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domingo 22 de diciembre de 2024

María Hanneman, una chica normal que toca el piano… en el Carnegie Hall

Una de las mayores promesas de la música en México es María Hanneman, una chica de 17 años que ha logrado lo que muchos adultos siguen intentando. Conversamos con ella y con su mentora, en exclusiva.

El próximo domingo, 23 de julio de 2023, María Hanneman dará un paso más rumbo a ese futuro del que se presagian, con fundamento, días luminosos en el escenario. Lo hará en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, en la Ciudad de México, a la 1:00 de la tarde.

Quienes quieran presenciar el evento están a tiempo de comprar sus boletos.

 

Hace apenas unas semanas, María Hanneman tocaba la Sinfonía No. 2 en re mayor op. 73 de Johanes Brahms, bajo la batuta de Alondra de la Parra, en el festival Paax GNP, en Xcaret.

La pianista de 17 años está obsesionada con esa pieza desde entonces. “La escucho cinco veces al día”, dice en una entrevista exclusiva para Enlace Judío a la que también asiste su primera maestra, la embajadora del Método Zuzuki en México, Leslie Mizrahi.

Ambas están presentes en una reunión de Zoom que hemos organizado para hablar sobre la formación, los logros y los sueños de una de las máximas promesas de la música en México, egresada del Instituto Suzuki Vive la Música y estudiante del Conservatorio Nacional de Música.

“La pasé muy bien, la verdad. Fue como una escuela porque aprendías de todos los artistas, de todos los músicos de la orquesta, de Alondra, y hacías muchos amigos, entonces salí con más amigos y estoy muy contenta de haber estado ahí”, dice Hanneman respecto a su más reciente aventura.

En su rostro, hay una sonrisa perenne, que solo se distorsiona cuando, de plano, ríe, apenas consciente del volumen de sus logros. A los 15 años, Hanneman ya había tocado en el Palacio de Bellas Artes, recinto al que acudió por primera vez de las manos de sus padres y de su maestra, Leslie Mizrahi, quien tampoco deja de sonreír un minuto mientras escucha la voz de su más célebre discípula.

“Desde las primeras clases se vio que tenía muchísima facilidad y, bueno, también tenía una mamá muy, muy presente y muy disciplinada, que seguía todas las instrucciones, todas las tareas, y cada vez se fue enamorando más y más del piano”

La función de la madre (de los familiares, en general) es importante en el Método Suzuki, pues los involucra en los primeros pasos de la enseñanza. Se trata de un sistema que, aunque lúdico, requiere disciplina y compromiso tanto de los estudiantes como de sus tutores.

“Desde el día uno mis papás me han apoyado mucho. Cuando empecé a tocar, mi mamá siempre se quedaba conmigo en las clases y ahí estaba (…) Y creo que igual mi mamá tomó una clase… Y sí, como que estaban muy involucrados en esto y poco a poco los estoy involucrando más. Ya viajan conmigo a todos lados, van a los concursos y festivales conmigo. Bueno, se mudaron a España para que yo pudiera estudiar allá. Entonces, sí, mis papás, desde siempre, me han apoyado mucho”

Su maestra va un paso más allá: “Yo aquí sí quiero felicitar, especialmente, a Claudia, porque ella, yo digo que es la mamá prodigio, porque de verdad fue muy disciplinada desde el principio”.

 

Más trayectoria que edad

María ha elegido como escenario de la entrevista una pared que, detrás de ella, luce repleta de diplomas. “Tengo 27 premios. Creo que son 20 internacionales y siete nacionales. Y pues, desde chiquita, la verdad, he concursado. Creo que mi primer concurso fue a los seis. Ahí estuvimos, en Laredo, y estuvo bien divertido ese viaje”, recuerda riendo.

“Yo estaba muy chiquita y no esperaba ganar nada (…). Cuando dijeron que había ganado el primer lugar sí fue como shock total porque no me lo esperaba”, confiesa. Mizrahi interviene para recordar que, poco antes de iniciado el concurso, ambas nadaban en una alberca, y que la niña llegó con el pelo mojado a competir, sorprendidas ambas por la prisa.

Y es que, en el Método Suzuki, los niños aprenden a relajarse, a incorporar la disciplina del instrumento a un compendio de actividades lúdicas que no por serias tienen que ser un suplicio.

Luego narra que, cuando a María le dieron su trofeo de primer lugar, envidió las medallas que pendían de los cuellos del segundo y del tercero, y que sus padres y ella tuvieron que ir a comprarle una medalla a la ganadora para que no se sintiera mal. María se ríe fuerte al recordar la anécdota. Todo en ella parece júbilo.

