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14 de octubre 2023
Netanyahu siempre ha puesto su interés personal por encima de los de la nación, y construyó su carrera política dividiendo al país para ponerlo contra sí mismo. Designó funcionarios en puestos claves de gobierno en base a su lealtad más que en sus capacidades, se adjudicó todos los éxitos sin hacerse cargo de ningún fracaso, y siempre pareció poco interesado en escuchar o decir la verdad.
Y la coalición que armó en diciembre de 2022 para seguir en el poder es por lejos la peor, una alianza de fanáticos mesiánicos y oportunistas desvergonzados, que hicieron caso omiso de los muchos problemas de Israel -incluido el deterioro de la situación de seguridad-, para abocarse a un insaciable acaparamiento de poder para ellos mismos. Con ese objetivo, adoptaron políticas en extremo divisivas, esparcieron ultrajantes teorías conspirativas sobre las instituciones del Estado que se oponían a sus políticas, y etiquetaron a las élites de funcionarios de carrera del país como “traidores del Estado Profundo”, publicó The Washington Post.
Al gobierno le advirtieron repetidamente sus propias fuerzas de seguridad y numerosos expertos independientes que sus políticas ponían en peligro a Israel y que erosionaban su poder de disuasión en un contexto de creciente amenaza externa. Cuando el jefe del Estado Mayor Conjunto pidió una reunión con Netanyahu para alertarlo sobre las repercusiones de sus políticas para la seguridad del país, el primer ministro se negó a recibirlo. Y cuando el ministro de Defensa, Yoav Gallant, igualmente se decidió a dar la voz de alarma, Netanyahu lo echó. Después tuvo que devolverle el cargo, pero solo por la indignación popular que desató su despido. Son actitudes como esas, repetidas a lo largo de los años, las que hicieron posible la calamidad actual de Israel.
Más allá de lo que cada uno piense sobre Israel y el conflicto palestino-israelí, la forma en que el populismo carcomió al Estado de Israel debería servir de advertencia para el resto de las democracias del mundo.
Israel todavía está a tiempo de rescatarse de una catástrofe. Su poderío militar es decisivamente superior al de Hamás y al de sus otros muchos enemigos. Además, la larga historia de sufrimiento del pueblo judío hoy ha unido a la nación. Las Fuerzas de Defensa de Israel y los organismos del Estado se están recuperando de su shock inicial, y la sociedad civil está más movilizada que nunca, para tapar los baches que dejó la ausencia del Estado. Los israelíes hacen fila durante horas para donar sangre, reciben en sus hogares a los refugiados de la zona de guerra, y donan comida, ropa y otros elementos esenciales.
En esta hora de necesidad, también hacemos un llamado a todos nuestros amigos del mundo para que no nos dejen solos. Es mucho lo que hay para criticar del comportamiento de Israel en el pasado. Ese pasado no puede cambiarse, pero esperemos que cuando hayamos derrotado a Hamás, los israelíes no solo exijamos que el actual gobierno se haga responsable, sino que también dejemos atrás las conspiraciones populistas y las fantasías mesiánicas, y que hagamos un esfuerzo honesto por cumplir los ideales fundacionales de Israel: democracia interna y paz con el mundo.
El autor de “Sapiens: de animales a dioses” y “Homo Deus: breve historia del mañana” es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Traducción de Jaime Arrambide
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