Victor Weinstock presenta ‘Finitud’.
Aunque la finitud de la existencia es una certeza, pocos parecen capaces de lidiar con ella. En la obra de dicho nombre, Víctor Weinstock y un elenco de tres actores de trayectoria sólida llevan al público a encarar el sufrimiento por los caminos de la emoción pero también de la lógica.
Dos de los actores representan en ‘Finitud’ algo que les sucedió: la muerte de un hijo.
Conversamos con ellos, en exclusiva.
¿A qué se aferran los dolientes? ¿A la esperanza? ¿A la culpa? ¿Al propio dolor? En Finitud, la más reciente obra del dramaturgo y director Víctor Weinstock, una pareja de mediana edad cubierta por cenizas mira a través una ventana, con la insistencia de quien se ha quedado sin respuestas, amputada de dicha.
Tras un absurdo accidente, su mundo ha sido devorado por el fuego.
Ellos, sin embargo, parecen condenados a permanecer cautivos, contemplando lo que pudo ser, tratando de entender lo que salió mal, incapaces de asentir a un destino que consideran injusto.
Finitud “es el primer panel de un tríptico, una trilogía de reflexiones en torno a la vida y la muerte, la finitud de la existencia”, explica para Enlace Judío el autor que, junto con el elenco de la obra, ha accedido a conversar con este medio sobre la obra que inaugura su compañía Teatro de Fuego.
“En esta primera pieza exploramos esas preguntas en un tono tragicómico, siguiendo tres o cuatro estilos formales que van desde el teatro del absurdo, el existencialismo, pasando por el distanciamiento, para concluir con un bocadillo del costumbrismo jocoso mexicano del siglo pasado, lo cual permite que el público, junto con nosotros, se atreva a indagar en preguntas fundamentales de la existencia, del dolor, del sufrimiento humano sin padecerlo, incluso aceptando la risa como vehículo de sanación.”
Para XX y XY, los “personajes cenicientos”, sin embargo, la sanación parece una utopía. La pareja intercambia vertiginosos diálogos conformados por frases breves que dan cuenta del estado obsesivo en que sus mentes han quedado estancadas a partir del accidente.
En el interior de una habitación paupérrima, realizan inciertos ritos que buscan restablecer un orden perdido, al tiempo que se asoman por esa ventana que es también un personaje, tratando de ponerse de acuerdo sobre lo que ven a través de ella.
Pronto, el ser que contemplan al otro lado irrumpirá en la escena para sacudirlos, para hacerlos cuestionarse los cimientos mismos de su obsesión y para poner en jaque su deseo de deshacer el tiempo, de dar marcha atrás a los infaustos eventos.
YY es ese personaje, que aparece como un harapiento indigente de gestos andróginos y actitud cínica. Pronto, YY se irá revelando como una especie de dios descompuesto que encarna todas las ideas que la humanidad ha proyectado en los diversos dioses que le han servido para afrontar el vacío, el miedo y la desesperanza.
También el público se ve sacudido por la rotunda presencia de Mario Zaragoza, el actor que representa el personaje de YY, para quien esta obra ha sido un reto a diversos niveles. Zaragoza responde a las preguntas que le formula este medio sentado en una butaca del Teatro Varsovia. El público se ha ido y los trabajadores levantan la escenografía.
“¿Duele hacer esta obra?”
Zaragoza se remueve la barba con insistencia mientras su mirada busca en el aire vacío del teatro la respuesta. “Dolía”, responde al fin. “Bueno, es ambiguo el sentimiento”, reconoce. “Cuando estábamos trabajándola era muy difícil. No admitíamos, de repente, que fuera dolor (lo que sentíamos). Pero era muy difícil”.
El plural que emplea Zaragoza incluye a Patricia Blanco, su esposa, encargada de representar a XX, y que recientemente vivió con él una experiencia análoga a la que se narra en Finitud: la muerte de un hijo. “La obra está dedicada a él”, explica el actor y habla sobre el efecto terapéutico que representarla ha tenido en la pareja.
“Sí, nos ha servido. Sí, ha sido de mucho bien. Y también existe una contradicción porque, de repente, Paty y yo nos hemos preguntado ‘¿y si se nos olvida Fernando (Zaragoza Blanco)?’ (…) Cuando te sientes bien en este duelo, en esta situación que tenemos, de repente es un miedo de que se nos olvide nuestro hijo. (Aunque) no creo que vaya a pasar”.
Del otro lado de la ventana
“Las ventanas son lo que queramos que signifiquen”, explica Víctor Weinstock cuando se le cuestiona sobre el significado simbólico de ese personaje inanimado que tanta importancia parece tener en Finitud. “Pueden significar esperanza y futuro, sí, pero también es por donde nos asomamos a nuestro pasado”.