Sin embargo, no lo es. Pese a su incuestionable talento, que la ha llevado a tocar en recintos como el Royal Albert Hall de Londres o el Carnegie de Nueva York, Hanneman ha debido enfrentar críticas, comentarios negativos que le atribuye a la misoginia.

“Pero, la verdad, yo no le hago caso a esas cosas. Si me hacen comentarios malos, intento no pelar y yo seguir con lo mío porque lo que quieren es que yo me rinda y deje esto, pero yo, al contrario, les voy a demostrar que sus comentarios y sus opiniones no me importan.”

 

Maria Hanneman

Una chica normal que toca el piano…en Carnegie Hall

Por lo demás, María Hanneman es una adolescente que lleva lo que considera una vida normal. “Estudio toda la mañana y luego, ya en la tarde, veo a mis amigas (…). No voy a tantas fiestas pero sí voy a fiestas; voy a sus casas, vienen a mi casa… Normal. Yo, todo normal. Nada más toco el piano”.

Y aunque cualquiera pensaría que de normal no tiene nada, y que ha nacido con un don que pocos pueden presumir, su primera maestra, Leslie Mizrahi cree que, en realidad, el talento es algo que se construye. Al menos así lo veía el fundador del método bajo el cual fue formada inicialmente la pianista. Así lo explica Mizrahi:

“El Método Zuzuki es el método del desarrollo del talento. De hecho, la escuela del creador del Método Zuzuki, el doctor Shin’ichi Suzuki, en Matsumoto, Japón, se llamaba la Escuela de la Educación del Talento, porque él decía que el talento no es innato, que se educa, y que todos los niños tienen el talento y todos los niños tienen la oportunidad de recibir todos los beneficios que te da la música, en tu desarrollo para las habilidades para la vida, en volverte una persona más sensible, porque te da muchas habilidades también para la vida”.

También aclara que la disciplina, el apoyo familiar y la perseverancia son fundamentales para que ese talento se forme, se construya y cristalice en un éxito como el que Hanneman puede presumir a su breve edad.

Y si bien el Método Suzuki encaminó a la pianista hacia lo que parece un destino incuestionable, su formación no terminó ahí. “A los nueve años entré al Conservatorio Nacional de Música, y ahí estaba con David Rodríguez de la Peña, que era el director del Conservatorio. Y, aparte, estaba con Reynol Arredondo (…). Y ahorita que estoy en España estoy con una maestra que se llama Ofelia Montalván, que es cubana”.

Todavía le faltan tres años de conservatorio y ya ha cumplido uno de sus grandes sueños: tocar en el Palacio de Bellas Artes, el mismo recinto que la impresionó cuando, de muy niña, sus padres y su maestra la llevaron a escuchar música clásica, su favorita.

“Sin la música no podría vivir”

“Mozart, Chopin, Beethoven, Rachmaninov y Brahms”, pero también le gusta el pop: “Harry Styles, Justin Beber… Y de jazz, en el festival de Alondra conocí a Paquito D’Rivera y me encantó, lo amé, es un ser humano increíble. Aparte, es superamable, superlindo y toca increíble”.

Para una chica de 17 años, cada nuevo hallazgo parece importante. Ya cita entre sus mayores logros esa aparición con Alondra de la Parra, apenas el último día de junio, e imaginar el futuro, sus nuevos sueños, parece una tarea más difícil.

Se toma unos segundos para responder y, cuando lo hace, parece al mismo tiempo inocente y ambiciosa: “Tocar con Gustavo Dudamel, volver a tocar con Alondra y, no sé… Yo creo que tocar con la Filarmónica de Berlín”.

Ante la cámara, Leslie Mizrahi celebra la ambición de su alumna, evidentemente orgullosa y segura de que habrá de conquistar esas y otras empresas que, para muchos, podrían parecer imposibles, pero que, para Hanneman, son la consecuencia lógica de haber dedicado la vida entera a una gran pasión.

La música, en resumen, yo diría que es mi vida, porque siento que yo, sin música, la neta, no podría vivir. Todo el día me la paso escuchando música. Si no estoy tocando, estoy escuchando. música. Música clásica, pop o jazz, lo que sea. Pero siempre estoy escuchando música, no puedo no escuchar música porque siento que, si no escucho, me falta algo”.

Como lo emncionamos al inicio, el próximo domingo, 23 de julio de 2023, María Hanneman dará un paso más en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, en la Ciudad de México, a la 1:00 de la tarde.

Quienes quieran presenciar el evento están a tiempo de comprar sus boletos. Quizás dentro de muchos años, cuando María Hanneman sea una concertista consagrada, podrán presumir que la vieron en vivo al comienzo de su carrera, una tan luminosa como su sonrisa indeleble.

 

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