La lectura del texto recientemente publicado en estas páginas por el judío norteamericano Morton Klein me sorprendió.
Apenas anticipé que este personaje conocido por sus íntimas conexiones con Donald Trump, por su odio irrenunciable a la minoría negra en EE.UU. y, en general, a cualquier agrupación que reclama el fortalecimiento de la democracia y de la justicia en su país, y quien, por añadidura, puso en su momento en duda la ciudadanía norteamericana de Obama se permite hoy la difusión de filosas mentiras en torno a las protestas que hoy abruman a mi país.
Tal vez su experiencia familiar en el Holocausto nazi, el padre rabino, la robustez económica que adquirió en sus trajines profesionales en EE.UU. y el liderazgo de agrupaciones conservadoras en ese país le han conducido a ignorar los postulados que desde Montesquieu hasta aquí nos han conducido a defender la razonable y equilibrada división de poderes.
Su honda ignorancia del carácter y la amplitud de las manifestaciones de protesta que hoy se conocen en favor de la democracia israelí, incluyendo su torcida actitud respecto a la ayuda económica que presuntamente vendría del exterior cuando en verdad solo generosos sectores profesionales y populares israelíes sin vacilaciones hoy la ofrecen: falaces señalamientos que dan al lector una impresión absolutamente errónea de lo que aquí acontece.
Klein señala, por ejemplo, que la Corte Suprema de Israel está compuesta por “representantes de la izquierda”. Lamentable y deliberado error.
Ampliamente se sabe que jueces que visten la cobertura típica del judío creyente e incluso la esposa de un importante miembro del Likud, Yuval Steinitz, forman parte de este cuerpo.
Y algo más: las “turbas de la izquierda” que Morton Klein señala y odia están compuestas por ciudadanos jóvenes y veteranos, por civiles, reservistas y soldados en licencia, un ilustre y abnegado público que apenas revela violencia alguna en contraste con las fuerzas policiales dirigidas por Itamar Ben Gvir.
Además, en la Israel de estos días no se conoce ningún género de “tiranía judicial” como Klein afirma. Podría tomar cuerpo, sin embargo, si sus planteamientos gravitan y toman vuelo en favor de la desafortunada coalición
teo-civil construida por Netanyahu.
Insisto: las actitudes y pronunciamientos en y desde EE.UU. de Morton Klein carecen de validez y legitimidad algunas. Desde su formación la Corte Suprema de Israel, con la pluralidad personal e ideológica de sus miembros, ha revelado equilibrio y sensatez.
Choca hoy, sin embargo, con una conveniente y convenida alianza de ambiguos y oscuros sectores israelíes, empezando por el primer ministro Netanyahu y el grupo rabínico-nacionalista que le acompaña, sectores que pretenden disolver la democracia poniendo en riesgo nuestras vidas y el devenir del país.
En suma, Klein fortalece con su texto una desafortunada marcha de Israel hacia el régimen iraní, que oscurece nuestro escenario y devenir.
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