Desde la gestación del Estado de Israel, y aún antes – la pregunta admitía una sola respuesta: partidarios o no del socialismo, amantes o no de las artes y de la ciencia, creyentes o no en un ser que ignora la humana finitud, el judío-israelí enarbola valores y prioridades convergentes cuando su existencia física o moral encara un abismal peligro.
Convicción que hoy se deshace.
La violencia que suscitó en Tel Aviv en las horas de Yom Kipur, en una jornada que debió conocer solo la sólida afinidad de sus pobladores más allá de distancias superficiales, sorprendió y enojó a no pocos. Contemplamos la pública y pecaminosa participación en un rezo que distancia a hombres de mujeres en franca violación de una convivencia razonable y de las decisiones de la Corte Suprema de Justicia.
Lamentablemente, la politización de Jehová no ignora fronteras.
Más aún: nos encamina hacia una guerra civil que evoca más el espíritu de las cruzadas que a algún torcido desencuentro civil.
Evento que se enhebra y fluye de fanáticas orientaciones que pretenden convertir en ineludible mitzvá la pecaminosa anexión de territorios que pertenecen a otros pueblos.
Circunstancias que hoy llevan al expresidente Reuven Rivlin a recordar que ya en 1997 Benjamín Netanyahu le dijo al rabino Kaduri que “la izquierda olvidó quien es judío y qué es el judaísmo”.
Palabras que Bibi repitió horas antes de finalizar el Yom Kipur, jornada que debe unir a religiosos y seculares, a las derechas y a las izquierdas, como signo y prueba de nuestra compartida identidad.
Postura que el presidente Yitzhak Herzog reiteró horas después en ya franca oposición a las actitudes y afirmaciones de Bibi.
Por fortuna y con acierto no pocas comunidades judías en las diásporas y en Israel prefieren otra conducta. Conceden a la mujer un lugar igualitario no solo en las sinagogas y en los ámbitos públicos.
También en el desempeño político y personal más allá del desubicado machismo que hoy sectores nacional-religiosos pretenden imponer en nuestro país amén del odio al otro, incluyendo a instituciones como la Corte Suprema donde seis de los quince jueces son mujeres, y a todos une un equilibrio personal e ideológico.
Lamentablemente, creo que lo ocurrido en Tel Aviv en las horas de Yom Kipur se repetirá con diversas modalidades en los grises días que nos esperan.
Con el presunto respaldo de Jehová no pocas agrupaciones alentarán violencia y abusos con el apoyo de una coalición gubernamental que en su nombre alienta satánicos propósitos.
Y en estas circunstancias me pregunto: ¿Lograrán equilibrados recursos en nuestro pueblo y en las fuerzas armadas resistir acciones y rezos que alientan nuestra autodestrucción?
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