Ayer, al ingresar el descanso de Shabat, Benjamín Netanyahu consideró pertinente dirigir, a través de todos los medios, algunas palabras al hoy inquieto y amenazado público israelí.
En contraste con las expectativas por parte de amplios sectores civiles y militares que razonablemente aguardaban en las presentes y difíciles circunstancias que hoy se conocen en Israel, incluyendo la incorporación de elementos de la oposición al actual gobierno, Bibi se limitó a pronunciar pocas y pobres palabras.
Tampoco se permitió alguna voz de de gratitud a amplios contingentes civiles que hoy prestan apoyo a las unidades movilizadas, sin excluir a israelíes en el extranjero que se esfuerzan en llegar al país por diversos medios.
Lejos de estas expectativas, Bibi brevemente se limitó a emitir amenazas contra Hamás y asegurarnos que Israel al cabo obtendrá la victoria.
Alocución que se extendió apenas tres minutos provocando amplio desencanto en los medios y en la pública opinión.
Pocos locutores acertaron a disimular la decepción y hasta el enojo por esta liviana intervención.
Considero que por su frágil contenido y su deshilvanado formato las palabras de Bibi desnudaron a un líder sustancialmente insensible a las inquietudes que nos abruman, un hecho que me conduce a cotejarlas con las sencillas y reiteradas presentaciones del ucraniano judío Volodimir Zelensky, personaje que a menudo aparece con sencillez en los medios y en la calle, e incluso en peligrosas circunstancias frente al enemigo.
Y en no pocos casos el líder ucraniano comparte con su esposa Olga sin el público escenario sin considerar si está o no debidamente adornado.
En contraste, una Sara Netanyahu apenas aspira hoy a aprender de la conducta de otras figuras, como Ellen Roosevelt y Golda Meir, que en diferentes circunstancias no vacilaron en presentarse en público y en los medios con llamativa sencillez.
Hechos y circunstancias que sensiblemente irritan hoy al público israelí. De momento difunde su disgusto con mesura.
A este lamentable escenario se suma la ausencia de los hijos, Yair y Avner, que en estos días prefieren obsequiarse con guardaespaldas y bellos paisajes en Miami y en Londres. Escenas que en estos días repetidamente aparecen en los medios.
Lamentables cuadros en verdad que oscurecen la figura de la familia Netanyahu e irritan en estas difíciles circunstancias a amplios sectores públicos más allá de particulares simpatías electorales.
A mi parecer, son hechos y circunstancias que gravitarán, en unión de otros factores, cuando Bibi sea en su momento formalmente juzgado en unión de otros personajes del alto mando militar al concluir este sangriento encuentro con Hamás, conflicto susceptible de complicarse en estos días con la intervención armada de Hezbolá desde sus cuarteles en el Líbano.
En cualquier caso, más allá de este lamentable cuadro, la población israelí hoy revela alta solidaridad y sustancialmente apoya, de múltiples maneras, a los contingentes militares que en cualquier momento habrán de enfrentar a las fuerzas enemigas en el este y tal vez norte del país.
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