Ya sabemos que la diferencia obvia entre el politeísmo y el monoteísmo es que en un paradigma se cree que hay muchos dioses, y en el otro se cree que sólo hay uno.
Sin embargo, pocas veces nos sentamos a reflexionar en las implicaciones que esto tenía hace 2500 o 3000 años. De manera natural, todo lo percibimos desde lo que la experiencia religiosa representa para nosotros.
Irving Gatell nos explica lo distinto que fue “lo religioso” para la gente de la antigüedad. A partir de allí, detalla cómo fue el proceso social que determinó que las civilizaciones antiguas fueran politeístas, por definición.
De esa manera, nos ayuda a entender qué representaba toda esta cosmogonía llena de dioses y héroes, para el pueblo egipcio en sus momentos de mayor esplendor.
Así, el contraste con el inquebrantable monoteísmo israelita cobra un mayor relieve, y podemos apreciar con mayor claridad la dimensión revolucionaria que tuvo el hecho de que, hace tres mil años, un pueblo decidiera que iba a adorar al Único y Verdadero.
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