Enlace Judío – Se acerca la conmemoración de Tisha B’Av, para realmente entender la profundidad de su significado hay ciertos conceptos que son importantes conocer. Casi todo Tishá B’Av gira en torno a la destrucción del Templo y a lo que se perdió con ella, para entenderlo hay que saber que representaba el Templo en la cultura judía. Gran parte de la siguiente información fue tomada del pensamiento de rab Arye Coffman y su introducción al libro de Ejá que aparece en la editorial Jerusalem de México.
El Tabernáculo y el Templo
En la Torá vemos como D-os ordena a Aarón y Moisés construir un Tabernáculo (Mishkan en hebreo) para que Su Presencia radicará entre el pueblo de Israel. Dicho Tabernáculo era temporal, pensado únicamente para tiempos del desierto. Desde el inicio se planteó que llegaría un momento en que la nación de Israel entraría a su tierra y podría establecer un santuario fijo en una ciudad abundante. De esa forma es que el Templo en realidad es la continuación del Mishkan, el lugar donde radica la Presencia Divina de D-os y donde se percibe claramente Su Gloria. Eso nos lleva a preguntarnos a qué se refieren la Torá y los textos judíos cuando hablan de la Presencia Divina, ¿cuál es la diferencia entre lo existía dentro del Templo y lo que vemos en nuestra cotidianidad?, ¿qué no el mundo entero manifiesta la grandeza divina?
La Presencia Divina
Cuando se habla de que la Presencia Divina habitaba el Templo se dice que había varios milagros que ocurrían en el lugar y en Jerusalén misma. Por ejemplo, que la carne de los sacrificios no se pudría, no se apagaba la pira del altar o no existían moscas donde los animales eran destazados. Sin embargo, más allá de los milagros que se describen, que en el fondo implican una manifestación física de la divinidad, lo que el Santuario representa (y en su momento el Mishkan) es la posibilidad del hombre de entablar una relación íntima con D-os. Es realmente vivir a D-os, poder acercarte a Él, poder hablarle. Los sacrificios son muestra de esa relación.
La Gloria Divina implica que la existencia de la Divinidad en la materia es evidente y que el hombre la reconoce y la hace irradiar. El Templo era un lugar en donde cualquier persona podía acercarse a conocer a D-os. No era un lugar pensado sólo para Israel, sino también para los gentiles, para cualquier persona que quisiera entrar a él. El perder esa intimidad, el perder esa relación y dicha posibilidad de la experiencia de lo divino es la tragedia que lloramos en Tisha B’Av y es por lo que nos dolemos de no tener un Templo hoy.
La pérdida
Ahora bien la pérdida y la tragedia si bien ocurrió a manos de los conquistadores, en la concepción histórica, rabínica del momento se considera quien fue D-os quien permitió la destrucción del Templo, y en sí más bien el pueblo judío quien no estuvo a la altura del mismo. En las dos ocasiones se considera que fueron los pecados del pueblo los que realmente causaron la destrucción del Templo. Lo que eso quiere decir es que fue una consecuencia al degenere moral que dicha nación (Israel) estaba viviendo. D-os incluso les advierte mandando profetas a los cuales ignoran.
Aunque a simple vista esta lectura se acerca a un pensamiento mágico, en realidad habla de cómo consideramos el mundo que nos rodea y realidad moral que enunciamos. La perdida de los valores al actuar frente al prójimo implica la pérdida de la relación íntima con D-os; la destrucción del Templo es la expresión de esa ruptura.
Los pecados capitales
¿Cuáles fueron las acciones de Israel que llevaron a la destrucción del Templo? Hubo varias, pero primordialmente se destacan cuatro: en épocas del Primer Templo se habla de los tres pecados capitales (idolatría, asesinato, relaciones prohibidas) y en épocas del Segundo Templo se habla de sinat jinam “el odio gratuito” que se tenían entre los grupos. ¿Por qué específicamente estas acciones? La respuesta es que cada una de ellas representa formas en que las conexiones más básicas del hombre con su entorno se ven pervertidas. Como muy puntualmente se explica en la introducción a Ejá de rab Arye Coffman:
“La gravedad de estos tres pecados consiste en que representan la esencia misma de la degeneración de la imagen divina que Dios implantó en el ser humano al crearlo, y por ello la Torá dice que en ningún caso está justificado cometer cualquiera de ellos, aun a costa de la vida propia. En tanto a una distorsión profunda de la realidad – creada y regida por un sólo Ser Supremo y no por multiplicidad de fuerzas-, la idolatría representa la expresión más pura de la pérdida de relación con la Fuente física y material del ser humano. La inmoralidad sexual, por su parte, representa la disolución de la estructura espiritual de la personalidad humana, que por definición debe expresarse mediante el acto de ser dueño de uno mismo. Y finalmente, el derramamiento injustificado de la sangre de otro ser humano destruye no sólo su vida, sino también la imagen divina que él encarna, y constituye la principal causa de destrucción de la sociedad”.
Mientras que el pecado de odio gratuito también es la expresión de un fuerte deterioro social, de la inhabilidad de ver al prójimo.
Los espías
Otro evento que las fuente rabínicas unen a la destrucción del Templo es el evento de los espías. Al año de haber salido de Egipto el pueblo de Israel, bajo la guía de la divinidad, se acercó a la Tierra Prometida para entrar y tomar posesión de ella. Sin embargo, antes de que eso ocurriera 12 espías fueron mandados a la tierra y regresaron con narraciones que hicieron dudar del mandato divino al pueblo. Por esta razón esa generación no pudo entrar a la Tierra Prometida y se dice que años después el mismo evento impactaría en la destrucción del Templo.
Lo que los midrashim y los relatos rabínicos señalan a través de estas afirmaciones no es en sí que hubiera una relación causal directa entre el suceso de los espías y la destrucción del Templo, sino que hay un comportamiento parecido en los errores que ambas generaciones con siglos de separación cometieron. Los espías no pudieron ver o entender la grandeza de la Tierra de Israel ni la relación que ésta les ofrecía para con D-os. Esa misma actitud es parte de lo que llevó a la distancia de la relación con D-os que la generación del Primer Tempo tuvo. Ambos fallan en valorar la Tierra Prometida y en respetar el lazo estrecho que la misma ofrece.
El ocultamiento divino
El Libro de Ejá que se lee en Tisha B’Av también se relaciona con la palabra Aieka ¿dónde estás? que es dicha por D-os a Adam cuando come del fruto prohibido. En el fondo es una forma de reconocimiento del ocultamiento divino, de la oscuridad que el hombre construye cuando se aleja. Al mismo tiempo es una palabra que marca el inicio del contacto de regreso.
Cuando se habla de ocultamiento divino se habla también de que es el hombre que es incapaz de ver a D-os en su realidad. De la misma forma cuando se habla de que la Presencia Divina iba a radicar en Israel de lo que se habla es que Israel iba a ser la nación que reconociera a D-os. D-os mora en quien lo ve y así mismo se aleja de quien lo aleja.
La Redención
Aún así en las fuentes se reconoce que Tishá B’Av también representa el inicio de la Redención. Al igual que la destrucción fue profetizada, también el regreso del pueblo al reconocimiento y el servicio de D-os. La base de la Redención también se encuentra en este día, la base de nuestra alegría se encuentra en nuestro dolor.
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