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domingo 22 de diciembre de 2024

Roger Martín/ Un héroe macabeo llamado Pablo García

Los Hermanos Cohen fueron unos prolíficos atletas, guerreros competitivos y modernos Macabeos, campeones en basketball, baseball y hasta bolos.

No, no es la historia de ningún judío sefardita (español) que no sería extraño que porte ese nombre hoy en día, en Grecia, Turquía, Marruecos, Holanda, España o Israel, viajando en el nuevo tren ligero en Tel Aviv o en algún navío español rumbo las Américas siglos atrás. Es tal vez el Estadio de Baseball en El Paso, Texas, el único nombrado como homenaje a un judío en los Estados Unidos, en este caso a dos hermanos judíos: Andy y Syd Cohen, originarios de Baltimore, quienes desde pequeña edad junto con su familia migraron a El Paso, Texas donde gracias al impulso de su padre, un aficionado al rey de los deportes y exjugador amateur, los Hermanos Cohen se iniciaron en el baseball, primero en las ligas menores para después brillar en la Universidad y las Ligas Mayores de baseball, prolíficos atletas, guerreros competitivos y modernos Macabeos, campeones en basketball, baseball y hasta bolos.

Los Hermanos Cohen lograron algo poco común: Posicionar su apellido judío y bíblico como sinónimo de excelencia en los deportes en la ciudad que los adoptó, Uno de ellos dejó ser Syd Cohen, el judío americano y estrella del baseball colegial para convertirse en el héroe de los mexicanos, en el gran Pablo García.

Un par de Reyes Judíos en el Deporte Rey

Sydney Harry Cohen “Syd”, nacido en 1906, hermano menor de la estrella del Baseball Andrew Howard Cohen “Andy”, quien fuera el primer capitán judío en la historia en el equipo de la Universidad de Alabama, en donde los hermanos Cohen recibieron becas por sus talentos deportivos, y que ambos se posicionaron en el Salón de la Fama del deporte Nacional de los Estados Unidos.

Andy Cohen

Andy fue adquirido para jugar profesionalmente cuando  cursaba su último año universitario gracias a lo que podría definirse como “antisemitismo en reversa”; el manager de los “New York Giants”, equipo profesional de baseball en las primeras décadas del siglo pasado, John McGraw buscaba un jugador judío, tenía que ser judío como requisito, y con madera de estrella. Su sueño, como sus biógrafos han asegurado, era conocer y adquirir a un judío superdotado para los deportes, en específico para el baseball, un atleta descendiente de los Macabeos, y aunque en Nueva York, gracias a la migración europea de la época sobraban los jugadores judíos de baseball, no complacían a McGraw, no eran los superhombres judíos que este quería, hasta que conoció a Andy Cohen, a quien “compró” por 25,000 dólares, siendo ese el mismo precio que pagó por todo el equipo de los Gigantes de Nueva York, para darse una idea de la importancia para McGraw del origen israelita de su jugador. Amigos y agentes sugirieron a Andy “cambiarse” el apellido por uno más “anglo” como Coogan, Cowan, Colt, se sugirió; sin embargo, Andy estaba extremadamente orgullosos de su origen, y se negó a tocar su apellido, cosa que fue apoyada por McGraw, quien sabía que si lograba tener a un héroe judío en su equipo, a una estrella, los judíos de la zona llenarían el estadio, y no estaba equivocado, Cohen fue un héroe judío de las ligas mayores, y no sólo allí, también se enlistó en el ejército de los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial.

Mientras que Syd, quien también jugó en las ligas mayores y que lograba destacar prácticamente en todas las posiciones del diamante, así como en el basketball colegial, se estableció como pitcher, llegando a jugar para el ahora extinto equipo “The Washington Senators” de las Ligas Mayores en 1934.

Syd Cohen

Ambos Hermanos Cohen disfrutaban de cobertura mediática, los periódicos los respetaban, pero a diferencia de su hermano Andy, Syd decidió manejar su carrera de otra forma, y esta tiene varias anécdotas interesantes como que durante las primeras dos semanas como “Washington Senator” fue el mismo Syd Cohen quien despachó al ídolo de todos los tiempos, a la superestrella, legendario Babe Ruth, siendo Syd Cohen su verdugo: la última vez que Ruth fue sacado por “strikes” o que bateó un homerun fue cuando enfrentó al brazo zurdo del pitcher judío, lo mismo con la otra estrella Lou Gehring, al que el propio Syd despachó como pitcher varias veces anulando los talentos de las emblemáticas estrellas de todos los tiempos.

