Enlace Judío – Cuando paramos un segundo y observamos el mundo que nos rodea podemos encontrar su grandeza. Las montañas, los ríos, los atardeceres; la vastedad del Universo – con sus estrellas y planetas- e incluso todo aquello que se encuentra dentro el hombre son tan sólo una pequeña muestra del mundo tan vasto y tan bello que nos rodea. Todas las culturas reconocen su grandeza y nos dan como resultado loas, poemas, pinturas y música que expresan admiración: ese encuentro del hombre con aquello que es más grande que sí mismo. Rosh Hashaná es el día del calendario dónde más presente se hace esta emoción en quien decide celebrar las festividades. En Rosh Hashaná remarcamos el sentimiento de Yiré, admiración, alegría y miedo frente a D-os.
Como toda festividad judía Rosh Hashana no sólo es un festejo, sino una invitación a crecer. Se nos pide vivir con plena intensidad las enseñanzas que el día trae a nuestras vidas y continuarlas el resto del año. Rosh Hashaná primordialmente gira en torno a cómo vemos a D-os y cómo ello impacta directamente sobre el rol que jugamos dentro del mundo. Podría decirse que Rosh Hashaná habla no sólo de nuestro futuro sino de cómo es que nos vemos. En Horeb rab Hirsch coloca a la festividad como aquellas que primordialmente giran en torno a la reflexión y el trabajo interior del hombre.
Dos son las mitzvot (mandatos) que la Torá pide realizar en este día. Todas las demás tradiciones que surgen del mismo, parten de esta raíz. La primera es cesar de trabajar en este día y decretarlo un día sagrado; la segunda es escuchar el shofar. En esta última es que se encuentra el carácter particular de la festividad. En base a los significados que tienen cada uno de sus sonidos es que el resto de las tradiciones de Rosh Hashana surgen. Primordialmente gira en torno a ver a D-os como Rey, como Padre y como Juez. Es decir, en ver la grandeza del mundo y de la vida, la unidad que conforma a ambos; y entender que hay una ética y un orden atrás de los mismos que los ordena. Y en base a esos principios juzgarnos regresar la mirada a nuestro interior.
D-os como Juez: un llamado a romper hábitos
Rosh Hashaná no está separado de las festividades que lo rodean. Cuando la Torá menciona a este día y pide el cese de trabajos, lo hace en relación a Yom Kipur. De hecho Rosh Hashaná es la festividad que da inicio a los Yamim Noraim los días de “temor” que preceden a Yom Kipur. A lo largo de diez días nos dedicamos a “hacer teshuva”. Es decir nos dedicamos a hacer un auto análisis profundo para tratar de cambiar, de cuáles son las cosas que debemos cambiar en nosotros y nuestra forma de actuar. Esto se lleva a cabo a través de pararnos frente a D-os y reconocerlo como Juez.
El shofar debe ser un sonido que nos sacuda, debe romper la cotidianidad de nuestra vida y realmente invitarnos a ver las cosas que son importantes, la forma en que nos hemos alejado de ellas. Ver a D-os como Juez tiene dos caras: el auto análisis que hacemos sobre nuestra vida – el inicio de la reflexión – y la aceptación de que hay un orden atrás de lo creado que hay formas correctas de actuar, formas que respetan la vida y formas que las niegan; hay cosas que dañan y cosas que curan. Se nos recuerda la muerte y se nos recuerda la vida eterna.
El llamado del shofar es un llamado a dejar atrás todo lo que nos limita y acercarnos a lo que nos hace crecer. Es un llamado a buscar la fuerza necesaria que necesitamos para romper los hábitos que nos conforman
D-os como Padre: Creador, dador de vida; figura de aceptación y renovación
Cuando se habla de D-os como Padre en las fuentes judías, en realidad se habla de D-os como fuente de vida; como aquello que sostiene la existencia. En Rosh Hashaná recordamos la Creación, es más se propone que en este día el mundo y el hombre fueron creados. La festividad nos empuja a recibir la vida que nos rodea, a alegrarnos por ella. También nos enseña que siempre hay posibilidad de mejorar, Rosh Hahaná, el año nuevo, también habla de la vida que se renueva. Nos dice que si nos hemos alejado siempre podemos regresar.
La figura de D-os como Padre también implica al D-os que perdona, el D-os que recibe nuestras plegarias y acepta nuestra teshuva. Es un llamado a renovarnos y a aceptar la vida que crece nuevamente tras la muerte y que nos permite saber que siempre se puede tener nuevos comienzos; que nunca es demasiado tarde para vivir plenamente.
D-os como Rey: Recuerdo de nuestra fuerza
Finalmente reconocer a D-os como rey implica ver la grandeza del mundo creado; ver la unidad que lo conforma. El shofar debe invitarnos a sentir miedo y admiración. Sin embargo, también es una invitación a encontrar esa fuerza y esa grandeza dentro de nosotros. Se necesita mucha fuerza para romper hábitos, para reconocer nuestros errores, para realmente hacer cambios. Por eso el shofar también recuerda el sonido que se tocaba antes de iniciar una guerra para infundir valentía a los soldados. Así como nos recuerda nuestra pequeñez también nos recuerda nuestra fuerza y el enorme potencial que tenemos como personas.
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