Después de intentar escribir dos textos relacionados con la fiesta de Shavuot y no decidirme sobre cuál de todas las tradiciones escribir, me vi en la necesidad de contar un momento que recordaré toda mi vida.
Estábamos de visita en casa de mi hijo fuera de Monterrey y nos preparábamos para ir a la sinagoga y después disfrutar de una cena de pescado y otros alimentos lácteos tal cómo lo dicta la tradición.
Mis nietas, gemelas, que tienen ahora 18 años, fueron las encargadas de preparar la cena. Una de ellas cocinó los platillos que se servirían y la otra fue la encargada de hornear la jalá.
La masa preparada por una experta, parecía que ya había hecho cientos de jalot antes; la masa era lisa, suave, justo la consistencia perfecta. Endulzada con una receta especial para esta fiesta y cubierta con una capa de azúcar preparada. Tengo que decir: ¡Increíble!
Sin embargo, ella tenía que salir y la jalá todavía no estaba lista. La alarma iba a sonar en unos minutos y mi nuera y yo estábamos a cargo de sacarla del horno. Sonó la campana, y yo, experta en la materia, concluí que la jalá aún no estaba del todo cocida. Había que pegarle en su superficie con el dedo hasta que se escuchara “hueco” y se sintiera firme su superficie.
—Eso mejor explícaselo a tu nieta —me dijo mi nuera.
Así que en cuanto ella entró por la puerta yo estaba lista y emocionada para compartir mi sabiduría. Le mostraría la manera que mi abuela me enseñó a cocinar la jalá correctamente. Una técnica que yo consideraba única.
Regresamos de la sinagoga, nos sentamos a la mesa y le explicaba a mi nieta el secreto para saber si estaba o no lista la jalá.
—Bobe, yo se cómo hacerlo —me contestó.
—Pero no solo se trata de medir el tiempo —le dije.
—No bobe, mira; le das unos golpecitos por abajo a la charola y cuando se oiga “hollow” es que ya está lista.
—Ok, ok, ok, esa es otra técnica y me parece muy lógica, pero seguramente es más sencillo golpear la superficie y no tendrás que sacar la charola. ¿Quién te enseñó esa manera de comprobar que están bien cocidas? —Terminé preguntando.
—¡Ah! En Tik Tok, allí aprendí también a trenzarlas con cuatro tiras o seis, después aprendí cómo hacerlas redondas de varias maneras y hasta….
—¡Tik Tok! —Exclamé sorprendida…
¿Qué nos dejan a las bobes que aprendimos de nuestras bobes? ¿Filmaremos videos?
En fin, no importa, da lo mismo. Nos sentamos en una mesa preciosa todos juntos después de estar en la sinagoga, vi la hermosa jalá en el centro de la mesa. La cena había sido preparada por toda una experta cocinera…
Y les cuento que esa fue la mejor comida de Shavuot que hemos tenido mi marido y yo.
¡Ah! Y lo mejor de todo… fue la jalá perfectamente cocinada.
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