Elías Farache / Fe y sinrazón

Uno de los temas más polémicos en las sociedades abiertas y liberales es el tema de la religión y su práctica. Las religiones con sus normas de comportamiento, y con las restricciones propias de cada una, resultan un tanto incómodas para los no practicantes.

Las distintas Iglesias de cada religión conocida durante la historia no siempre presentan una imagen edificante. Corrupción, guerras, abusos. Pero el aspecto positivo que apoya la religiosidad es la creencia en un Di-s único, con lo cual se eliminan prácticas paganas no muy aceptables. Y la difusión y práctica de conceptos y conductas éticas: la ayuda al prójimo, la responsabilidad social, los derechos humanos, la justicia en general. Compasión y solidaridad.

Pero seamos honestos. En muchas sociedades y ambientes se considera la práctica de conductas religiosas y sus rituales como algo atrasado. En algunos momentos hubo quienes consideraron a la religión un vestigio de atraso, y esto ocurre hoy también. Otros, han asumido posturas ateas o agnósticas como muestra de intelectualidad, conocimiento y posición de vanguardia. El fervor religioso, muchas veces, se asocia con oscurantismo y cierta ignorancia. Esto es más evidente cuando prevalece precisamente la ignorancia y se descarta el fuerte efecto que tiene la fe.

Pero la práctica religiosa y el apego a las normas y preceptos tienen una dimensión especial cuando provienen de un genuino sentimiento de creencia en Di-s y en sus mandamientos como forma de enfrentar no solo la vida, también la existencia misma. El ejercicio intelectual de captar la Divinidad, profundizar y encontrar racionalidad en la práctica y en la convicción religiosa requiere de estudio, preparación e inteligencia. El apego a las normas es parte de una disciplina integral que complementa el estudio y el buen proceder en todos los ámbitos.

Con la creación de un Estado judío, la dimensión personal del cumplimiento de normas, de la “Halajá”, supera el de las comunidades y congregaciones diaspóricas de dos mil años y cobra una dimensión ahora nacional. Un país
judío que es único y debe apegarse a estrictas normas de rito: Shabat, kashrut, convivencia familiar, registro de matrimonios y divorcios. Pero resulta un reto que todos aquellos personalmente ortodoxos y observantes, y aquellos no observantes, estén de acuerdo respecto a ciertas reglas, en el deber de convivir y llevar adelante el país judío del cual son ciudadanos.

No es interés de esta nota entrar en la polémica que se vive en Israel y en el pueblo judío. Una pugna entre ortodoxos y seculares que no se entienden ni se toleran, que comparten enemigos y un destino común en muchos aspectos. Comprenderse unos a otros e identificar los problemas dentro del sector propio antes que en el del contrario resulta imperante. Urgente.

En los Estados Unidos de América, un país secular y donde conviven varios credos con distintos grados de observancia, existen signos y conductas de fe que son interesantes de señalar. Un país que tiene altos contrastes respecto a ciertas conductas y posturas hasta reñidas con el fervor religioso tradicional,con un alto nivel de enfrentamiento entre partes. Pero en ese país, un imperio colosal de nuestros días, los billetes de mayor circulación tienen una leyenda que reza “En Di-s nosotros confiamos”. Además de una festividad nacional de Acción de Gracias, el ultimo jueves de cada mes de noviembre, en cada uno de los juegos de beisbol de las Grandes Ligas, en el séptimo inning, el público en los estadios se levanta y entona “G-d bless America”, Di-s bendiga a América. En toda su colosal magnitud imperial, en medio de profundas discusiones sobre temas delicados y polémicos que enfrentan a los más liberales con los más conservadores, se preserva el principio de la creencia en Di-s, de su participación en la vida de los seres humanos. La verdad, resulta muy curioso. De todos los que me enseñan algo aprendí, reza uno de los Salmos del Rey David.

El asunto es combinar la fe con la razón, no la fe con la sinrazón. Aplica para todos.


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