Sin embargo, la anécdota más atípica e interesante de Syd, fue aquella cuando en busca de aventuras cruzó la frontera al Norte de México en 1931, y se enroló profesionalmente en los “Nogales Internacionals”, equipo mexicano que jugaba en la liga de Arizona y Texas. Queda claro el porqué del nombre de ese equipo mexicano; “Internationals” en referencia a que el equipo estaba plagado de jugadores estadounidenses, dejando solo un lugar para el único mexicano del equipo, quien fue despedido al no tener el nivel beisbolístico de sus compañeros cuando contrataron a Syd Cohen. Al presentarse en el juego, y al ver los aficionados mexicanos que ya no había ningún jugador mexicano en “Nogales Internationals”, se enojaron tanto, que crearon un desastre en el juego, perdieron el control por la indignación y ofensa de la falta de jugadores mexicanos, en una época en que pedían más representación de mexicanos, y la respuesta del equipo fue despedir al único mexicano que quedaba, la violencia estalló: groserías, referencias al día de las Madres, palos y piedras llovieron a tal grado, que tropas estadounidenses tuvieron que intervenir para hacer trabajo policíaco para restaurar el orden.

El nacimiento de un héroe

Ante la violenta reacción y justa molestia de los aficionados mexicanos del “Nogales Internationals”, Syd Cohen, un judío que hablaba español fluido, pues lo aprendió en El Paso, Texas, durante su infancia, y valiéndose de tener ese característico color de piel mediterráneo, llamado “aceituna”, como el actor estadounidense de origen griego John Stamos, o el comediante judío americano Jon Lovitz o el actor judío americano Jeff Goldblum, en una situación similar a la del mismo Moisés quien era judío y no egipcio, o la historia del hermano menor vendido –Benjamín-, o en sintonía con todos los judíos que han cambiado apellidos para sobrevivir desde la España Medieval hasta la Rusia Zarista, Cohen, mimetizándose como camaleón (gran talento judío) se presentó al campo de juego como “Pablo García“, anunciado así en el sonido local, logrando un grito de emoción de los aficionados mexicanos que vieron en Cohen “García” a uno de los suyos, esto para calmar la sed de representación “mexicana” en el equipo de Nogales resultando en un rotundo éxito.

Los amantes mexicanos del baseball reconocieron en “Pablo García” a un hermano, que jugaba mejor que muchos de los “otros”, los “del otro lado”, convirtiéndose en toda una estrella, “el dolor de cabeza de los pálidos y güeros” pues en esa época era muy extraño ver a un jugador “mexicano” dominar el deporte traído de los Estados Unidos, que aún no admitía jugadores negros. Eso ocurrió hasta la llegada del emblemático Jackie Robinson, quien en 1946 rompió con la barrera del color en el baseball de las Grandes Ligas.

Años después Syd, ya retirado como jugador, regresó a México como entrenador de baseball, pero su historia ya era conocida y para los aficionados mexicanos Syd Cohen no significaba nada, no se referían a él cómo Syd Cohen, sino que lo recibían gritando animosamente su nombre adoptivo en el estadio: “¡Pablo, Pablo, Pablo!” pues para la afición “García” no era un “coach” ni ex-estrella del baseball estadounidense de las grandes ligas del país del “Hot Dog”, sino un entrenador y exitoso jugador “mexicano”.

Los Profetas que bajaron del Montículo

Los Hermanos Cohen fueron desarrolladores del baseball en la frontera tanto del lado de los Estados Unidos como de México por décadas, entrenando a todo tipo de equipos, amateur, ligas menores y profesionales, dedicaron su vida al deporte que tanto gusto les dio, además apoyaron a muchos jugadores judíos a mejorar su técnica e ingresar a los equipos de las grandes ligas.

En 1988 ambos Hermanos Cohen con meses de diferencia murieron, pero no su legado. Les sobreviven nietos y bisnietos que portan el apellido familiar con orgullo, sin ignorar el Estadio Cohen en el Paso, Texas y la enorme cantidad de premios y reconocimientos que obtuvieron por su admirable labor dentro y fuera del diamante de arena, que los hace ser de los más grandes Atletas Judíos de la época moderna.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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