencio ante esta intervención. El más sorprendido era el general. El público judío mexicano, que no conocía el antisemitismo en ese momento, no entendía la cólera de un inmigrante.
Yo jalaba a mi padre del brazo, intentando calmarlo. Qué vergüenza interrumpir a gritos a un general. Qué iban a decir de nosotros.
En un arrebato de furia, mi padre se salió del salón.
Hoy, después de la operación “Escudo y Flecha”, entiendo a mi padre. Entiendo a los rabinos que dijeron: Mi Bálehorguejá, Hashkem Lehorgó” (Quién viene a matarte, adelántate y mátalo primero).
No es políticamente correcto, pero la Yihad Islámica, Hamás, Hezbolá y su patrón, Irán, no les importa precisamente la ética ni la moral. Su propósito principal, escrito en sus constituciones está claro: acabar con el Estado de Israel y matar a todos sus habitantes.
No han propuesto acuerdos, no han querido negociaciones. Altos al fuego, sí, pero mientras se rearman y vuelven a su propósito. Y no hay opciones: la meta es matar a todos los judíos reunidos, por un golpe de suerte, en un solo lugar.
Y no lo han hecho porque no han querido. Tampoco porque el mundo, clemente, los ha detenido. No lo han hecho porque, simplemente, no han podido.
Es la estrategia de los terroristas, según El Arte de la Guerra de Sun Tzu
Aniquila completamente a tu enemigo.
Si no puedes hacerlo, negocia para ganar tiempo.
Hasta que puedas aniquilar a tu enemigo.
Por ello, no me sorprende “Escudo y Flecha” y las tácticas que Israel utilizó en esta ocasión.
¿Sorprende a alguien que Israel se haya cansado del diario cohete desde Gaza (ups, se nos fue), del diario acuchillado en una esquina de Jerusalén, del diario ametrallado en una carretera (y no, NO se lo merece por ser colono), de los bebés asesinados en sus cunas?
“Que quede claro: no nos quedaremos de brazos cruzados mientras nuestra población civil está siendo atacada por terroristas refugiados detrás de escudos humanos”: dijo Zvi Tal, Embajador de Israel en México, al celebrar 75 años del Estado judío.
Ninguna nación (o quizás una, Armenia), está constantemente, desde su nacimiento, en riesgo de ser exterminada, con la amenaza diaria de eliminar a todos sus habitantes, como Israel.
México no teme la entrada a su territorio de un ejército sanguinario, dedicado a matar a todos sus ciudadanos por ser mexicanos. Tampoco los franceses despiertan con la amenaza de una bomba nuclear que les caiga en la cabeza.
Lo más absurdo es esperar que este país de 9 millones habitantes, que por su extraordinaria resiliencia es uno de los más felices del mundo, NO SE DEFIENDA, teniendo el poder de hacerlo, y que aguante golpe tras golpe- por miedo al qué dirán.
Papá, tenías razón esta noche. En tu memoria, en la memoria de los millones asesinados, acosados, torturados por no tener defensa, escribo estas líneas. Y por decirte que te extraño.
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