En las últimas horas, las reiteradas protestas de las familias de los 126 secuestrados por Hamás amén de los casi 300 cadáveres que hasta aquí no han sido identificados aluden en particular a Benjamín y Sara Netanyahu.
Según fuentes confiables, son pocos y lentos los avances dirigidos a lograr un sano y completo retorno de los 126 prisioneros agrupados en Gaza, y, en general, el gobierno apenas ha difundido claros mensajes sobre el tema.
En llamativo contraste, canales como periódicos, TV, estaciones de radio y otros medios han sugerido en los últimos días diferentes y resueltas acciones para devolverlos al hogar.
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En paralelo, las embajadas localizadas en nuestro país no cesan en revelar inquietud por los secuestrados originados en los países que representan.
Temas que hoy los periódicos, ver por ejemplo Haaretz del 13.10.23, comentan con amplitud al tiempo que suscitan un recuerdo personal de mi juventud.
El año es 1980. El lugar: Bogotá, Colombia. Llegué allí enviado por UNESCO con el fin de ayudar modestamente a este país a formular una coherente política en favor del desarrollo científico y tecnológico nacional.
En aquellas circunstancias y por una vía totalmente informal supe que Israel resolvió en aquel momento vender diferentes tipos de armas al gobierno colombiano con el objeto de reprimir a las fuerzas insurgentes y rebeldes que a la sazón se multiplicaban en el país.
En estas circunstancias y sin cálculo alguno le hice llegar objeciones a esta decisión al embajador israelí que a la sazón servía en Colombia.
¿Resultado? Desde aquel momento fui considerado persona peligrosa por algunos miembros de la embajada pues mi contestataria actitud deshacería intereses vitales de Israel, mi país.
Las invitaciones oficiales a la embajada israelí cesaron y entre algunos funcionarios ganó terreno la idea de que “yo era un peligroso traidor”.
Confieso que el gris sentimiento que a la sazón me invadió me domina en estos días cuando leo abiertas censuras a la familia Netanyahu, ya sea por la pasividad que exhibe respecto a los temas que nos abruman, ya sea por la hostil actitud que ella parece adoptar respecto a los nuevos miembros del gabinete, Benny Gantz en particular, que propiciarían orientaciones en asuntos estratégicos desiguales a las que Bibi habría adoptado desde la sorpresiva, y sorprendente, agresión por parte de Gaza.
En este contexto, no pocos periodistas, al señalar esta actitud, indican que la familia Netanyahu habría llegado “al fin del camino” (ver por ejemplo Haaretz,13.10.23, p. 16., texto de Mordejai Guilad).
A mi ver, lamentable error.
Creo que Sara y Benjamín Netanyahu deben ajustarse al particular andar de los próximos días y semanas. No es el momento para filosas críticas ni para bruscas fugas de nuestra realidad.
Juzgo que cabe esperar, entre otros hechos, el término y los resultados de los encuentros y desencuentros militares con Hamás y Hezbolá que exigirán no pocas semanas.
Supongo que como en la recordada experiencia colombiana mereceré por estos apuntes reservas cuando no abierta censura entre algunos lectores.
Asumo el riesgo sin embargo y coincido con no pocos que viven en este mi país: la familia Netanyahu debe comportarse en estos días con sensatez y equilibrio respecto a la difícil y peligrosa situación que nos abruma.
Actitud que les beneficiará cuando se abra el público tribunal.
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