Del otro lado de esa ventana “hay un personaje mítico, hay un dios, hay un diablo y un simple indigente. Todo eso en una sola persona. También está el recuerdo de una hija perdida de una manera trágica. También está el deseo de cambiar la historia, el deseo de volver a ver a la niña”, dice Gastón Yanez, quien encarna a XY en Finitud. “Detrás de la ventana hay esperanza y tristeza al mismo tiempo”, remata.
Su personaje lleva la carga de la culpa. Es a él, una especie de ingeniero, a quien el auto se le ha detenido en un curva de la carretera. Ahora, minutos (¿siglos?) después de que un camión sin frenos ha impactado el vehículo con su bebé adentro, se pregunta si pudo hacer algo diferente; se reprocha haber parado el auto justo ahí, a merced del destino, mientras XX, su pareja, no puede perdonarse haber salido del vehículo y dejado a la niña adentro.
Ella parece encarnar los clichés históricos del papel de las mujeres en la sociedad: puta, madre, monja frustrada. “XX ha pasado por lo que muchísimas mujeres han pasado, que es abuso sexual, el abandono de la familia, el abandono emocional, la violencia económica y la violencia de género; representa todo eso y encima la pérdida, la pérdida de un hijo”, explica Patricia Blanco.
No se le ve cansada, como podría esperarse después del gran despliegue de energía que acaba de demostrar en el escenario. Está sentada sobre uno de los props que permanecen ahí, mientras el equipo técnico desmantela el resto de la discreta escenografía.
Su personaje es “una mujer que ha sido tan golpeada en la vida (y) todavía tiene una gran tela por donde sufrir, porque su hija era esa luz que le faltaba a su vida. La tuvo y se fue, como a miles de mujeres les ha pasado (…), como me pasó a mí como madre”.
Sin embargo, cada vez que sube al escenario, la actriz atraviesa por lo que denomina una gama de emociones que “son catárticas. No le tengo miedo al sufrimiento como persona y XX tampoco le tiene miedo al sufrimiento. Es parte de la vida”.
También es combustible para una actriz:
“No quiero que me juzguen loca pero nos gusta sufrir. El actor al que no le gusta sufrir en el escenario está frito. El sufrimiento es parte de una emoción sana. No podemos evitarlo en esta vida. Así como como la risa, como la alegría, como la algarabía, el sufrimiento ahí está y hay que saberlo gozar”.
Por eso invita al público a “que venga a sufrir para que tenga una catarsis, para que lo saque, porque no nada más va a sufrir, va a reír. Esta es una tragicomedia porque así es la vida y en el dolor no nada más lloramos, también reímos”.
Finitud y espiritualidad: ¿cabe Dios en la ecuación?
Cuando Fernando Zaragoza Blanco murió intempestivamente, hace apenas poco más de un año, Víctor Weinstock debió pensar que había que crear a partir del duelo; buscar respuestas en la palabra, esa palabra escrita que, para ser teatro, luego ha de ser dicha.
“En finitud hay más preguntas que respuestas, pero lo que aprendí, sin duda, es el agradecimiento, porque las respuestas, además, las busqué en el duelo mismo que estábamos viviendo, y el encontrar, el atrevernos a la alegría como vehículo de sanación nos resolvió muchas de las interrogantes”, nos confía el autor.
“No es que sea justa la muerte de nadie, pero es inevitable. Y de alguna manera nos da certeza la muerte. Lo único cierto que tenemos es que nos vamos a morir. El amor, si acaso, nos enseña de la muerte lo inesperado. Es tan inesperado el amor como la muerte. Pero sabemos que va a suceder, que es inevitable”.
Si aceptar la finitud de la existencia es la vía para desprenderse del dolor que provoca su idea, ¿habría espacio para la espiritualidad en un mundo que ha hecho las paces con la idea de que nada es eterno?
“Yo creo que no”, dice Weinstock. “En el instante en que la humanidad acepte el fin de las cosas, la espiritualidad será innecesaria. Ahora falta que alguien me diga por qué es necesario que se acabe la espiritualidad”.
Finitud, de Víctor Weinstock, se presenta todos los lunes en el Teatro Varsovia de la Ciudad de México (Calle Varsovia #9, colonia Juárez) a las 20:00 horas. Quien así lo desee, puede entrar a la página web de la compañía, registrarse y obtener un descuento: www.teatrodefuego.mx.
Además, Teatro de Fuego y Enlace Judío tienen una promoción exclusiva para nuestros usuarios. Solo tienes que publicar en cualquiera de tus redes sociales “Quiero ver Finitud, de Víctor Weinstock” y usar el hashtag “SomosHumo”. Toma una captura de pantalla y envíala a [email protected] para obtener uno de los seis pases dobles que la productora ofrece. Asegúrate de que sea visible la hora de la publicación.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío.
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