Rabino Yosef Bitton/ Shavuot: Dios, en primera persona

En Shavuot recibimos la Torá. Todo comenzó con los 10 mandamientos.

YO, HaShem, soy tu Dios; aquel que te rescató de la tierra de Egipto, [y te liberó] de la sociedad de esclavos

«YO»

No se trata de un ser humano. Ni de un pariente cercano de Dios, ni de un hombre que encarna a Dios, como el Faraón o Yeshu se definían a sí mismos. Tampoco se trata de un profeta que recibe el mensaje de un ángel, ni de una persona asignada por Dios para hablar en Su nombre. Este mandamiento comienza con la palabra hebrea: ANOJÍ, que significa «yo» (que en este único caso me gusta escribirlo con dos letras mayúsculas: «YO»): Dios se presenta a Sí mismo en primera persona del singular, antes de dictar Su código de ley y ética. Esta introducción se considera en la tradición judía como una orden Divina o Mitsvá: el Primer Mandamiento.

El primer mandamiento es la base de lo que se conoce como el monoteísmo ético, es decir, que es Dios, el Creador, Aquel que establece la definición de lo que es ético y moral, de lo que es correcto o incorrecto, de lo que está bien y lo que está mal hacer. En un lenguaje judío: de lo permitido y lo prohibido. El monoteísmo ético rechaza rotundamente la idea de que la ética emana del criterio o la opinión humana, si no que provienen directamente de Dios, trascendiendo la subjetividad y la arbitrariedad de los tiempos, las modas y las geografías .

YO SOY TU DIOS: ¡Olvídate del Faraón!

Este YO-tú también establece un vínculo directo, personal, casi podríamos decir «horizontal», que desarrolla la idea principal de este mandamiento. Para comprenderlo mejor, debemos tener presente a quién se dirige Dios al dictar Sus preceptos. Hombres y mujeres que, aunque descienden de ilustres patriarcas, han sufrido durante las últimas 4 generaciones un estado de opresión total. Muchos han olvidado a Su Dios y a su historia y han sido programados mentalmente para reemplazarlo por el faraón. Algo así como lo que sucedió con aquellos judíos de Rusia que, en la época de Stalin, fueron programados mentalmente para reemplazar a Dios por Stalin. En las sociedades antiguas de 3500 añosa tras, existía una distancia mínima, indistinguible, entre los dioses y los líderes humanos, el Faraón se autoproclamaba «líder supremo y máximo benefactor de la humanidad». Y Egipto era algo así como Corea del Norte en nuestros días, donde el líder supremo Kim Jong Un prohibe todas las religiones porque está obsesionado con ser «la única divinidad que se puede adorar –y obedecer– en ese país» (ver este artículo estremecedor). El primer mandamiento, entonces, urge a los hijos de Israel a liberarse de esa tiranía ideológica y abandonar el culto a la persona del Faraón.

…que te rescató de la tierra de Egipto, [y te liberó] de la sociedad de esclavos…

La segunda parte de este mandamiento describe de manera breve y exquisitamente sofisticada las diferencias fundamentales entre Dios y el Faraón, lo cual era absolutamente comprensible para aquellos que acababan de salir de Egipto. Dios no se presenta como el Creador universal, sino como Aquel que intervino en nuestras vidas y nos liberó de la esclavitud. El mensaje es muy poderoso: a diferencia del Faraón, que era una deidad egocéntrica, que demandaba obediencia y lealtad incondicional «para su propio beneficio», Dios no requiere nada de nosotros para «SU» propio beneficio. En realidad, y aquí está la gran revolución, ¡Dios quiere lo mejor para nosotros! ¿La prueba? ¡El Faraón te ha esclavizado en Egipto, mientras que Dios te ha liberado! El dios de Egipto buscaba aprovecharse de tu fuerza para sus proyectos faraónicos, mientras que HaShem, tu Dios, quiere TU beneficio. Le importa de ti.

LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD

Y por eso, inmediatamente después de mencionar la libertad, Dios nos dicta Sus leyes, reglas, prohibiciones y preceptos. ¿Por qué? Porque la verdadera libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en ejercer el autocontrol moral y un comportamiento adecuado en cuanto a nuestras interacciones con los demás. Esta conducta ética es la que llevará a la verdadera y duradera felicidad. La plenitud de saber que uno está haciendo lo correcto. Este primer mandamiento deja en claro que el motivo por el cual Dios nos explica en los próximos mandamientos cómo vivir una vida de bien es porque Él se interesa por nosotros, ama al pueblo de Israel, y quiere nuestro bien. Nos ofrece una apreciación profunda del monoteísmo ético y moldea nuestra comprensión de la verdadera libertad.


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