Enlace Judío – Mañana comienza lo que se conoce como el ayuno de tamuz, y con el mismo se da inicio a las tres semanas de luto tradicional. En ellas conmemoramos la destrucción del Templo y Jerusalén durante las invasiones romana y persa. Son momentos donde se nos incita a reflexionar sobre el pasado de la historia judía y nuestra participación en ella. En Tisha B’Av que es la culminación de dicho luto así como recordamos la masacre ocurrida en Jerusalén, también recordamos los pogromos, el Holocausto y la persecución que se ha vivido a lo largo de los siglos. Es decir, hacemos luto por las tragedias ocurridas en la historia judía. Más allá de ello, el evento histórico y la forma en que la Torá lo plantea sigue teniendo efecto en nuestro presente y cómo nos relacionamos con el mundo bajo la identidad judía.
El luto
La pérdida casi absoluta de la Torá
Lo primero que hay que resaltar es la dimensión de la masacre. En ambas ocasiones la destrucción del Templo y la ciudad (Jerusalén) no sólo implico la gran tragedia humana que fue (es decir el asesinato de grandes cantidades de personas). También fue en ambas ocasiones el posible aniquilamiento de la cultura judía como tal. El Templo era el centro de la práctica ritual judía: en él se hacían los sacrificios diarios, las expiaciones, las ofrendas, parte de las festividades y se resolvían varios elementos de disputas sociales y junto con el Sanhedrín (La Asamblea de Sabios) era la máxima autoridad judía. El que ambos dejarán de existir hizo que la practica judía tuviera recluirse hacia lo privado y reelaborar varias de las prácticas. Con las masacres perdimos nuestra autonomía, nuestro gobierno y nuestra práctica ritual, puso en riesgo la existencia misma del judaísmo; es realmente un milagro que el mismo siga existiendo.
Hoy al hacer el luto también recordamos la Torá que se perdió al perder esas instituciones y que incluso hoy nos arrojan hacia una realidad distinta, hacia otro parámetro de relación.
La separación del mundo
Una de las realidades más duras que el evento enseña al judío es la separación intrínseca que existe de nuestra cultura hacia el mundo. El perder un gobierno propio, una nación, un territorio hizo que el judío fuera tanto ciudadano de todos lados, como de ninguno. Si bien siempre hubo culturas que nos permitieron continuar con nuestra forma de vida y creencias, también es parte de la historia judía las miles de persecuciones que hemos afrontado por pertenecer a un grupo ajeno al hegemónico. Incluso en los momentos de paz como ahora, la separación que existe en el individuo entre la cultura propia y la cultura que lo rodea implica necesariamente una separación dolorosa.
El luto que precede a Tisha B’Av se dirige también tanto a la división interna que existe al interior del pueblo judío, como a la separación que el judío vive hacia el mundo cuando decide conformarse bajo su propia cultura.
La pluralidad y aceptación como respuesta
Majloket. El lugar que le damos al prójimo
Frente al dilema de la división (que es finalmente lo que el luto encierra) tanto rab Sacks como rab Refson han enunciado la importancia de la unidad a través de la pluralidad y la aceptación de la diferencia versus el intento de unificación que estandariza las experiencias. Rab Refson nos habla de las majloket, implican tanto las divergencias a un nivel filosófico como las divisiones al interior de un grupo. Habla de como el Talmud señala algunas majloket como positivas (provenientes del Cielo) y otras como negativas. Bajo los ojos de este rabino la verdadera unidad surge cuando el individuo es libre de existir dentro del grupo; cuando las personas han realmente aprendido a abrir dentro de sí un lugar al prójimo. Eso sólo es posible si uno está dispuesto a aceptar la diferencia; si uno está dispuesto a escuchar y enriquecerse del desacuerdo.
La importancia de la pluralidad
En cuanto a rab Sacks en muchos de sus libros remarca la importancia de la universalidad a través de la pluralidad. Es decir de conocer tu cultura aceptando la sabiduría que el hombre ha construido en el mundo y observando la ética que nos es común a todos. Esto requiere de ser capaz de dejar la diferencia a un lado para entrar en un diálogo constructivo, de forma constante. Él abogaba porque la Torá no fuera encerrada en un círculo pequeño, sino en hacer lucir la gran sabiduría que la misma ofrece al mundo; y fue un gran orador en este aspecto. Para ello constantemente resalta la importancia del diálogo y enuncia principios de cómo llevarlo a cabo.
Ambos rabinos dan su respuesta tanto como una postura que el individuo debe tomar al interior de su grupo como en el trato al exterior. Es una respuesta frente al mundo.
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