Por 64 votos a cero (la oposición huyó en señal de desacato), se votó en la Knéset el capítulo de la reforma de la justicia sobre la “razonabilidad”, publicó Il Giornale.
Dictadura, fascismo, vergüenza, insoportable egoísmo político, riesgo para la vida del Estado de Israel. Y esto es para Netanyahu de parte de la oposición. Y del otro lado: extremismo irresponsable, incitación, anarquía, destrucción de servicios indispensables, negativa a servir mientras Israel está sitiado. Nuevamente, luego de 7 meses de enfrentamiento a muerte, estas son las acusaciones del día en que, 64 votos a cero (la oposición huyó en señal de desacato), se votó en la Knéset el capítulo de la reforma de la justicia sobre la “razonabilidad”.
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Hasta ahora el Tribunal Supremo podía anular cualquier ley, a falta del parámetro de la Constitución, que no existe, siempre que pareciera “irrazonable”. La evidente arbitrariedad de este criterio, que solo está vigente desde la década de 1990, ha sido planteada por todos los partidos políticos: Yair Lapid, Benny Gantz, Gideon Sa’ar, Avigdor Lieberman habían pedido una reforma. Personajes todos que hoy claman al fascismo: Lapid dijo que estamos ante “una tragedia que hay que frenar”. Netanyahu, que acaba de recibir el alta hospitalaria tras una simbólica operación de marcapasos, dijo que «no hay intención de dañar la democracia, al contrario, queremos fortalecerla; la Corte -dijo- seguirá vigilando la legalidad de las decisiones del gobierno… con proporcionalidad, justicia, igualdad”. Mientras tanto, sin embargo, las manifestaciones bloquean las calles y las actividades, el sindicato muy poderoso, la Histadrut, planea una huelga general, la gente en las calles grita desesperada “democracia” como si les hubieran privado de ella: pero las manifestaciones, las huelgas, el bloqueo de las actividades económicas, médicas y de viajes, se llevan a cabo con el mínimo de perturbación, los canales de televisión y radio y los periódicos están casi todos alineados contra la reforma. Esto, desde febrero. La policía está tratando de mantener la actividad al mínimo (por ejemplo, han desbloqueado las calles para los miembros del parlamento que fueron a votar) aunque se usaran cañones de agua frente a la Knéset. Desde Estados Unidos y desde otras partes del mundo se está dejando sentir su decepción porque no se ha llegado a un acuerdo, pero se está dejando caer toda la responsabilidad sobre el gobierno, que en cambio ha fragmentado la reforma para aplazar una parte de ella y que, además, tiene detrás la voluntad de una amplísima mayoría que no puede ser ignorada. Por otro lado, la oposición está impulsada por un liderazgo que sueña con socavar al gobierno y derrocar a Netanyahu, y que claramente actúa con ese fin.
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