El título quiere insinuar que mi país, Israel, conoce hoy no solo algún fenómeno o dilema que, irresueltos, trastornarán notablemente su calidad e imagen.
Se trata por infortunio de un conjunto de hechos y síntomas que, si no merece resuelta atención, cambiará la fisonomía de Israel sin liberar a las diásporas de una difícil situación.
Los señalaré con deliberada brevedad.
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Cedo al lector la licencia de ampliarlos o restringirlos, y también rechazarlos, conforme a su personal criterio.
Uno de ellos es el creciente descontento de las fuerzas militares del país, ya sea por la descarnada crítica de Netanyahu y de su hijo Yair al jefe de las Fuerzas Armadas del país, ya sea por los fallidos, hasta aquí, intentos gubernamentales que conducen, a mi ver, al probable desmembramiento de la unidad nacional.
Otro: la creciente discriminación por género no solo en los tribunales rabínicos de Israel cuando, por ejemplo, consideran casos de divorcio. Discriminan a la mujer no solo en estos marcos. También en la oración en la Muralla Jerosolimitana y, en general, en el transporte público.
Algo más: la tendencia de profesionales, médicos, ingenieros, expertos en computación, entre otros, a emigrar implica no solo la pérdida de un valioso capital humano. También sus descendientes, al llegar el momento, preferirán eludir el servicio militar e insertarse tempranamente en estudios universitarios o los mercados laborales.
Y la anunciada huelga de maestros acompañada por la deserción de más de tres mil docentes estropeará severamente la cobertura y la calidad de los servicios educativos en el país.
Un tema que apenas parece interesar a la actual coalición gubernamental de Israel.
A estos hechos se suma la presente exigencia de los partidos religiosos que tiene por objeto liberar del servicio militar a los jóvenes que por su formal fidelidad a Jehová no merecen, según ellos, perder tiempo en una tarea que no creyentes o francamente pecadores deben asumir.
Al tomar cuerpo este inquietante cuadro las estaciones de televisión del país temen una indebida intromisión en sus programas y en la elección del personal que sirven en ellas.
Ante esta posibilidad han resuelto unir fuerzas, más allá de la rivalidad que hasta aquí han revelado, con el propósito de estructurar en conjunto un sistema defensivo contra rígidas medidas ministeriales orientadas a empobrecer la libertad que desde siempre han gozado.
Considerando este ascendente y negro cuadro juzgo que no es accidente que el reciente embajador de EE.UU. en el país resolviera abreviar su estancia después de dar a conocer sus francas objeciones a las maniobras y objetivos de la presente coalición.
En suma, un inquietante escenario que debería conducir a Benjamín Netanyahu a radicalmente cambiar la estructura y los rumbos de su coalición gubernamental.
Posibilidad que sistemáticamente aleja a pesar de los altos costos, institucionales, militares y financieros que implica.
Me pregunto: ¿Es posible cambiar este triste y peligroso cuadro?
Creo que un franco y limpio entendimiento con su rival Benny Gantz y con su ministro de Defensa Yoav Gallant puede reformular este inquietante presente.
Si no se concreta, anticipo dos resultados: uno, el grave y oscuro acentuamiento de los escenarios arriba esbozados, y el otro, la incorregible lesión de la unidad nacional y de las libertades que hasta aquí hemos gozado.
Créame el elector: lágrimas humedecen mis ojos cuando vislumbro ahora y en perspectiva la fragilidad de un líder en este mi país y los sombríos rumbos que deliberadamente, o por temor a la Corte Suprema, parece adoptar.
Confío sin embargo que Israel y las diásporas atinarán a recuperar la lucidez que hoy aquí lastimosamente decae.
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