Un milagro en el dia de Yom Kipur

Durante uno de sus viajes en avión, al Rabino Najman Seltzer le toco sentarse junto a un hombre que, según pudo observar en sus documentos, era un judío de apellido Vainshtein.

Un rato después,  la compañía aérea comenzó a servir la cena y mientras al rabino le servían la comida Kosher que había solicitado previamente, al hombre junto a él le servían la comida regular, no Kosher, que ofrece el avión.

En ese momento, el rabino no se pudo contener.  Le dijo al hombre sentado junto a el :’ ¿Me permitiría usted hacerle una pregunta?”

“¿Sabe usted que en este vuelo puede solicitar comida kosher? o quizás todo lo relacionado a lo kosher no le interesa en absoluto?”

“Sí lo sé””, le respondió el hombre, pero a mí no me interesa la comida Kosher y nada de lo que usted vaya a decir me hará cambiar de opinión”.

¿Todavía usted pretende que yo coma Kosher?

Pero unos minutos después, sin que el rabino se lo pidiese, el hombre, llorando, comenzó a relatar su historia.

“Eran los momentos más terribles del Holocausto. Durante todo el tiempo que estuve en el campo de concentración, logré  mantenerme firme con una sola esperanza:  que mi amado hijo, Catriel Menajem, quien había permanecido en todo momento a mi lado, tuviera el mérito de sobrevivir a esa tragedia y saliera sano y salvo de ese infame campo de exterminio.

Su madre ya había muerto hacía tiempo, lo mismo que todos sus hermanos. Pero él seguía con vida a mi lado y era mi única ilusión. Un día, nos reunieron a todos en un salón el cual tenía varias puertas, que sabíamos que algunas de esas puertas conducían hacia los campos y eran por donde llevaban a los hombres para colgarlos. Había pánico entre todos los que allí nos encontrábamos.

Mi pequeño hijo Catriel entonces tomaba mi mano con tanta fuerza que, prácticamente detenía la circulación de mi sangre.

De pronto los nazis me señalaron. Inmediatamente, unos soldados se acercaron y arrancaron de mi mano a mi hijo Catriel Menajem. Nunca más volví a verlo. Él era mi última esperanza. Tiempo después, un amigo me conto que había visto a un soldado nazi arrastrando a mi hijo y que luego había escuchado la detonación de la pistola.

A partir de ese momento, perdí toda esperanza. Y después de todo esto, ¿todavía usted pretende que yo coma comida Kosher?”.

Luego de escuchar esa terrible historia, el rabino quedo tan impresionado, que ya no supo que decirle y prefirió quedarse en silencio durante las seis horas que faltaban para llegar a su destino en Estados Unidos.

Una vez que aterrizaron en Houston y que cada quien se fue por su lado, el rabino supuso que jamás volvería a ver a ese hombre.

Yom Kipur

Pasaron cuatro años  y el rabino viajó con su familia a Eretz Israel para celebrar las fiestas de Rosh Hashaná y Yom Kipur.

El día de Yom Kipur, el rabino acudió a rezar a una de las grandes sinagogas de Jerusalén.

En cierto momento durante el rezo, tuvo la necesidad de ir hacia donde se hospedaba, cuando de pronto, en el camino, vio algo que llamo sumamente su atención.



Un hombre anciano sentado en la parada de autobuses, fumando en ese día tan sagrado
. No obstante, cuando el rabino se acercó hacia el anciano, casi se desmayó.

Era el mismo señor Vainshtein que años atrás se había encontrado sentado junto a él en el avión.

En ese instante comprendió que no era una casualidad volverse a encontrar con la misma persona; era una señal del cielo, en la cual le estaban indicando que debía acercarse a hablar con el anciano para llegar a su corazón.

La primera oportunidad, ya la había desperdiciado, pero ahora le estaban dando una nueva oportunidad para ablandar su endurecido corazón. Entonces el rabino se acercó a saludar a él anciano para hacerle recordar quien era, aunque el señor Vainshtein recordaba muy bien su encuentro de hacía varios años antes, en el avión.

El rabino no sabía cómo comenzar a hablarle, no tenía la menor idea de cómo podría llegar a su corazón. Entonces le pidió a DI-s que lo ayude a poner las palabras adecuadas en su boca y así comenzó a hablarle:

“Estoy seguro de que usted sabe que hoy es Yom Kipur. En unos momentos más, en nuestra sinagoga dirán la oración de “IZKOR” (recuerdo a los difuntos, según el rito Ashkenazi).

“Por lo tanto, quiero invitarlo a que me acompañe a la sinagoga para recordar con el rabino oficiante los nombres de sus familiares y en especial el de su hijo que, ciertamente usted me había contado que murió santificando el nombre de DI-s, y de esa manera, poder rezar juntos para elevar su memoria”.

Esta puede ser su única oportunidad para recordar el nombre de cada uno de su familia y en especial el de su hijo. ¿Acaso usted no ha pensado que ya ha llegado el momento de elevar el alma de sus familiares?”

Mientras las lágrimas brotaban de los ojos de aquel hombre, el rabino lo abrazó y lo llevo de la mano a la sinagoga, hacia el lugar donde el rabino oficiante se encontraba de pie, recordando a los difuntos, “IZKOR”.

El señor Vainshtein se paró junto al rabino y menciono en voz baja el nombre de su hijo “Catriel Menajem ben Yejezkel Sarga”.

De pronto, sucedió algo impactante que nadie esperaba. El rostro del rabino se ilumino mientras el sudor caía en su frente y sus ojos estaban a punto de estallar.

Volteó la cara hacia el anciano que estaba allí parado y grito a toda voz “¡Papá…Papá!”.

En ese momento el señor Vainshtein se desmayó.

El rabino era su hijo, Catriel Menajem, quien su padre había considerado muerto.

Es imposible describir la gran alegría y las sensaciones que vivieron todos los que allí estaban reunidos presenciando ese encuentro entre padre e hijo, y que gracias a que el padre dio el primer paso acercándose a la sinagoga, fue recompensado del cielo y pudo ver en vida a la gran familia que había formado su hijo Catriel, con hijos y nietos.

Finalmente, el Señor Vainshtein retorno al camino de la Torá hasta el último día de su vida.

 


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